Vienen de todos los ámbitos de la vida: hay psicólogos, laboratoristas, empleados de correos, empleados de las escuelas públicas, estudiantes universitarios e incluso un director de recursos humanos.

Los encabeza un hombre que creció en Watts, que frecuentaba amigos afroamericanos y que no conocía casi nada sobre su propia herencia mexicana o, para el caso, ni siquiera hablaba español.

Practican en una zona residencial, junto a una iglesia de Reseda, asegurándose de no hacer ruido y de ser respetuosos con sus vecinos, lo cual es un desafío, porque el baile folclórico es, por no decir más, una expresión alegre y artística que forma parte de la cultura mexicana y que está profundamente ligada a la fe.

“El baile folclórico es parte de nuestra fe católica y lo compartimos con los demás, así como la Iglesia comparte su fe con nosotros”, dijo John Estrada, fundador y director del Grupo Folklórico de West LA (GFWLA), que durante 44 años ha actuado en todo el sur de California, inclusive en los recientes Días de Fiesta de Santa Bárbara.

“Para nosotros, bailar es reconocer y celebrar nuestra fe y expresar el amor que le tenemos a nuestra cultura”, continuó Estrada, un feligrés de la iglesia St. Catherine of Siena, de Reseda. “A mi modo de ver, se me ha concedido un don para compartirlo, y lo hago en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

Esa fe y habilidad se pusieron de manifiesto el mes pasado, en los Old Fiesta Days de Santa Bárbara, donde GFWLA ha actuado durante más de 30 años. Esa tradición se vio interrumpida en 2020 por la pandemia de coronavirus y las actuaciones de este año casi llegan a sufrir un destino similar debido a la preocupación por el reciente aumento de casos de COVID-19.

Pero, aunque se cancelaron varios eventos tradicionales de la Fiesta, inclusive el evento de apertura de la Fiesta Pequeña, en la Misión de Santa Bárbara, —que es tradicionalmente organizada por los Frailes Franciscanos— GFWLA pudo actuar en dos lugares más pequeños, al aire libre, en Nuevo Paseo y en La Cumbre Plaza, para gran alegría de sus integrantes y de las audiencias de la Fiesta que incluyeron al Obispo Auxiliar Robert Barron, de la Región Pastoral de Santa Bárbara.

“El público fue muy amable”, dijo Annabelle Baltierra, miembro de GFWLA durante los últimos 16 años y directora general de Recursos Humanos de la Arquidiócesis de Los Ángeles.

Muy amable, también, fue el obispo Barron, que se acercó a darle al grupo una bendición especial.

“Él nos levantó el ánimo y le contamos cómo le ofrecemos nuestras actuaciones a Dios y a nuestros antepasados, especialmente cuando bailamos bailes aztecas”, dijo Baltierra.

Baltierra, que anteriormente había estado en grupos folclóricos profesionales, dijo que se sintió atraída a GFWLA por su enfoque en la fe.

“En los otros grupos, había mucho gritar y mucho de ‘practicar hasta que caes rendido’ ”, dijo Baltierra, hija de inmigrantes mexicanos. “Ha sido maravilloso llegar a este grupo, que tiene un ambiente más orientado a la familia y más centrado en la parroquia. Hablamos de nuestra fe como católicos. Somos conscientes de lo afortunados que somos al poder incorporar nuestra fe en las actuaciones”.

El baile folclórico y azteca, explica ella, “forma parte de nuestra cultura. Se nos ha enseñado a amar a nuestros países, a apreciar la tradición de México, a apreciar la creación, a apreciar la importancia de la familia y de las relaciones, porque esto no es solamente una manifestación del respeto a nuestra cultura, sino que se encuentra ligado a lo que nosotros somos, como católicos.

“Y la danza le habla a muchas de esas tradiciones. Es una oportunidad para expresar nuestra alegría por los dones que Dios nos ha dado. Y”, añade sonriente,“ simplemente nos encanta bailar”.

Inspiración cultural

Es cierto que hubo un momento en su vida en el que Estrada nunca hubiera imaginado que se involucraría tan a fondo en algo como el baile folclórico mexicano.

“En Watts”, recuerda él “durante la década de 1960, gran parte de la atención estaba centrada en la cultura y en la comunidad afroamericana, en la cual yo tenía muchos amigos, pero no estábamos realmente hablando de la cultura latina por aquel entonces”.

Para Estrada eso cambió en 1966 cuando asistió a una presentación del Ballet Folklórico de Amalia Hernández en el Hollywood Bowl. “Me sentí inspirado por eso”, dice él. “No sabía nada de español, ni tampoco gran cosa sobre mi cultura, pero cuando vi el Ballet Folklórico pensé: ‘Me gustaría poder bailar así’ ”.

Dos años más tarde, cuando asistía a UCLA, se inscribió en una clase de danza folclórica mexicana, dirigida por el difunto “Gran Maestro” Emilio Pulido, y se unió al Grupo Folklórico Mecha, de UCLA, dirigido por Pulido. “Y eso se convirtió en mi fascinación”.

Estrada se convirtió en bailarín y maestro profesional, asistió a conferencias y talleres locales y nacionales y en 1977 formó GFWLA, para celebrar la experiencia de la danza folclórica mexicana. GFWLA incluye ahora 25 integrantes en su grupo de adultos y 12 en el de niños (de 3 a 14 años) y presenta tanto bailes folclóricos como danzas aztecas.

En 1979, él y Sue Welsh organizaron el “Festival Danzantes Unidos”, que perdura aún en la actualidad y que reúne a grupos folclóricos mexicanos de California y de más lejos, para estudiar y celebrar la música, la danza, la historia y los trajes típicos de México.

“Se trata de compartir nuestro trabajo con nuestra comunidad”, dice Estrada. “Desde la década de 1970, siempre he animado a la gente a compartir con la comunidad lo que estás aprendiendo, ya sea canto o baile, ya sea que seas médico, enfermero, abogado o maestro. Vuelve a la comunidad y anima a las personas a esforzarse por ser mejores”.

Ya retirado, después de 30 años de trabajar en el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles como consejero de resolución de conflictos, Estrada sigue considerando notorio que “un tipo de las calles de Watts” pueda ser un líder del movimiento folclórico.

Él se siente bendecido por haber aprendido y transmitido a lo largo de los años su amor por el baile folclórico y por la danza azteca a su familia y a sus estudiantes. Su esposa, hijos y nietos participan en GFWLA, y sus hijas, Josie y Rachel, son coreógrafas del grupo.

“Estoy orgulloso de que sigan con esta tradición”, dice Estrada. “Eso es un hermoso testimonio de nuestra fe y de nuestra cultura. Somos artistas e intérpretes y magníficos bailarines que sirven al Señor”.