Aunque tiene un siglo de recuerdos de donde elegir, uno que siempre hará reír a Emile Adams Jr., de 99 años de edad, empezó cuando él recibió una llamada telefónica bastante desesperada de su hija, Lillian.
“Se había ido la luz en mi casa”, dice ella. “Tenía seis hijos, tres varones bañándose, un bebé en la cuna, dos niñas correteando por todos lados y [mi esposo] Frank estaba en el trabajo. No pude entender el funcionamiento de la caja de fusibles, así que le llamé a mi papá y él llegó a la casa en unos cuantos minutos.
“En el momento en que él entró a la casa, puso sus brazos sobre su cabeza y dijo: ‘¡Hágase la luz!’ ¡Y las luces se encendieron! Todos lo miramos fijamente durante un momento y luego mi hija Robyn le dijo a su hermana Renee: “Mira, Renee, te dije que papá era Dios”. (Suponemos que Renee asintió, corroborándolo).
Aunque uno puede perdonar el orgullo de una nieta, la verdad es que la gente parece reconocer que hay algo diferente en Adams. Sólo hay que preguntárselo a los feligreses de la iglesia de Sta. Bernadette, de Baldwin Hills, a donde Adams ha asistido desde 1972 y en donde empezó su ministerio como diácono en 1979.
“Emile es una de esas personas que conoces y que sencillamente encarna la bondad”, dijo el diácono Jim Carper, director de vida parroquial de la iglesia de Sta. Bernadette.
El llamado al diaconado vino cuando Adams tenía ya poco más de 50 años.
“Había un puesto de diácono disponible y el párroco de la iglesia de Sta. Bernadette me recomendó para él”, dijo Adams. “Me dijo que yo era la primera persona que le vino a la mente”.
Eso fue hace más de 40 años. Ahora tiene 99 años y tiene fama de ser el diácono activo más antiguo del país, aunque ese título no sea algo que realmente le importe. Lo importante para Adams es que su comunidad parroquial puede contar con él.
Lo que cuenta es quién él es, no como diácono, sino como hombre, y el motivo por el cual la anécdota de: “¡Hágase la luz!” no sólo es divertida, sino instructiva. En primer lugar, que conste que, Adams dice que él sólo estaba bromeando cuando les dio la orden a las luce,s y que quedó “tan sorprendido como todos los demás cuando éstas se encendieron”, atribuyendo el asunto a una extraña coincidencia.
Lo que no es coincidencia es que él se presentó a ayudar y lo hizo rápidamente. Adams cree que es a través de actos de servicio como mejor muestra su amor y el amor de Cristo. Al leer eso, puede suponerse que Adams vive su vida de acuerdo al pasaje de Santiago en donde se nos anima a “poner en práctica la palabra y a no limitarnos sólo a oírla”. Pero quienes conocen bien a Adams saben que hay otra frase que lo guía.
“Su lema es, ‘Si alguien me pide que haga algo, entonces ha de ser necesario hacerlo’ ”, dice Carper.
El “hacer” puede ir desde servir en la Misa hasta preparar sándwiches para las personas sin hogar cinco días a la semana; desde celebrar funerales y bodas, hasta dirigir el ministerio de duelo de la parroquia.
A Lillian le gusta narrar la historia de cómo le pidieron a su papá que prestara su servicio como voluntario en el Tribunal Metropolitano de la Arquidiócesis de Los Ángeles durante algunas semanas. Y terminó trabajando como voluntario allí tres días a la semana durante los siguientes 28 años, ayudando a manejar casos de “nulidad por defecto de forma”.
“Yo siempre quiero estar ahí para ayudar” dice Adams.
Aun cuando nadie esperaría que él lo hiciera. Dos semanas después de la muerte de Anona, su esposa, con quien llevaba 58 años de casado, él le dijo a Lillian que asistiría al funeral de un amigo diácono. Cuando Lillian le dijo que nadie esperaría que él fuera, dada su edad y su reciente pérdida, él le dijo que tenía que ir para estar allí para apoyar a la esposa de su amigo.
“A pesar de que él estaba sufriendo por haber perdido a su esposa, quería estar allí porque sabía que la esposa de su amigo estaría sufriendo”, dice Lillian.
Emile y Anona, juntos, le dieron inicio a los programas de servicio cristiano y duelo de la iglesia de Sta. Bernadette. Cuando ella murió, Lillian intervino para prestar sus servicios a los pacientes moribundos y a sus familias. Para Adams era importante que “nadie muriera solo”, pero eso, en muchos casos, se ha vuelto imposible debido a las regulaciones relativas a la pandemia de COVID-19.
“El hecho de no poder tener un servicio religioso [funeral] cambió las cosas, así como también el que la gente tenga que ir directamente al cementerio”, dijo Emile. “Sí, ha sido muy difícil para la gente, me han dicho que les gustaría tener la ceremonia religiosa, tener un cierre. Esto lo ha hecho muy difícil”.
Tanto, que, en un momento dado, Lillian tuvo que decirle a su padre que ella necesitaría de un descanso.
“Le dije, ‘Papá, esto es demasiado’ ”, dijo Lillian. “Él dijo: ‘Pero Lillian, la gente nos necesita’ ”.
Y han seguido estando ahí presentes, con la gente. Hasta el momento en que el COVID-19 cerró las puertas de su iglesia hace un año, Adams todavía asistía a Misa todos los domingos. Desde entonces, ha estado dirigiendo a través de Zoom las sesiones del rosario y el Vía Crucis (durante la Cuaresma) para los feligreses.
Adams tiene la intención de seguir “estando allí” durante bastante tiempo. Pregúntenle por el secreto de su longevidad y él dice que no hace realmente nada especial.
“Yo no vivo en el pasado”, dijo. “Aprendo de él y sigo adelante”.
Por supuesto, probablemente tenemos mucho más que aprender de él. Como dijo Carper, “Hay un aura en ese hombre. Un edificio podría estarse cayendo y él permanecería en calma”.
Y luego probablemente se ofrecería como voluntario para recoger los pedazos.
“Sí, definitivamente”, dice Carper, riendo. “Los diáconos son llamados ‘hombres de servicio’. Emile es la encarnación de eso”.