Categories: Fe y Vida

Un momento de aprendizaje

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En 1965, sacerdotes y religiosas católicas se unieron a la histórica marcha de Selma a Montgomery, Alabama, en defensa del derecho al voto para los afroamericanos, enfrentando una hostilidad local violenta.

Muchos católicos arriesgaron prisión y agresiones físicas por sus acciones. Pero fue un tiempo de liderazgo moral. Más aún, fue un momento pedagógico que impactó a toda una generación de líderes eclesiales y generó una mayor conciencia sobre la Doctrina Social de la Iglesia.

En 2025, muchos creen que enfrentamos un desafío moral similar. Las comunidades migrantes y los pobres del campo y la ciudad sufren las consecuencias de redadas migratorias y recortes presupuestarios críticos. Los líderes de la Iglesia están alzando la voz con más fuerza y tomando acciones públicas que captan la atención de los medios.

En Los Ángeles, epicentro de las acciones antiinmigrantes, el arzobispo José H. Gomez no solo ha expresado su preocupación por las numerosas comunidades migrantes de su arquidiócesis. También ha movilizado a líderes empresariales para crear un fondo que ayude a familias escondidas para evitar detenciones o que ya han perdido a un sostén familiar en una redada y temen incluso salir a hacer las compras.

“Este programa brindará apoyo directo a las familias que sufren dificultades económicas por el clima actual de incertidumbre y miedo”, explicó el arzobispo Gomez.

En Detroit, el arzobispo Edward J. Weisenburger captó la atención mediática al unirse a laicos católicos y líderes religiosos de distintas denominaciones en una procesión hacia las oficinas de inmigración. Según Detroit Catholic, el grupo intentó “entregar una carta solicitando a la agencia que revise sus políticas y prácticas de control migratorio que han generado miedo en la comunidad inmigrante”.

El arzobispo de Miami, Thomas G. Wenski, y los Caballeros en Bicicleta rezan el rosario por los detenidos a la entrada de Alligator Alcatraz, un controvertido centro de detención de inmigrantes situado a unas 55 millas de Miami, en los Everglades de Florida, el 20 de julio de 2025. (OSV News photo/Arzobispo Thomas G. Wenski)

El testimonio más llamativo fue el del arzobispo Thomas Wenski de Miami, quien rezó el Rosario con su grupo de motociclistas católicos Knights for Christ frente a la llamada Alligator Alcatraz, una controvertida instalación de detención migratoria ubicada a unos 90 kilómetros de Miami. El arzobispo denunció que no se permite a sacerdotes católicos celebrar la Misa para los detenidos.

En una columna reciente, el obispo Mark Seitz de El Paso habló sobre el esfuerzo creciente de los obispos por criticar tanto las deportaciones como los recortes presupuestarios de la administración. “Es un verdadero reto llegar incluso a los católicos”, dijo. “Como Iglesia, lamentablemente no tenemos el megáfono que tiene el gobierno.”

Dar pasos públicos para denunciar las injusticias sociales es una manera de hacerse oír. Tras dos redadas migratorias en propiedad eclesial, el obispo Alberto Rojas de San Bernardino, California, anunció que los fieles de su diócesis con miedo a la deportación quedaban dispensados de asistir a Misa dominical. Su decisión tuvo repercusión internacional.

El desafío sigue siendo cómo formar a los católicos adultos en la Doctrina Social de la Iglesia y su aplicación a esta crisis actual. El testimonio público de un obispo es un buen comienzo. Pero la meta no es solo captar atención con un titular, sino explicar qué dice la Iglesia sobre el cuidado del migrante, el refugiado, el pobre y el sintecho. Para que los ejemplos resuenen, para que las semillas den fruto, el terreno debe estar preparado. El gran tesoro de la Iglesia —su doctrina social— necesita ser proclamado.

Los obispos, nuestros maestros, tienen hoy un momento pedagógico como el de 1965. Lo que necesitan es un megáfono que llegue a las bancas de la iglesia: que explique, inspire, evangelice. Esto exigirá no solo testimonio público valiente, sino también un esfuerzo coordinado de predicadores, catequistas y comunicadores. Podríamos llamarlo una estrategia del Buen Samaritano, que nos enseñe a ver el rostro de Cristo en quienes más necesitan nuestra ayuda.

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Greg Erlandson