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«La oración es más necesaria justo cuando parece más inútil». Michael J. Buckley, uno de los principales mentores espirituales de mi vida, escribió esas palabras. ¿Qué quiere decir con ellas?

Ante tantos problemas podemos tener la sensación de que rezar por ellos es inútil. Por ejemplo, ante el desánimo y la impotencia que sentimos ante algunos de los megaproblemas de nuestro mundo, es fácil sentir que rezar por ellos es inútil. ¿De qué servirá mi oración ante las guerras que asolan distintas partes del mundo? ¿Qué valor tiene mi oración ante la injusticia, el hambre, el racismo y el sexismo? ¿Qué hará mi oración ante las divisiones y el odio que dividen ahora a nuestras comunidades? Es fácil pensar que rezar sobre estas situaciones es inútil.

Lo mismo ocurre con el valor de la oración cuando nos aquejan enfermedades graves. ¿Conseguirá la oración curar a un enfermo de cáncer terminal? ¿Realmente esperamos una curación milagrosa? La mayoría de las veces, no, pero seguimos rezando a pesar de sentir que nuestra oración no cambiará la situación. ¿Por qué?

¿Por qué rezar cuando parece inútil hacerlo? Los teólogos y escritores espirituales nos han dado varias perspectivas sobre esto que son útiles, aunque no adecuadas. La oración, dicen, no pretende cambiar la mente de Dios, sino cambiar la mente de la persona que reza. No rezamos para poner a Dios de nuestra parte; rezamos para ponernos nosotros de parte de Dios.

Además, nos han enseñado que la razón por la que podría parecer que Dios no responde a nuestras oraciones es que Dios, como un padre amoroso, sabe lo que es bueno para nosotros y responde a nuestras oraciones dándonos lo que realmente necesitamos en lugar de lo que ingenuamente queremos. C.S. Lewis dijo una vez que pasaremos mucho tiempo en la eternidad dando gracias a Dios por aquellas oraciones que Dios no respondió.

Todo esto es cierto e importante. Los caminos de Dios no son nuestros caminos. La fe nos pide que demos a Dios el espacio y el tiempo necesarios para ser Dios, sin tener que ajustarse a nuestras limitadísimas expectativas y a nuestra habitual impaciencia. Podemos estar agradecidos de que Dios no responda a muchas de nuestras oraciones de acuerdo con nuestras expectativas.

Pero aun así, aun así... cuando Jesús nos invitó a rezar, no lo hizo con una advertencia: pero tenéis que pedir las cosas correctas si esperáis que responda a vuestra oración. No, simplemente dijo: Pedid y recibiréis. También dijo que algunos demonios sólo se expulsan mediante la oración y el ayuno.

Entonces, ¿cómo podrían ser expulsados mediante la oración los demonios de la violencia, la división, el odio, la guerra, el hambre, el calentamiento global, la hambruna, el racismo, el sexismo, el cáncer, las enfermedades cardíacas, etc.? ¿Qué utilidad práctica tiene la oración ante estos problemas?

En resumen, la oración no sólo cambia a la persona que reza, sino también la situación. Cuando rezas, formas parte de la situación por la que rezas. La oración sincera te ayuda a convertirte en el cambio que pides. Por ejemplo, rezar por la paz te ayuda a calmar tu propio corazón y a traer un corazón más pacífico al mundo.

Aunque esto es cierto, también hay una realidad más profunda en juego. Más profundamente, cuando rezamos ocurre algo que va más allá de cómo imaginamos normalmente la simple interacción entre causa y efecto. Al cambiar nosotros mismos estamos cambiando la situación; sí, pero de una manera más profunda de lo que normalmente imaginamos.

Como cristianos, creemos que formamos parte de un cuerpo, el Cuerpo de Cristo, y que nuestra unión allí con los demás es algo más que una comunidad corporativa idealizada. Más bien, formamos parte de un organismo vivo en el que cada parte afecta a todas las demás, como en un cuerpo físico. Por eso, para nosotros no existen los actos privados, buenos o malos. Dudo en sugerir que esto es análogo al sistema inmunitario dentro del cuerpo humano porque es más que una analogía. Es real, orgánico. Así como en un cuerpo humano hay un sistema inmunológico que protege la salud del cuerpo en general eliminando células y virus que ponen en peligro su salud, así también dentro del Cuerpo de Cristo.

En todo momento, o somos células sanas que aportan fuerza al sistema inmunológico dentro del Cuerpo de Cristo o somos un virus o una célula cancerosa que amenaza su salud. Rezar sobre un tema marca la diferencia, porque ayuda a fortalecer el sistema inmunitario del Cuerpo de Cristo, precisamente porque se ocupa del tema sobre el que rezamos.

Aunque en la superficie la oración pueda parecer a veces inútil, en el fondo está haciendo algo vital, algo muy necesario precisamente cuando sentimos que nuestra oración es inútil.