Durante los fines de semana de abril, la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe en Santa Bárbara se ha teñido de azul.
Para conmemorar el Mes de la Prevención del Abuso Infantil, luces azules iluminan el exterior del templo y listones azules decoran los árboles y puertas de la parroquia, ubicada en el este de la ciudad y con una feligresía mayoritariamente hispanohablante compuesta por unas 3,000 familias. Los estudiantes de confirmación también celebran un “Día de Vestirse de Azul”.
La pareja detrás de estas decoraciones y eventos es Anthony Rodríguez y su esposa, Bianca, feligreses de Nuestra Señora de Guadalupe desde el año 2000, cuando se casaron.
Ambos fueron víctimas de abuso sexual infantil.
Rodríguez ha hecho de su misión animar a los niños a hablar y denunciar, visitando parroquias en toda la Arquidiócesis de Los Ángeles para compartir su testimonio y mostrar un video producido por un cineasta independiente que narra su camino de víctima a sobreviviente.
“Necesito asegurarme de que estos niños sepan que pueden decir algo”, expresó.
El 1 de abril, la Junta de Supervisores del Condado de Santa Bárbara emitió una proclamación en honor a Rodríguez y a la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe por sus esfuerzos para visibilizar el abuso sexual infantil y la necesidad de prevenirlo y alentar a las víctimas a denunciar.
“La prevención del abuso infantil no es solo una causa que apoyo: es mi historia”, dijo Rodríguez al aceptar la proclamación, patrocinada por el supervisor Roy Lee.

Anthony Rodríguez y su esposa, Bianca, ambos con gafas de sol, posan con estudiantes de confirmación de Nuestra Señora de Guadalupe durante un evento de la Fundación Americana para la Prevención del Suicidio. (Anthony Rodriguez)
“Fui una vez una víctima, cargando en silencio con las cicatrices de mis experiencias. Hoy soy un sobreviviente. Y de esa sobrevivencia nació una promesa: la promesa de no guardar silencio nunca más, la promesa de ser la voz de quienes sienten que no tienen una, y de luchar por cada niño que merece sentirse seguro, amado y valorado”.
Añadió: “Este trabajo no termina con una persona o un momento. Nos necesita a todos: nuestra compasión, compromiso y nuestras voces. Y yo creo que juntos, podemos lograrlo”.
Rodríguez luego entregó pines conmemorativos a los supervisores para que los usaran.
Tenía cinco años cuando su tío comenzó a abusar sexualmente de él, poco después de que su padre —adicto a las drogas y alcohólico— muriera de un infarto a los 35 años.
El abuso se prolongó durante una década.
Durante años, Rodríguez, hijo único, guardó silencio. Se unió a una pandilla a los 12 años y fue internado en una unidad psiquiátrica en tres ocasiones. Tenía 15 años cuando el abuso terminó, luego de contarle a su madre quién era su agresor, un tío que huyó a México tras ser confrontado.
“Mi mamá me creyó”, recordó Rodríguez. “Muchos niños no tienen a alguien que les crea. Ella lo tomó muy mal. Yo no decía nada por miedo”.
Las secuelas del abuso continuaron.
A los 16 años, intentó suicidarse con una sobredosis de cocaína y metanfetamina. Quería que su corazón se detuviera.
No fue hasta los 24, después de conocer a Bianca, que comenzó su camino hacia la sanación.
Hoy, Rodríguez está decidido a hablar de su experiencia para que otras víctimas tengan el valor de denunciar.
Recordó a una joven que escuchó su testimonio en una parroquia. Dos años después, lo invitó a su casa con sus padres presentes para contarle que había sido abusada sexualmente. Se presentó un informe policial.
Poco después, la madre y la abuela de la joven le confesaron a Rodríguez que también habían sido víctimas del mismo agresor.
“El esposo de la hermana de la abuela abusó de las tres generaciones”, relató Rodríguez.
En la parroquia, la campaña de prevención incluyó también un muro de mensajes con tiza donde los feligreses compartieron ideas para prevenir el abuso infantil.
Todas las parroquias de la Arquidiócesis de Los Ángeles están obligadas a tener Comités de Protección de Menores (Safeguard the Children), una iniciativa que nació tras el escándalo de abusos sexuales del clero hace más de 20 años.
Rodríguez y Bianca son copresidentes desde hace muchos años del comité en Nuestra Señora de Guadalupe, cuya campaña arquidiocesana este año lleva el lema: “Mantener a los niños seguros hoy, mañana y siempre”.
Rodríguez, quien trabaja como especialista en operaciones y servicios de emergencia para el Banco de Alimentos del Condado de Santa Bárbara, también colabora con la Asociación Glendon, una organización local que busca prevenir el suicidio, el abuso infantil, la violencia y las relaciones conflictivas.
Además, es miembro activo de la Fundación Americana para la Prevención del Suicidio.
En 2013, el periódico Santa Barbara Independent lo reconoció como “héroe local”, y en 2015, el Ayuntamiento de Santa Bárbara lo homenajeó por sus esfuerzos en la lucha contra el abuso sexual infantil.
“Anthony ha sido constante en compartir su testimonio, no solo aquí, sino en otras parroquias de la arquidiócesis y organizaciones de la comunidad en general”, dijo el padre Pedro J. López, párroco de Nuestra Señora de Guadalupe desde hace 10 años.
Durante su discurso ante la Junta de Supervisores, Rodríguez dijo sobre su parroquia: “Nos esforzamos por proteger a los niños, educar a los demás y defender sus derechos con valentía y determinación. Como comunidad, es nuestra responsabilidad compartida asegurar que cada niño pueda soñar sin miedo, crecer sin daño y prosperar sin obstáculos”.
En entrevista, agregó: “Estoy convencido de que si este programa [Safeguard the Children] hubiera existido para mi mamá cuando yo era niño, todo habría sido distinto. Antes nadie hablaba de esto. Estos niños dependen de los adultos, y nosotros tenemos que ser sus ojos, oídos y voz.”