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Hay tres pilares en nuestra observancia de la Cuaresma: oración, ayuno y limosna. Aunque los dos primeros se nos dan bastante bien, a muchos nos vendría bien que nos recordaran el tercero.

Para ayudarnos, los obispos estadounidenses han ofrecido estas sugerencias para dirigir nuestras limosnas a los pobres:

Cumplir con nuestros deberes para con los pobres, tanto cerca de casa como en todo el mundo, no es "opcional". Es un deber esencial de nuestra fe.

En su famosa parábola del juicio final en Mateo 25, Jesús nos dice que nuestra salvación depende de la compasión que mostremos hacia los más vulnerables de la sociedad:

"Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me cuidasteis; en la cárcel, y me visitasteis. ... En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis".

Comenzando por los Padres de la Iglesia, la tradición católica siempre ha subrayado nuestros deberes radicales para con los pobres y marginados.

El Catecismo cita a San Ambrosio de Milán: "La aceptación por parte de la sociedad humana de hambrunas homicidas, sin esfuerzos para remediarlas, es una injusticia escandalosa y una grave ofensa. Aquellos cuyos negocios usureros y avaros provocan el hambre y la muerte de sus hermanos en la familia humana cometen indirectamente un homicidio, que les es imputable."

¿Podría calificarse realmente nuestro comportamiento egoísta de homicidio indirecto? ¿Podría ser esto realmente grave? Más vale creerlo. Para llevar este punto a casa, el Catecismo pone esta discusión bajo ofensas contra el quinto mandamiento: "No matarás".

En la doctrina social católica, la preocupación por los últimos entre nosotros se refleja en los principios conocidos como "la opción preferencial por los pobres" y el "destino universal de los bienes".

Estos principios nos recuerdan que Dios quiere que los bienes de la tierra sean para todos, no sólo para unos pocos, y que aquellos que carecen de estos bienes deben ser "el centro de una preocupación particular", no sólo para nuestras conciencias individuales, sino en nuestro pensamiento sobre la política social.

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia vincula estos principios a nuestro deber de "imitar la vida de Cristo". Esto se aplica a "nuestro modo de vivir y a las decisiones lógicas que hay que tomar sobre la propiedad y el uso de los bienes".

También nos obliga a "abrazar a las inmensas multitudes de hambrientos, necesitados, sin techo, sin asistencia sanitaria y, sobre todo, sin esperanza de un futuro mejor" en todo el mundo.

La Cuaresma es un regalo que Dios nos hace para que, en oración, hagamos balance del rumbo de nuestras vidas finitas y nos centremos en lo que tiene una importancia última y trascendente. Se nos invita a arrepentirnos de nuestro pecado y a responder a la llamada universal a la santidad.

Teniendo esto en cuenta, el pilar cuaresmal de la limosna no debería tener la prioridad radical que merece en la vida de todos los que seguimos a Cristo. Como Él mismo nos ha dicho: la salvación pende de un hilo.