El Arzobispo José H. Gomez solicita que los sacerdotes de la Arquidiócesis de Los Ángeles reciban la vacuna contra el coronavirus.
“Vacunarse es un gesto de nuestra ternura y compasión sacerdotal por nuestro pueblo, especialmente por aquellos que están asustados y por los que son más vulnerables”, escribió en una carta del 21 de septiembre, dirigida a los sacerdotes de Los Ángeles.
Al llamar a la actual pandemia “una cruz que todos debemos cargar”, el Arzobispo Gomez señaló que, sin la vacunación los gobiernos locales les prohíben a los sacerdotes el ejercer su ministerio en hospitales e instituciones de atención a la salud.
Señaló también los continuos casos de infección que hay a lo largo de toda la arquidiócesis y el hecho de que muchos feligreses “siguen preocupados y temerosos por esta enfermedad mortal”.
El hecho de estar vacunados, dijo, les dará a estas personas “la tranquilidad de saber que pueden confiar en que los ministros de la Iglesia velarán por su salud y su bienestar, al igual que por sus necesidades espirituales”.
A continuación, la carta completa del Arzobispo:
21 de septiembre de 2021
Mis queridos hermanos sacerdotes,
Ustedes están de manera especial en mis oraciones ahora que estamos iniciando nuestro Año Jubilar para marcar la fundación de la Misión San Gabriel Arcángel por San Junípero Serra y por el pueblo Tongva, hace 250 años.
Estaba yo pensando en algo que dijo el Papa Francisco cuando canonizó a San Junípero Serra:
“Supo vivir lo que es ‘la Iglesia en salida’, esta Iglesia que sabe salir e ir por los caminos, para compartir la ternura reconciliadora de Dios. Junípero Serra… Aprendió a gestar y a acompañar la vida de Dios en los rostros de los que iba encontrando, haciéndolos sus hermanos”.
Ésta es una hermosa descripción de lo que significa ser sacerdote. Como sacerdotes, estamos llamados a estar cerca de nuestro pueblo, a cuidarlo con “ternura reconciliadora”, llevándoles la misericordia de Dios y la esperanza que proviene de conocer a Jesucristo.
La pandemia del coronavirus sigue siendo una cruz que todos debemos cargar.
Como ustedes saben, mucha de nuestra gente sigue preocupada y atemorizada por esta enfermedad mortal. Tienen miedo por ellos mismos, por sus hijos y por sus seres queridos, especialmente por sus familiares ancianos. Y como también sabemos, muchos de nuestros hermanos y hermanas todavía están infectados y hospitalizados con la enfermedad, especialmente los que no han sido vacunados.
Por eso creo que es tan importante que todo sacerdote esté vacunado contra el coronavirus. Tiene sentido por una cuestión de salud y de seguridad públicas. Prácticamente, es muy difícil desempeñar un ministerio en los hospitales u otras instituciones de atención a la salud si no estamos vacunados. También es muy importante que estemos vacunados para poder llevar la Sagrada Comunión a los enfermos o a quienes están confinados en sus hogares.
Vacunarnos es un gesto de nuestra ternura y compasión sacerdotal por nuestro pueblo, especialmente por los que tienen miedo y por los más vulnerables. Para un sacerdote, vacunarse es una obra de misericordia. Es algo que le proporcionará a nuestra gente la tranquilidad de saber que pueden confiar en que los ministros de la Iglesia velarán por su salud y su bienestar, al igual que por sus necesidades espirituales. Es algo que ayuda a proteger a aquellos a quienes servimos, así como a los que amamos y a aquellos con quienes vivimos.
Hermanos míos, ahora más que nunca, nuestro pueblo necesita de la Iglesia y de sus sacerdotes. En tiempos de enfermedad y de muerte, la palabra de vida es nuestro sostén. Con nuestro testimonio, debemos ayudar a que nuestro pueblo experimente el tierno amor de Cristo por cada persona, el poder de su cruz, la promesa de su resurrección.
Así, que los aliento, hermanos, a que si aún no se han vacunado, por favor lo hagan. Es fácil programar una cita. Consulten su farmacia local o myturn.ca.gov o Vaccines.gov o llamen al 1-833-422-4255.
Oren por mí y yo seguiré orando por ustedes. Y que nuestra Santísima Madre María nos ayude a cada uno de nosotros a ser sacerdotes cada vez más santos y valientes para su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.
Excelentísimo Monseñor José H. Gomez
Arzobispo de Los Ángeles