Jessica Jaramillo, maestra de la escuela St. Dominic Savio, de Bellflower, considera que su deber no es sólo dar clases, sino también ilustrar a sus alumnos sobre las posibilidades que ellos tienen para el futuro. Por eso dice que nunca pierde la oportunidad de recordarles la importancia de una educación universitaria.

Sí, ya sea durante la limpieza, después de pintar con los dedos o cuando se preparan para la presentación verbal de objetos, Jaramillo se asegura de que sus estudiantes estén bien conscientes de la existencia de la universidad.

Y, por cierto, Jaramillo da clases en un kinder.


Jessica Jaramillo con Gary y Marjorie Krauss, los fundadores de Ascending Lights.

Si usted cree que es un poco temprano para hablar de la vida universitaria, Jaramillo le dirá que algunos niños nunca escuchan hablar de la universidad. Ella lo sabe, porque ella fue una de ellas. Para ella la universidad no era una posibilidad cuando iba creciendo; no pasaba de ser algo meramente existente.

“Yo crecí en Los Ángeles, en un hogar de escasos ingresos, mis padres siempre se aseguraban de que obtuviéramos buenas calificaciones, pero nunca se hablaba de la universidad”, dice. “Ni siquiera se me ocurría querer ir a la universidad porque realmente no sabía qué era ni cómo llegar ahí”.

Actualmente, Jaramillo no sólo está graduada de la universidad, sino que también tiene una maestría de Loyola Marymount, un increíble giro de fortuna propiciado por una organización que durante tres décadas ha estado ayudando a moldear historias como la de ella.

Ascending Lights, que fue formada en 1992, ofrece becas a colegios universitarios y apoyo financiero a estudiantes que probablemente no podrían tener acceso a una educación superior. Una vez que los estudiantes llegan al colegio universitario, Ascending Lights les ofrece una asesoría personalizada a esos estudiantes, lo cual ayuda a asegurar que tengan éxito.

Y llegan a tenerlo.

Estudiantes de Ascending Lights en un evento de capacitación de liderazgo cristiano en el Centro de Evangelización De Paul, en Montebello, en 2014.

El ochenta y tres por ciento de los estudiantes de Ascending Lights terminan obteniendo el título de asociado en artes, y de ésos, el 81% se transfieren a universidades de cuatro años. Al momento de escribir este artículo, 82 estudiantes de Ascending Lights han obtenido una licenciatura y 16, entre ellos, Jaramillo, tienen una maestría.

Es un récord excepcional de éxito que brotó de las profundidades de la historia local. Fue en 1992, a raíz de los disturbios civiles de Rodney King cuando el católico converso Gary Krauss y su esposa, Marjorie, decidieron que tenían que hacer algo para ayudar a salir adelante a los niños desatendidos y frecuentemente relegados que viven en las áreas más pobres, y que a veces son las más violentas de Los Ángeles.

Su solución fue la educación, que, francamente, no era una nueva solución. Los números hablan con bastante claridad respecto a que, cuanto más avancen educativamente los estudiantes, más probable es que tengan un éxito económico. Lo que distinguió al enfoque de Krauss provino de una conversación que tuvo con el obispo David O’Connell, que en aquel tiempo era párroco de la iglesia St. Frances Cabrini, del sur de Los Ángeles.

Jessica Jaramillo con su tutora, Esi Mathis.

“Él nos dijo que teníamos que hacer un par de cosas”, dice Krauss, que renunció a un trabajo de alto nivel en el mundo empresarial para dirigir esta organización benéfica. “Primero, considerar los colegios universitarios que con frecuencia no se consideran como una posibilidad, porque la gente tiende a enfocarse en las universidades [de cuatro años]. Pero los colegios universitarios son un recurso excelente”.

El obispo O’Connell también les dijo que el simple hecho de llevar a los niños de las áreas más pobres al colegio universitario estaba probablemente condenado al fracaso, ya que prácticamente todos provenían de ambientes socioeconómicos que no podían respaldar el compromiso necesario de varios años que se requiere para tener éxito en ese tipo de estudios.

Les dijo que las becas que ellos ofrecían no solamente tendrían que cubrir la colegiatura y los libros, sino también los materiales necesarios, las computadoras y los elementos esenciales, como son el transporte y la comida.

“Probablemente lo más importante fue que nos dijo que la otra cosa que teníamos que hacer era proporcionarles tutores a estos niños”, dijo Krauss. “Tutores que pudieran ayudarlos a lo largo de todo el proceso, porque la mayoría de ellos provienen de ambientes que no comprenden la educación superior”.

De hecho, son los tutores quienes son la clave y la pieza fundamental en lo que Krauss llama el enfoque “de visión general” de Ascending Lights. La organización ha trabajado por lo menos con 28 parroquias de áreas urbanas de la Arquidiócesis de Los Ángeles, y con docenas de iglesias de otras denominaciones, para identificar candidatos para el programa que “demuestren una fe cristiana auténtica y fuertes habilidades de liderazgo”.

Una vez identificados, los estudiantes son puestos en contacto con tutores que no sólo les proporcionan tutoría, sino que se convierten en consejeros y personas que los apoyan de por vida.

Missy Griffin ha sido tutora de Ascending Lights durante 15 años. Aunque su licenciatura en matemáticas es útil para su tutoría, dado que la mayoría de sus estudiantes requieren de ayuda en esa área, ella inmediatamente vio que sus deberes se extenderían mucho más allá del salón de clases.

“Si hay una crisis familiar, si algo sucede en el trabajo o en el hogar y no lo abordas, eso perturba todo lo demás”, dice Griffin. “Ascending Lights quiere que asumas un enfoque holístico.

“Muchos de nuestros estudiantes tienen trabajos de horarios prolongados y también se espera que ayuden en casa, tal vez que proporcionen cuidados infantiles. Los desafíos que enfrentan, lo que tienen que superar, requiere de mucha determinación y valor; yo realmente los admiro y he aprendido mucho de verlos. Por eso ellos merecen tener a alguien que esté dispuesto a defenderlos, a ayudarlos a recorrer sus trayectos educativos y que esté dispuesto a animarlos”.

Y el aliento que se les ofrece nunca termina. Jaramillo dijo que su tutora, Esi Mathis, siempre ha estado ahí para ella, ofreciéndole no sólo consejos académicos, sino también “asesorándola sobre la vida”. Los dos hablaban no sólo sobre clases y trabajos, sino también sobre asuntos familiares y relaciones.

“Ella siempre ha estado a una llamada de distancia”, dice Jaramillo. “Siempre me remitía yo a ella, y ella siempre ha sabido qué decir, siempre tuvo algo qué decirme. Desde el principio fue algo más allá de lo académico, era como si yo tuviera otra mejor amiga. Ella me ayudó a desafiarme a mí misma y, en último término, a crecer”.

Y Mathis, junto con los Krauss, han sido testigos del desarrollo de Jaramillo: han estado presentes en su graduación de Loyola Marymount, en su boda e incluso en el bautizo de su hijo.

“Es como tener unos padres extra”, dice Jaramillo.” [Ascending Lights] fue planeado para la universidad, pero termina siendo algo que te sigue durante toda la vida”.

Para obtener más información sobre Ascending Lights, visite su sitio web en ascendinglights.org.