La castidad no fue algo conocido por mí, sino hasta mis dieciocho años aproximadamente. En ese trayecto, claramente cometí muchos errores; no por maldad, sino por desinformación.

A la edad de diecisiete viví mi conversión, y con ello un intento de dar un nuevo sentido a mi vida, adaptándola a este llamado al amor y a la felicidad, que es el Cristianismo, para tratar de ser lo más coherente posible. En consecuencia, también más feliz; pues estoy convencido que el Cristianismo es eso: un step by step a la felicidad, por lo menos cuando vamos más allá de lo que creemos que es o lo que nos han dicho que es; al menos, esa fue mi experiencia personal.

Mis «etapas» con la Castidad

Un año más tarde de mi conversión, inició mi discernimiento vocacional a la vida consagrada y con ello escucho por primera vez esa palabra: castidad, lo cual no fue relevante ni de interés para mí (al menos no el fondo), hasta que pude conocer la teología del cuerpo un año más tarde, y eso definitivamente fue un parteaguas en mi vida.

En este proceso por conocer más de cerca esta virtud (sí, es una virtud), pasé por varias etapas, como por ejemplo el no comprender: “eso suena represivo”, luego el mero respeto de la ley: “debo vivir la castidad pues así lo dicen los mandamientos”, luego, al conocerla de cerca, desear vivirla como algo increíble que es bueno para mí, para María (entonces mi novia, hoy mi esposa) y para los demás.

Superar la «castidad reductiva»

Pero un tiempo estuve estancado en la castidad reductiva. Aclaro a continuación.

La castidad, en palabras de San Juan Pablo II en Familiaris Consortio es la “energía espiritual que libera al amor de todo uso, egoísmo y agresividad”.

El Catecismo de la Iglesia Católica dice que la castidad es: “la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer.”

Y brevemente: ¿qué es la sexualidad? Para Ana Patricia y Adriana Fajer Faraón, es el núcleo mismo de la persona, influye todo el ser: físico, emocional y espiritualmente.

Nota las palabras que marqué en negritas: “integración”, “sexualidad”, “unidad interior”, “integrada”, ¿qué notas en común? ¿En algún lado dice que la castidad se reduce a lo genital? ¡A eso me refiero con una “castidad reductiva”! A esta visión de la castidad como una pequeña parte de lo que realmente es.

Consecuencias del malentendido

Para mí (y por lo que veo en algunos amigos, pacientes y mensajes que llegan a mi vida), era la constante preocupación de reducir la castidad al tema de los genitales (que no es lo mismo que sexualidad, pues la sexualidad es toooooda la persona), pero era dejar de lado todo lo que también forma parte de la castidad, como por ejemplo: la comunicación, mi ser “don” para la otra persona, ser un buen amigo, alguien que escuche, que esté presente, que podamos crecer en amor, en ternura, en compasión por el otro, que podamos divertirnos sanamente, aprender y crecer uno al lado del otro como personas integrales.

La castidad no es la norma que dice: “no usar los genitales hasta el matrimonio” (y perdón por la crudeza al decirlo), es esta invitación a amar más, a estar más presente con las demás personas y salir de mí mismo.

Abarca toda mi persona

La castidad va más allá del tema de los genitales: abarca toda la sexualidad. Y la sexualidad abarca toooooda mi persona (así con muchas “o”). Por lo tanto, incluye también mi inteligencia, mi corazón (afectos), mi vida social, mi dimensión espiritual y cualquier cosa que personalmente se me escape.

Por lo tanto ahí cuando estoy presente para un amigo, estoy viviendo la castidad; cuando mi novia o esposa se equivoca y yo puedo ser compasivo, estoy viviendo la castidad; cuando yo me equivoco y pido perdón, estoy viviendo la castidad, pues la castidad es esta integración de mi sexualidad (de mi persona entera).