Rosa Bonilla, derecha, y su esposo, Carlos, saludan al Papa León XIV durante una audiencia privada con el Consejo Nacional Católico para el Ministerio Hispano.
Rosa Bonilla, derecha, y su esposo, Carlos, saludan al Papa León XIV durante una audiencia privada con el Consejo Nacional Católico para el Ministerio Hispano.
Cuando Rosa Bonilla estrechó la mano del Papa León XIV, se quedó casi sin palabras —tanto en inglés como en español—.
“Cuando le tomé la mano”, contó Bonilla, “mi corazón latía con fuerza. Fue muy emocionante.”
Bonilla, asistente pastoral en la parroquia Dolores Mission en Boyle Heights, viajó a Roma para participar en la peregrinación del Jubileo de los Migrantes, del 1 al 8 de octubre.
Inmigrante salvadoreña que llegó a Estados Unidos en 2001, Bonilla y su esposo, Carlos, formaron parte de una delegación de 100 personas de diócesis estadounidenses organizada por el Consejo Nacional Católico para el Ministerio Hispano, que visitó el Vaticano en apoyo y oración por los migrantes, especialmente aquellos que viven con miedo o enfrentan la deportación.
Rosa Bonilla, izquierda, y su esposo, Carlos, en la Plaza de San Pedro durante la Misa del Jubileo de los Migrantes presidida por el Papa León XIV en Roma, el 5 de octubre. (Ellie Hidalgo)
Cuando por fin pudo hablar, Bonilla agradeció al papa por su apoyo a los migrantes y le ofreció oraciones en nombre de su comunidad parroquial.
“Le dije: ‘Santo Padre, mi pequeña iglesia de Dolores Mission en Los Ángeles, California, está orando por usted. Gracias por estar con nosotros, por caminar con nuestras familias y comunidades inmigrantes.’”
La delegación, que representaba a casi 60 diócesis de todo el país, se llevó una grata sorpresa al recibir una audiencia privada con el Papa León, quien les preguntó en qué idioma querían escucharlo. Todos respondieron: “¡En español!”
En su mensaje, el Papa elogió al grupo por el trabajo que realiza acompañando a las familias migrantes en su fe y apoyándolas en momentos de sufrimiento.
“Ustedes, en el servicio que ofrecen en su ministerio, son un testimonio claro de algo muy importante, quizá especialmente en Estados Unidos, pero también en todo el mundo —un mundo que sufre tanto por la guerra, la violencia y el odio—”, dijo el papa.
“Gracias por todo lo que hacen.”
Rosa Bonilla, derecha, y su esposo, Carlos, posan frente a la escultura “Ángeles sin saberlo” en la Plaza de San Pedro en Roma. (Ellie Hidalgo)
Cuando Bonilla llegó a Estados Unidos con su esposo y sus tres hijos, enfrentó las mismas dificultades que muchos inmigrantes: dejó atrás a sus padres y hermanos, tuvo que aprender un nuevo idioma y trabajar mientras criaba a sus hijos.
Viviendo a pocas cuadras de la parroquia Dolores Mission, comenzó como voluntaria catequista y luego fue contratada a tiempo parcial.
Con los años, se ha convertido en una figura clave de la comunidad parroquial y del vecindario. Por su propia experiencia, y tras la peregrinación y el encuentro con el Papa León, siente que puede tener un impacto positivo ayudando a otros inmigrantes a enfrentar los desafíos actuales.
“Creo que tengo más esperanza”, dijo Bonilla. “Quiero seguir trabajando con la comunidad, diciéndoles que no estamos solos. Ellos no están solos.
“Somos una Iglesia que ora unida y trabaja unida por un futuro mejor, por una vida mejor en nuestras comunidades y nuestras familias.”