Luke Figueroa se fijó en una jardinera que estaban llenando de tierra afuera de la escuela St. Frances Xavier Cabrini y le vino a la mente una abundancia de vegetales.
Y un fresco acompañamiento para su cena.

“Ya tengo una planta lista; es una de ejotes”, dijo Figueroa, de 10 años, que vive cerca de la escuela parroquial, en South Los Angeles. “La hemos estado viendo germinar.

“Cuando los ejotes estén listos, nos los vamos a comer, con mantequilla y sal”.

Él fue uno más, entre el hervidero de niños de la escuela Cabrini, que hace poco prepararon a toda prisa ocho jardineras, casi duplicando, con esto, el tamaño del jardín de la escuela parroquial en una región que está, en gran parte, desprovista de supermercados y de vegetales frescos.

El Jardín Cabrini se cuenta entre un creciente número de pequeños edenes que brotan de las escuelas parroquiales, acompañados por un programa de estudios diseñado para fomentar la salud, la nutrición y el amor por la naturaleza, así como también por los vegetales.

Un par de alumnos de tercer grado de St. Frances Cabrini trabajando en su jardín. (Foto: Adrián Flores)

Ocho jardines, financiados por la Arquidiócesis de Los Ángeles y administrados por Catholic Charities, de Los Ángeles, crecen en jardineras de madera repletas de tomates y otras verduras, así como también de hierbas y especias.

Cada oasis sobre el suelo —que le costó $ 5,000 a la escuela Cabrini más $ 1,000 para su reciente expansión— fue apoyado por el programa Rice Bowl de Catholic Relief Services.

Han surgido jardines y programas de enseñanza similares en la escuela primaria Sacred Heart, de Lincoln Heights, en la escuela St. Ignatius of Loyola, de Highland Park; en la escuela St. John Chrysostom, de Inglewood; en la escuela St. Joseph, de Hawthorne; en la escuela St. Joseph, de Pomona; en la escuela St. Thomas Aquinas, de Monterey Park y en el St. Margaret's Center, de Lennox.

“Hemos financiado ocho jardines parroquiales, inclusive uno en South Los Angeles, que es una zona desatendida y considerada un ‘desierto alimentario’ debido a la escasez de supermercados”, dijo Adrián Flores, director asociado de la Oficina Arquidiocesana de la Vida, la Justicia y la Paz. “El programa les enseña a los niños el tema de la nutrición alimentaria y de cómo cuidar los jardines”.

“Esto es algo fácil que los niños pueden llevar a casa, a sus familias”.

Un desierto alimentario que es vivificado

La iglesia St. Frances Xavier Cabrini, que en un tiempo estuvo funcionando desde un local de barbacoa del vecindario, fue fundada hace 75 años y lleva el nombre de la primera ciudadana estadounidense en ser canonizada, que ha sido constituida como santa patrona de todos los inmigrantes. Su escuela parroquial fue abierta cinco años después.

Actualmente, su altísimo campanario, por su elevación, domina Los Ángeles Southwest College, la autopista 105 y un vasto tramo de tiendas de conveniencia, licorerías, puestos de comida rápida y tiendas de donas.

La parroquia y la escuela de West Athens se encuentran al fondo de una región de 51 millas cuadradas conocida ahora como South Los Angeles, lugar en el que el 95% de los residentes son latinos o negros, en el que uno de cada cinco de sus 750,000 residentes vive por debajo del umbral de pobreza y en el cual uno de cada tres residentes vive a más de una milla de alguno de los únicos siete supermercados de South LA, según un reciente estudio de Geodesign.

Es también un área catalogada por el gobierno federal como un “desierto alimentario”, en el que la falta de acceso a frutas y verduras frescas, al igual que a otros alimentos naturales saludables representa un riesgo significativo para la salud de la gente.

Ahí es donde intervienen Catholic Charities de Los Ángeles y su programa Calfresh Healthy Living dentro de las escuelas parroquiales. Este programa ha agregado las materias de salud y nutrición al plan de estudios de cada escuela de jardinería, incluyendo temas como: de dónde provienen los alimentos, cómo crecen las plantas y cómo crear una dieta sana y equilibrada.

“Nuestro objetivo es obtener mejores resultados por lo que respecta a la salud de las áreas de bajos ingresos”, dijo Nancy Lewis, gerente del programa Calfresh, de Catholic Charities, de Los Ángeles. “Se aborda también el cuidado de la Madre Tierra, como dice la encíclica del Papa, ‘Laudato Si’”.

Ella se refería a la encíclica promulgada por el Papa Francisco, en 2015: “Sobre el cuidado de nuestra casa común”, en donde él hace un llamado a que la humanidad proteja tanto al planeta, como a sus pobres.

“Queremos ir creando conciencia, en cada comunidad, en cada escuela y en cada niño”, dijo Lewis. “Tienes que tener esperanza. Estos son nuestros niños”.

Un jardín Cabrini transformado por niños

En una fresca mañana de finales de octubre, los casi 230 estudiantes de K a 8 ° grado de la escuela Cabrini fueron llegando, los niños, vestidos con camisas blancas y corbatas negra; las niñas con jumpers de falda a cuadros blancos y negros, todos llevando suéteres Cabrini de color azul grisáceo.

Los impecables uniformes se utilizaron como atuendos Cabrini de jardinería.

“Querido Padre celestial, venimos a ti con acción de gracias en nuestros corazones”, dijo Carmen Orinoco-Hart —que ha sido directora de la escuela durante 11 años— a través del sistema de altavoces. “Venimos a agradecerte las bendiciones que nos has concedido”.

Sus bendiciones incluyen dos cosechas de otoño, que constan de valiosas plantas desde la instalación de su jardín, a principios de 2019.

‘¡Imagínense! Ellos son como padres adoptivos. Están muy orgullosos de sus bebés en que están en crecimiento”, dijo Janet Mackey, subdirectora de la escuela Cabrini y maestra de octavo grado. “En esta comunidad, lo único que reciben es comida procesada”.

“El jardín tiene una gran importancia”, dijo Sophia Tellez, de 11 años de edad, proveniente de Inglewood y encargada del cuerpo estudiantil. “Aprendí a plantar y a hacer germinar las semillas. Estoy cuidando una semilla de chícharo. Desde que era pequeña, me encantan los chícharos. Mi abuela me enseñó a saborearlos, especialmente preparados en sopa”.

Los chicos de octavo grado distribuyen cuidadosamente las semillas en la tierra después de construir su jardinera. (Foto: Adrián Flores)

Después de que Lewis dio una conferencia sobre la germinación, que duró media hora, alrededor de 75 niños de la escuela Cabrini se dirigieron al jardín, y Lewis supervisó la ampliación de éste.

Varios equipos de estudiantes se reunieron en el lado este de la escuela, frente a 10 jardineras llenas de tomates, berenjenas, calabacitas y muchas variedades de hierbas y pimientos.

El verano pasado, el jardín les dio la primera probada de una ensalada. Este otoño, una nueva cosecha estará lista a tiempo para el Día de Acción de Gracias.

En 20 minutos, los estudiantes armaron cuatro cajas de madera de 3 pies, atornillaron las ruedas, las llenaron con tierra y sembraron ahí semillas de lechuga.

“¡Buen trabajo!” dijo Flores. "¡Chóquenlas! Pulgares hacia arriba. Buen trabajo muchachos. Así se hace”.

Después de dos sesiones de construcción de cajas, los estudiantes bendijeron cada caja con las aguas de la vida, que se esparcieron lentamente por el suelo que fue oscureciendo la tierra hasta llegar a las semillas, que se encontraban debajo.

Dana Bartholomew es una escritora galardonada independiente, que vive en Los Ánge