Llevando un elegante vestido blanco acentuado por una estola de confirmación de color rojo brillante y un cubrebocas rojo del mismo tono, Estefanía Torres se acercó al altar al aire libre colocado en el estacionamiento, cubierto con un toldo, ubicado en la parte trasera de la iglesia de San Lorenzo de Bríndisi, en Watts.
De pie detrás de la joven de 16 años, guardando una sana distancia en lo que ella mencionaba su nombre de confirmación y era ungida en la frente con el crisma sagrado por el párroco de la iglesia, el padre Matt Elshoff, estaba su padrino, el sargento del LAPD, Ken Busiere, con su uniforme negro de gala.
Éste el tipo de escena que la organización sin fines de lucro, Operación Progreso, ha contribuido a propiciar y por la cual, se ha vuelto notoria.
“Sé que muchos jóvenes de hoy y que muchas mujeres jóvenes, se ven atraídos por muchas opciones difíciles, que pueden entrar en conflicto con su fe y creo que es importante contar con un mentor católico fuerte en su vida”, dijo Busiere, padre de tres hijas y con 18 años en el LAPD, asignado a la División Sureste de Los Ángeles.
Operación Progreso, una iniciativa comunitaria, iniciada hace 20 años por el oficial del LAPD John Coughlin como un medio de comprender mejor las necesidades de una comunidad históricamente aquejada por la violencia de las pandillas y la pobreza, cuenta actualmente con casi 100 estudiantes, distribuidos en tres escuelas primarias y tres escuelas de educación secundaria.
A partir del tercer grado, los estudiantes se van desarrollando de acuerdo a “cinco pilares del éxito”: académico, habilidades para la vida, salud y bienestar, servicio, apoyo y seguridad. Hay también niveles de referencia de 3.0 puntos que se miden más bien en base al esfuerzo que en base a la capacidad. Hay encuestas para medir la confianza en uno mismo, el liderazgo y la capacidad de los alumnos de compartir sus historias.
Pero el éxito del programa es algo que sus líderes dicen que debe ser “medido estudiante por estudiante”.
Tomemos, por ejemplo, al trío que la directora ejecutiva de Operación Progreso, Theresa Gartland, llama las “estrellas polares”, las fuentes de inspiración del programa: tres mujeres jóvenes que se unieron al programa piloto ampliado de la escuela San Lorenzo de Bríndisi, que se graduaron de la escuela de educación secundaria el pasado junio y que son ahora estudiantes de primer año en la Universidad.
Petra Avelar y Meah Watson crecieron en el desarrollo de viviendas Nickerson Gardens, de Watts y se unieron a Operación Progreso en 2013. Avelar, graduada de la escuela de educación secundaria María Estrella del Mar, de San Pedro, está ahora en Stonehill College en Boston, en tanto que Watson está inscrita en la Universidad Estatal de Morgan, en Baltimore.
Araceli González, que ingresó este otoño a Texas Christian University, entró a Operación Progreso en 2014, cuando vivía en el desarrollo de viviendas Gonzaque Villages. Watson y González asistieron, ambas, a St. Mary's Academy, en Inglewood.
La historia de Avelar fue una de las que fueron narradas en el documental de 2017, “Una semana en Watts”, dirigida y producida por Gregory Caruso (hijo del importante benefactor de Operación Progreso, Rick Caruso) y del cual fue productor ejecutivo el legendario Shaquille O’Neal, de la NBA. La película fue siguiendo el impacto que el programa tuvo en seis estudiantes que vivían dentro de un radio de dos millas de la escuela San Lorenzo de Bríndisi, un área conocida por la violencia entre las pandillas Crips y Bloods.
Desde el lanzamiento de la película en Netflix, los departamentos de policía de todo el país se han comunicado con los organizadores de Operación Progreso. Desde entonces ésta se ha establecido en Ft. Worth, Texas, con la ayuda de una escuela cristiana privada en un vecindario marginado cercano a ese lugar.
De la escuela San Lorenzo de Bríndisi, unos 60 de sus actuales 295 estudiantes, participan en el programa y hay una lista de chicos que todavía están en espera de que se les asigne un oficial como mentor.
Unos 25 oficiales de la División Sudeste de Los Ángeles continúan como mentores, aunque a Gartland le gustaría que ese número creciera a más de 50. Los recientes ascensos y reasignaciones de oficiales ocurrieron justo antes de que Operación Progreso creciera durante el año escolar 2020-2021 y estaba implementando una fase de motivación para el reclutamiento cuando llegó la crisis del COVID-19.
La escuela de educación secundaria Verbum Dei, de Watts (situada a algunas cuadras de la escuela San Lorenzo de Bríndisi) y la academia Sta. Maríaría, de Inglewood, fueron dos de las escuelas de enseñanza secundaria que funcionaron como piloto para la Operación Progreso, y a éstas se agregó recientemente la Academia San Pío X- San Matías, de Downey.
Además de la escuela San Lorenzo de Bríndisi, hay unos cuantos de estudiantes de las cercanas escuelas primarias católicas San Miguel y San Rafael, algunos de los cuales han sido puestos en contacto con mentores oficiales de la División del LAPD de la calle 77.
Gartland dijo que ella ve una clara correlación no sólo entre la tutoría de oficiales y el desempeño escolar de los estudiantes, sino también en las actitudes de todos los involucrados.
“Las familias ven a los oficiales desde una perspectiva diferente”, dijo Gartland, quien ha estado a cargo de la dirección de dicha organización desde 2013.
Pero, añade ella, “el mejor resultado para mí es ver cómo ha cambiado la mentalidad de los oficiales de la comunidad. Parecen más amables cuando interactúan con las familias, lo cual es algo que generalmente no tienen oportunidad de hacer”.
Cuando la madre de Estefanía le pidió al sargento Busiere que fuera el padrino de confirmación de su hija (puesto que el mentor que le fue asignado por la Operación Progreso del LAPD, el Oficial Principal Superior Roberto Yánez, no es católico), él lo consideró un honor. El programa le ha dado a Busiere —quien ha sido mentor de tres estudiantes durante los últimos ocho años en Operación Progreso— un sentido íntimo de lo que familias como la familia Torres enfrentan.
“He visto cómo los jóvenes han cambiado sus opiniones sobre los agentes de policía, pero es algo que funciona en ambos sentidos”, dijo Busiere, que asiste con su familia a la iglesia de San Pedro y San Pablo, en Wilmington.
“Francamente, muchos malentendidos que hay en este país acerca de la raza se deben a que no pasamos suficiente tiempo unos con otros. Y creo que la visión católica del mundo es un enfoque que permite satisfacer de mejor manera las necesidades de todos y que abarca los valores fundamentales del departamento de policía.
“Si nosotros nos desviamos de eso, no estamos siendo la mejor versión de lo que deberíamos ser. No estoy seguro de cómo haría este trabajo sin mi fe católica”.
Si la vida de Torres fue cambiada por Operación Progreso, es porque un oficial del LAPD le recomendó el programa a su mamá en un momento crucial: ella estaba a punto de terminar el quinto grado cuando su familia fue desalojada de su casa a causa de una situación de violencia doméstica. Sus padres fueron arrestados y ella fue enviada a un hogar de cuidado temporal.
El curso de los acontecimientos la llevó, con una beca, a la escuela San Lorenzo de Bríndisi cuando el párroco que había en ese tiempo, el difunto Padre Jesús Vela, estaba ayudando a los oficiales del LAPD a reclutar nuevos estudiantes para el programa.
“Yo era una niña tímida y muy callada y no me daba cuenta de qué tan traumática era la fase por la que estaba pasando”, dice Torres. “Me costaba creer en los oficiales de policía cuando ellos se llevaron a mis padres. Estaba decepcionada, enojada y resentida con la policía; su trabajo es protegernos. ¿Y ahora me quieren ayudar apadrinándome?”.
Torres dice que conocer a los oficiales y la manera como arriesgan su propia vida la impresionó.
“Ahora puedo ver la relación que tengo con los oficiales; ésta ha empezado como algo pequeño, pero sigue creciendo y ahora está conectada a mis creencias católicas”.
El padre Elshoff tiene una historia favorita que le gusta contar para explicar el impacto positivo que el LAPD ha tenido en su rebaño.
En junio pasado, cuando unos 20 niños de la clase de kinder de la escuela San Lorenzo de Bríndisi tuvieron una ceremonia de promoción por Zoom, a cada uno se le preguntó desde su hogar qué querían ser cuando fueran mayores y por qué.
“Creo que un tercio de ellos dijo: quiero ser oficial de policía, y el motivo es que ‘quiero ayudar a la gente’”, recordó el padre Elshoff, que ha trabajado en el área de la educación toda su vida y que alguna vez fue presidente de su alma mater, St. Francis High School, de La Cañada Flintridge.
“No fue como si todos se estuvieran telegrafiando esto entre ellos. Creo que esto se debe a que con frecuencia ven a tantos oficiales en el campus asesorando a sus estudiantes”.
La directora de la escuela San Lorenzo de Bríndisi, Alicia Camacho, dijo que la dedicación de los oficiales puede verse en su fiel participación en la Semana de la Carrera de las Escuelas Católicas, que tiene lugar cada mes de enero. Ellos llevan a sus perros entrenados al campus, ofrecen tours de los autos patrulla e incluso sobrevuelan el lugar en helicóptero, como un saludo.
Durante la pandemia de COVID-19, los oficiales mentores siguen estando pendientes de las calificaciones de los estudiantes y se reúnen por Zoom para estar al tanto de las actualizaciones relativas a la asistencia social.
“Nuestros nuevos alumnos de primer grado son grandes admiradores de los oficiales”, dice Camacho. “Es porque los oficiales han cultivado relaciones duraderas con nuestros estudiantes y nos han proporcionado una sensación de seguridad a todos los que estamos en la escuela. Me siento agradecida de que nuestros estudiantes conozcan a los oficiales de policía como individuos y como ciudadanos solidarios”.
La relación de la parroquia con el LAPD también le ha ayudado al padre Elshoff a mantenerse conectado con la comunidad durante la pandemia. Él y el sargento del LAPD, Tim Jones, han estado llevando a cabo reuniones públicas comunitarias los miércoles en el estacionamiento del restaurante Café Oaxaca, ubicado en Century Boulevard y Central Avenue, en Watts, poniéndose a disposición de los lugareños.
El padre Elshoff, quien trabaja también como capellán de la División Sudeste del LAPD, ha adoptado la iniciativa de compartir experiencias de los encuentros en una serie titulada “La Policía y el Padre”, en su página de Facebook.
El capuchino dice que las reuniones le han ayudado a conocer mejor a la gente y que la alegría que a pesar de los tiempos difíciles, ha presenciado en ellas “fortalece mi misión de sacerdote y de seguidor de Francisco de Asís”.
“Me anima a dar más y la mayoría de las veces, de maneras muy básicas y ordinarias. Realmente no tiene por qué ser complicado”.
Un momento conmovedor que el padre Elshoff capturó con la cámara de su propio teléfono celular fue una ocasión en que un niño le preguntó al sargento Jones si podía tocar su placa. Jones se agachó y se prestó a ello de inmediato.
“Ése es nuestro futuro”, dijo Jones al hablar sobre aquel momento. “Pienso en ese momento, en el que tenemos que colocarnos al mismo nivel en el que ellos se sientan cómodos y hablar como iguales. Se puede ver que la manera de pensar de la gente cambia cuando hablo de mi propia vida y de mi relación con el padre Matt”.
Hijo de un ministro bautista del sur, Jones dice que su relación con el padre Elshoff puede resumirse en el reciente regalo de cumpleaños que le hizo el sacerdote, una medalla de San Timoteo que él usa ahora todos los días, cuando está patrullando.
“Pienso que no puedes saber qué es correcto en una comunidad si no sabes qué es lo incorrecto”, dice Jones. “Sé que adquirí una mejor comprensión de esto desde que me uní hace 25 años. Las pequeñas gotas de buena voluntad difundirán el amor y comunicarán que estamos aquí para servir. Eso es muy bonito”.