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Esto también ocurrió hace unos años: en 2018, el Miércoles de Ceniza cayó en San Valentín (y antes, en 1945). Una parroquia dominicana de Cincinnati decidió aprovecharlo patrocinando una serie espiritual especial para la temporada titulada "La Cuaresma es para los enamorados." Provocador, pero brillante.

Todo el mundo sabe que San Valentín es una fiesta que celebra las alegrías del amor romántico, pero todo el tiempo litúrgico de la Cuaresma está dedicado a celebrar el más grande de todos los amores: "No hay amor más grande que éste: dar la vida por los amigos", palabras pronunciadas por Jesús al entrar en su Pasión (Jn 15,13).

San Valentín y la amistad de Dios

Esta coincidencia de celebraciones no es casual. Al fin y al cabo, San Valentín (+280) fue un santo y un mártir. Toda su existencia consistió en dar la vida por su Amado. El testimonio de San Valentín ofrece la manera perfecta de comenzar nuestra Cuaresma el Miércoles de Ceniza.

Según la clásica vida de los santos del siglo XIII "La Leyenda Dorada", el emperador Claudio se enfrentó un día al venerable sacerdote San Valentín con estas palabras: "¿Por qué no te ganas nuestra amistad adorando a nuestros dioses y abandonando tus vanas supersticiones?". San Valentín respondió: "Si conocieras la gracia de Dios, apartarías tu mente de los ídolos y adorarías al Dios que está en los cielos". San Valentín fue torturado y decapitado.

Eso es exactamente lo que queremos hacer durante la Cuaresma: conocer la gracia sobrecogedora de Dios, apartar nuestra mente de los ídolos y adorar al Dios del cielo precisamente para vivir en su amistad. Cuando nos pongan la ceniza en la frente este Miércoles de Ceniza, el sacerdote nos dirá: "Recuerda que eres polvo y al polvo volverás". El obispo Erik Varden, de Trondheim (Noruega), explicó el significado espiritual de esta frase:

"Cuando recuerdo que soy polvo también recuerdo que estaba destinado a ser más. Decir, en estos términos, que soy polvo no es degradante. Es Dios quien se degrada por amor, descendiendo de los reinos celestiales para dar nueva forma y espíritu a la materia humilde".

En otras palabras, esas cenizas son el mejor de los San Valentines.

Una pareja de recién prometidos se besa tras una bendición en el Santuario de San Valentín, en Dublín, en 2019. (CNS/Clodagh Kilcoyne, Reuters)

El San Valentín perfecto

Quién no quiere recibir una tarjeta de San Valentín? Pero ansiamos un amor que supere lo sentimental. Queremos un amor definitivo... e infinito. Y tiene que constar de tres cosas.

Tiene que ser un amor que nos llegue como un regalo. Si, por el contrario, es algo que tenemos que "ganarnos", entonces no es más que una compensación: no es amor verdadero. Dios nos ama porque es bueno, no porque nosotros lo seamos. El Miércoles de Ceniza es el momento de comenzar nuestra súplica por este don. En palabras del místico del siglo XIV Walter Hilton, "el amante de Dios es su amigo, no porque lo haya merecido, sino porque Dios, en su misericordiosa bondad, lo ha hecho así mediante un pacto muy real". A saber, la cruz.

En segundo lugar, tiene que ser un amor que nos siga declarando: ¡Es necesario que existas! En el cuento "Seno, coseno, tangente", del escritor estadounidense Don DeLillo, el protagonista, agnóstico, decide un Miércoles de Ceniza entregarse a la ceniza. Se convierte para él en una ocasión de gracia poderosa, pues a través de ella se sabe querido, elegido:

"Me acerqué a la barandilla del altar y me arrodillé, el sacerdote se acercó y me hizo su marca, una mancha de ceniza sagrada impresa con el pulgar en la frente. Polvo eres. ..."

El hombre empieza a darse cuenta: "Mis padres no eran católicos. No sabía lo que éramos. Éramos comer y dormir. Llevábamos el traje de papá a la tintorería". Sin embargo, esa impresión sagrada en su frente sigue impresionándole:

"Pero el sacerdote con túnica y el pequeño rechinar de su pulgar implantando la ceniza. Y en polvo te convertirás. ... No sabía lo que era esto. ... Quería que la mancha durara días y semanas".

Y tercero, el amor tiene que ser un amor indestructible. Sin embargo, ese amor nos llega a través de la destrucción del Hijo de Dios en la cruz ... y a través de su resurrección. La razón por la que nos mortificamos durante la Cuaresma es para predisponernos, cada vez más, a ser capaces de recibir y aferrarnos a este amor indestructible. Porque en el amor consiste la penitencia. "Toda penitencia que aumenta el amor es buena; toda penitencia que estrecha y preocupa el alma es perjudicial" (Von Balthasar).

El Miércoles de Ceniza nos llama a volver a comprometernos con nuestra única y verdadera prioridad, especialmente acabando con la duda que nos descarrila. San Juan de Ávila lo expresa en una oración que haríamos bien en ofrecer a menudo en esta Cuaresma:

"¡Oh Dios que eres el Amor mismo, cómo te herimos si no confiamos en ti de todo corazón! Si después de los favores que nos has hecho, y después de haber muerto por nosotros, no sentimos confianza en ti, debemos ser peores que muy brutos. En los tiempos en que te ofendimos, tú nos apreciaste. Nos seguiste cuando huíamos de ti. Nos atrajiste hacia ti. Por favor, haz que nunca desconfiemos de ti ni pongamos en duda si nos amas y pretendes salvarnos".

Ser un Valentín

Comencemos nuestra Cuaresma este Miércoles de Ceniza regalando a los demás un San Valentín duradero: el milagro del Amor Divino hecho posible a través del Misterio Pascual:

"El milagro supremo del Amor Divino es que la vida del Señor Resucitado se nos da para que nos la demos los unos a los otros. Se nos da a través de nuestros propios amores humanos" (Caryll Houselander).

Al fin y al cabo, la Cuaresma es para los enamorados.