En sus propias y humildes palabras, John August Swanson se refirió una vez a su distintiva obra de arte narrativa como “mi acto más social”.
Brillantes y sencillas, brindando un contexto visual para las historias bíblicas y los temas de la justicia a través del acrílico, óleo, acuarela y técnicas mixtas, las atractivas impresiones del nativo de Los Ángeles se volvieron familiares para quienes, a lo largo de los años, visitaron exhibiciones de arte en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles, para los que se acercaron a él en su puesto de vendedores del Congreso de Educación Religiosa, o para los que simplemente admiraron las portadas de las publicaciones impresas en inglés y español, de la Arquidiócesis de Los Ángeles.
Después de una lucha contra la insuficiencia cardíaca congestiva, Swanson murió en la madrugada del jueves 23 de septiembre, en el Centro de Retiro y Atención St. John of God, en el área de Jefferson Park, en Los Ángeles. Tenía 83 años.
Las galardonadas serigrafías, litografías y estampados giclée de Swanson tuvieron repercusión durante más de 50 años, tanto a nivel mundial como local. Su pintura titulada “La Procesión” se encuentra en la Colección de Arte Religioso Moderno del Museo Vaticano. Otros se encuentran en galerías de Londres y París. Sus obras se encuentran en los Museos Nacionales de Historia Estadounidense, de Arte Estadounidense y en el del Aire y el Espacio, de la Institución Smithsonian. Su pintura “Entry Into the City”, que ilustra un artículo titulado “Quién era Jesús”, fue utilizada para la portada del número de diciembre de 1994 de la revista Life y se exhibe en la Universidad de Notre Dame.
La edición de agosto de 2021 del “Catholic Agitator” de Los Angeles Catholic Worker utilizó el cartel de Swanson, “Canción de la paz mundial”, elaborado en 2020, para la portada de un número dedicado a la no violencia. The Catholic Worker tiene casi una docena de obras de Swanson en sus instalaciones comunitarias.
Cecilia González-Andrieu, profesora de teología y estética teológica en la Universidad Loyola Marymount, es una autoproclamada erudita en Swanson, que ha trabajado en proyectos relacionados con su arte y con su vida. Ella fue también su vecina —ambos vivían cerca del campus de LMU— y lo considera “el ser humano más generoso que he conocido”.
“Él escuchaba con atención la historia del médico que lo atendía y del conserje que limpiaba los pisos; ambos eran igualmente valiosos para él”, le dice González-Andrieu a Ángelus. “Él eligió trabajar en serigrafías para que su arte pudiera estar disponible para más personas, no sólo para los museos y coleccionistas con grandes presupuestos, sino para todos, y regaló muchas de sus obras. Él creía en un Dios de absoluta abundancia que se hacía presente en el milagro de una manzana de su árbol, en el misterio de la cercanía eucarística con lo divino y, sobre todo, en la cercanía de unos con otros”.
Swanson había sido un orador invitado habitual de la clase de González-Andrieu, “El encuentro con Cristo en la fe y en el arte”, y su obra aparece en el libro de ella: “Bridge to Wonder: Art as the Gospel of Beauty”, del año 2012.
Swanson, nacido el 11 de enero de 1938 en el área de Boyle Heights, de Los Ángeles, tenía una madre mexicana que se dedicaba a la costura y un padre sueco que fue vendedor de verduras, ambos en busca de un futuro mejor. Su padre acabó estando ausente de su vida, y Swanson creció con su abuela, su madre y su hermana mayor, quienes le transmitieron la fe católica a través de la tradición mexicana.
Luchó contra la dislexia y finalmente dejó la escuela secundaria. A la edad de 15 años y con el deseo de convertirse en un hermano religioso al servicio de los pobres, solicitó ingresar en un monasterio de Ohio, pero fue enviado a casa después de un año.
Emprendió el camino hacia el campus de la Universidad Loyola, de Westchester, a finales de la década de 1950, con la nueva aspiración de convertirse en médico. Y no pudo completar sus cursos.
Cuando tenía poco más de 30 años, todavía buscando un significado para su vida y después de haber aceptado un trabajo nocturno en una fábrica de pintura, se inscribió en una clase de arte centrada en la rotulación y el grabado, ofrecida por la hermana Corita Kent, en el Immaculate Heart College. Las vibrantes serigrafías de ella, de la década de 1960, se centraban en la paz y la justicia social en relación a la pobreza, el racismo y la guerra, y recibieron aclamación internacional.
En su sitio web JohnAugustSwanson.com, su estilo único, que recurre a la película de Mylar, al estarcido y a la serigrafía, se describe como “detallado, complejo y elaborado. Está influenciado por la imaginería de las miniaturas islámicas y medievales, por la iconografía rusa, por el color del arte popular latinoamericano y por la tradición de los muralistas mexicanos... Todas sus parábolas abordan con optimismo, la vida y la transformación espiritual de uno mismo”.
Pueden encontrarse hasta 89 colores de tintas transparentes y opacas en una de sus serigrafías hechas a mano. En 2005, Swanson fue uno de los primeros 33 galardonados —junto con el Papa Juan Pablo II y el Obispo Desmond Tutu— del Premio de Justicia Social Madre Teresa, reconociendo sus “logros que embellecen el mundo”.
Hasta su enfermedad final, a Swanson se le podía encontrar, temprano en la mañana, en la misa diaria de LMU y tocaba el violín en las liturgias más importantes.
El 31 de agosto, la Universidad Loyola Marymount reconoció el trabajo de Swanson con el premio presidencial de LMU, una proclamación enmarcada del presidente Timothy Law Snyder y el más alto reconocimiento sin título que esta universidad puede otorgar.
“Este es un momento muy emocionante en mi vida; el hecho de que alguien haya reconocido este aspecto”, respondió Swanson en una nota escrita a mano. “El ser considerado no sólo en una categoría sino también en otras, no sólo dentro del arte, sino también por mi trabajo a favor de la justicia y de la fe”.
Los arreglos funerarios dependen de la terminación de la capilla renovada de St. Camillus Center, que contará con una gran colección de sus obras. En lugar de flores, se pueden hacer donaciones al Centro de Atención Espiritual St. Camillus o a un centro de hospitalidad local de Trabajadores Católicos.