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Graduadas católicas de Inglewood destacan en estudios y servicio: “Nada es imposible"

Jedesa Alatorre y Haide Hernández tienen currículums que serían la envidia de cualquier graduada de secundaria: calificaciones impecables, horas de voluntariado y una larga lista de reconocimientos.

Pero más allá de sus logros personales, ambas comparten una pasión particular por ayudar a los demás, no solo a sus compañeras en St. Mary’s Academy de Inglewood, sino también a miembros de la comunidad.

Miembros de la Clase 2025 de St. Mary’s, la escuela secundaria católica en funcionamiento continuo más antigua de la Arquidiócesis de Los Ángeles, Alatorre y Hernández planean seguir carreras en el área de la salud después de la universidad.

Ambas atribuyen gran parte de su éxito en esta escuela privada para mujeres al amor y al apoyo incondicional de sus padres. Y ambas aseguran que la fe sigue siendo parte central de sus vidas.

Jedesa Alatorre

Cuando Alatorre cursaba quinto grado en la escuela Inmaculada Concepción del centro de Los Ángeles, un ingeniero jubilado de la NASA visitó su clase.

“Jedesa le hizo una pregunta que lo dejó boquiabierto”, recuerda su padre, Sergio. “Le dijo que si alguna vez quería dedicarse a la ingeniería, haría lo que fuera necesario para ayudarla”.

Sus maestros sugerían que la hicieran avanzar de grado, pero sus padres no lo permitieron.

“Queríamos que viviera su infancia de la manera más normal posible”, dijo Sergio.

Él y su esposa, Denise, sabían que Jedesa tenía un talento académico especial. Aprendió a leer muy temprano y, cuando veía televisión, lo hacía casi exclusivamente con programas educativos.

“Siempre me encantó la escuela”, dijo Alatorre. “Crecí con padres muy alentadores y eso se volvió parte de mi identidad. Esforzarme me salía natural. Siempre he tenido una gran motivación propia. Y cuando llegué a la secundaria, también me involucré fuera del aula”.

Así fue. Pero empecemos por lo académico.

Alatorre fue la oradora principal (valedictorian) de St. Mary’s Academy y se graduó con un promedio ponderado de 4.65.

Como Hernández, participó en el programa Onward Scholars, una beca competitiva y programa de enriquecimiento para estudiantes con excelente rendimiento académico.

Michele Rice, directora del programa en St. Mary’s, recuerda haberla visto en un partido de vóleibol de bienvenida.

“La observé buscar un lugar junto al tutor de matemáticas de la escuela para repasar problemas de Cálculo AP entre porras para nuestro equipo”, dijo Rice.

Entre sus reconocimientos están: miembro de la Federación de Becas de California (CSF), de la Sociedad Nacional de Honor, becaria del Hispanic Scholarship Fund, Premio Nacional de Reconocimiento Hispano del College Board y AP Scholar con Distinción. Alatorre también cofundó y fue vicepresidenta del club “Girl Talk”.

Este club, explicó, es un espacio “donde florece la hermandad para contrarrestar un ambiente de grupos cerrados, promoviendo conversaciones abiertas sobre el cuidado personal y el empoderamiento femenino”.

Fuera del colegio, Alatorre ofreció más de 300 horas de voluntariado en el Instituto Ortopédico para Niños Luskin de Los Ángeles, donde brindó atención a jóvenes de bajos recursos.

También colaboró con el grupo juvenil Jeneration J del Centro Jenesse, donde organizó y dio charlas sobre abuso, salud mental y amor propio para jóvenes de minorías.

Estudiará biología humana en la Universidad de Stanford. Su meta es trabajar en medicina deportiva, y su sueño: ser médica del equipo Los Angeles Dodgers.

Haide Hernández, primera fila a la izquierda, y Jedesa Alatorre, quinta fila a la izquierda, posan con otros graduados de la St. Mary's Academy tras su ceremonia de graduación el 7 de junio. (Familia Alatorre)

Haide Hernandez

Entre las muchas actividades de Hernández en St. Mary’s estuvo su servicio como tutora de compañeras.

“Aprendo rápido, pero muchas veces veo que otras personas tienen más dificultades, así que les tiendo una mano y les ofrezco tutorías”, explicó.

Su infancia no fue sencilla. Hasta los ocho años, vivió con su familia en un garaje. Su papá tenía tres trabajos para que su mamá pudiera cuidar de ella y sus dos hermanos pequeños, Iván y Eddie.

“Mis padres me han mostrado lo que es el verdadero trabajo duro”, dijo Hernández. “Sus sacrificios y perseverancia son mi motor para superar cualquier reto”.

Y no solo los supera, los destroza: este mes, se graduó como subvaledictorian (segunda mejor promedio) con un GPA ponderado de 4.62.

Formó parte de organizaciones como The Academy Group, Thrive Scholars, la Sociedad Nacional de Honor de Secundaria y CSF.

En St. Mary’s integró el Consejo Estudiantil como vicepresidenta y secretaria, y presidió el Club de Anime.

“Saber que tengo dos hermanos menores que me miran como ejemplo me motiva a seguir luchando por el éxito”, dijo Hernández. “Quiero mostrarles que nada es imposible y ser alguien en quien puedan confiar”.

“Los amo profundamente. Son el mayor regalo que Dios me ha dado y han influido mucho en la persona que soy hoy, especialmente en mi disciplina y dedicación al estudio”.

Rice recuerda que, cuando Hernández se postuló a St. Mary’s, ella misma se encargó de todo el proceso: “Traducía los formularios para sus padres y completó los requisitos sola”.

“Su habilidad para expresarse por escrito y su devoción por la fe y su familia eran notables”.

Como Alatorre, Hernández también fue voluntaria en el Instituto Ortopédico Luskin.

Además, participó como interna en el programa de carreras en salud del Centro Médico MLK y fue tutora en la Urban Scholar Academy, donde brindó tutorías personalizadas de matemáticas e inglés a estudiantes de primaria locales.

Asistirá a la Universidad de Notre Dame y planea estudiar neurociencia o bioquímica con el objetivo de convertirse en neurocirujana.

Como hija de inmigrantes, dice que siempre ha estado marcada por los sueños de sus padres.

“El coraje que tuvieron para dejar a sus familias, su país, todo lo que conocían en busca de un futuro mejor para sus hijos, me inspira. Ver sus rostros iluminarse cuando mencionaban mi nombre en alguna premiación me llenaba de orgullo; sentía que estaba honrando sus sacrificios”.

Greg Hardesty
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Greg Hardesty

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