Debido al nombre que lleva, la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles es quizá el testimonio más visible en Los Ángeles de la maternidad de la Santísima Virgen María. Pero replegado a un lado de la catedral hay un tributo más discreto a la paternidad divina, una estatua en honor del compañero y asistente de María, San José.
La estatua de bronce del santo, creada por el escultor local Christopher Slatoff y encargada como regalo de jubilación del arzobispo emérito, el Cardenal Roger Mahony, ha sido un elemento fijo de la catedral desde 2011.
La estatua representa al patrono de los padres de familia, ante su banco de trabajo, dejando de lado su martillo y tomando en sus brazos al Niño Jesús. De este modo, se aleja de la mayoría de las representaciones tradicionales de San José Obrero. Muestra a San José, no en el acto de trabajar, sino en el momento de dejar de lado su trabajo para atender a su pequeño hijo.
Diez años después, el significado de la estatua, llamada “Adopción”, todavía está fresco para Slatoff.
“El niño Jesús se presenta allí mismo, y ahí está José dejando de lado su martillo y tomando en sus brazos el cuerpo de Cristo”, dijo Slatoff.
“Esto se asemeja casi al pesaje de las almas de San Miguel, ¿qué es mejor? Por supuesto, vas a acoger el cuerpo de Cristo”.
Más que una simple decisión entre dejar de trabajar para estar con la familia, Slatoff dice que “Adopción” es un intento de mostrar la belleza del lazo entre el padre adoptivo y el hijo adoptivo. Es un lazo con el que Slatoff puede identificarse: cuatro de sus cinco hijos son adoptados.
El mayor, Michael, tenía nueve años en el momento de su adopción. El hecho de haber sido adoptado a una mayor edad significaba que la adopción era más que un simple procedimiento legal, explicó Slatoff; fue, más bien, una elección mutua: “Yo seré tu hijo, tú serás mi padre.
Él tenía que estar de acuerdo con ello”.
A partir de ese momento, la relación de Slatoff con San José también cambió: ya no era solamente el padre adoptivo de Jesús, sino un ejemplo para su propia paternidad.
“No puedes señalar a ningún otro santo que haya representado de manera más significativa la idea de alguien que cría a un niño que no es genéticamente suyo”, dijo Slatoff.
“Sin duda, José reaccionó ante esto mejor que yo. Pero por eso tenemos santos, ¿no? ¿No es acaso para que podamos decir: ‘Ésta es mi experiencia? Cuento con alguien que lo hizo mejor y con el cual puedo identificarme’ ”.
En su trabajo de bronce, él representó la comunión, tanto en la mano que envuelve a Cristo Niño, como en el nudo del delantal de San José, intrincadamente esculpido y en la atadura que envuelve su martillo.
Incluso el banco de trabajo de San José le habla al espectador acerca del lazo familiar, pues es un símbolo de cómo Cristo ha extendido los vínculos de su familia a través de su vida, muerte y resurrección, de manera de incluir a toda la humanidad.
“Cualquiera que se siente en ese banco es parte de la Sagrada Familia”, dijo Slatoff. “¿Quieres una fotografía familiar con Dios? ¡Pues siéntate en el banco!”.
Sentarse y tomar una “fotografía familiar con Dios” no es algo meramente hipotético. Según Mons. Kevin Kostelnik, párroco fundador de la catedral, la obra fue creada con la intención de tener una dimensión interactiva.
“Ése fue el concepto que heredamos del Padre Richard Vosko”, explicó Mons. Kostelnik, refiriéndose a un sacerdote de la Diócesis de Albany, que en un tiempo se desempeñó como consultor de arte para la catedral. “Fue idea suya que el arte no debería ser algo que solamente habría de colocarse a ocho pies de altura en la pared y elevarse ante la vista de la gente para que ésta pudiera mirarlo, sino que debía de ser interactivo”.
A Mons. A Kostelnik le gusta señalar que incluso la ubicación de la estatua dentro de la extensa catedral cumple una función práctica para los padres: el ambulatorio norte, en donde fue colocada la estatua, es un lugar en el que los padres dejan frecuentemente sus carriolas o al que llevan durante la misa a los niños inquietos para que se calmen.
“El ambulatorio se convirtió en el espacio de pausa”, dijo Mons. Kostelnik, que, dicho sea de paso, es actualmente el párroco de la Iglesia San José, de Long Beach. “Y en ese espacio de pausa, los niños se familiarizaron mucho con esa estatua. Les encantó subirse al banco y les fascinó abrazar al niño Jesús”.
En pocas palabras, un espacio de pausa llegó a ser un espacio devocional.
Slatoff admitió que la oportunidad de hacer una escultura religiosa como “Adopción” ha estropeado para él su llamado arte “regular”.
“Si mi obra estuviera en un museo, podría ser vista probablemente tres veces al año por alguna persona destacada y especializada en arte”, dijo Slattoff. “¿Pero si está en una iglesia, si está en una plaza pública? Me refiero a personas que ven esa escultura una y otra y otra y otra vez”.
“Y si la obra es buena”, agrega, “la escultura sigue encontrándose con ellos en ese nivel en el que están en ese momento”.
La experiencia diría que la obra “Adopción” es buena. Desde el primer momento, cuando se le puso nombre a la estatua, ésta dio frutos tanto en la vida de los niños adoptados como en la vida de sus padres. Slatoff recuerda que cuando le dijo por primera vez a su hijo mayor el nombre de la estatua, el niño rompió en lágrimas.
Para otros, como una estudiante a la que Slatoff le dio clases, en su papel de artista en residencia en el Fuller Theological Seminary, la estatua le transmite algo más sereno.
La estudiante quería hablar del asunto de su adopción con sus padres, que dudaban en abordar el tema. Entonces, en lugar de intentar iniciar una conversación difícil, ella los invitó a ver cierta estatua en la catedral.
“Fue una oportunidad para no tener que usar las palabras”, explicó Slatoff. “Eso es lo maravilloso de las obras de arte; ellas sencillamente te impulsan e incitan sin tener que pasar por los muy crudos métodos de tener que usar palabras para hablar”.
Como un padre que se lamenta de lo rápido que han crecido sus hijos pequeños, el hecho de que “Adopciónn” ya tenga 10 años le parece impactante a Slatoff. Pero él ve el hecho de que el aniversario coincida con el recién proclamado “Año de San José”, como una invitación a revisar su relación con el popular patrono.
“Ahora que estoy llegando a los sesenta, la idea de que José es el santo patrono de la buena muerte fue algo así como ‘¡Oh, Dios mío!’ '”, dijo Slatoff. “Y estoy pensando en cómo mis hijos van a tener que lidiar con un escultor senil, viejo y testarudo”.