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Apuesto que la mayoría de los que están leyendo esto no tienen idea de quién fue San Fiacro ni qué tiene en común con los Beatles.

La canción alegre y caprichosa de los Beatles, When I’m 64 (Cuando tenga 64), es una proyección hacia un futuro hermoso, donde el cantante imagina en tono esperanzador envejecer junto al amor de su vida, disfrutando incluso de los placeres más simples, como “cuidar el jardín, sacar la maleza”. Es una tierna pieza de ligereza, y ahora también una especie de ironía pop, ya que el joven que escribió la canción en 1967, imaginando cómo sería tener 64 años, cumplirá 83 en junio.

Claro, un ermitaño irlandés del siglo VII no iba a aparecer en la portada del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, pero como patrón de los jardineros, San Fiacro habría apreciado el sentimiento de una de las canciones más pegajosas de ese álbum. Seguramente más de una vez se encontró él mismo cuidando su jardín mientras arrancaba maleza. Tal vez se ayudaba con un canto gregoriano para sobrellevar la tarea; casi seguro que aprovechaba la ocasión para rezar y ofrecer el dolor de su espalda y los dolores en sus manos como mortificación.

Yo también hago bastante jardinería. Bueno, para ser más precisos, mi esposa es la que realmente se encarga del jardín; yo soy el que cava y arranca la maleza. Cuando los días se alargan y vuelve ese aroma de césped creciendo, sé que tengo una cita con el destino: nuestro cantero elevado.

Esto me lleva a ponerme de rodillas, lo cual me hace pensar en letras de canciones de mi infancia y otras cosas. Como bien sabía San Fiacro, hay una disciplina espiritual que se puede aplicar a los trabajos humildes, especialmente uno tan básico como la jardinería. Tal vez no sea comparable con la Regla de San Benito, pero para los que estamos lejos de la santidad, puede ser tan fructífera como usar el fertilizante adecuado en los tomates.

Primero que nada, la jardinería te pone muchas veces de rodillas, una postura naturalmente propicia para la oración. Y si tienes tantos años —o más— que el título de la canción de los Beatles, probablemente tengas suficientes dolores para ofrecer que harían bajar notablemente la población del purgatorio. Dependiendo de cuánto hayas descuidado el jardín, podrías pasar mucho tiempo agachado, arrancando y desenterrando toda clase de flora invasora que, si no se controla, asfixiará las plantas y hortalizas que sí quieres ver crecer.

Sé que suena a metáfora fácil, y probablemente lo sea, pero es justo asumir que Dios sabía lo que hacía al inspirar el calendario litúrgico de la Cuaresma. Ya sea que la Pascua caiga “temprano” o “tarde” en el calendario, los 40 días de preparación coinciden con el tiempo ideal para preparar la tierra.

Como parte de mi camino cuaresmal, trato de no quejarme demasiado por la rutina de quitar maleza del cantero elevado, los rosales y alrededor de un árbol de lilas que mi esposa insiste en que es un árbol, aunque para mí parece un arbusto gigantesco de muchas ramas. Dije que “trato” de no quejarme demasiado.

Tal vez esta sea mi versión del siglo XXI de un cilicio, lo cual describe bastante bien el tener que arrastrarme debajo de esa bestia de árbol o arbusto, como si fuera un soldado de la Primera Guerra Mundial bajo alambre de púas. Tengo esa piel irlandesa que se raspa con solo una mala mirada, así que cuando salgo de debajo de ese árbol, mis brazos parecen haber sido metidos en un saco de arpillera con tres gatos salvajes.

Equiparar el trabajo duro y la dedicación que requiere un buen jardín probablemente explica por qué Jesús usa tan fácilmente metáforas agrícolas en los Evangelios. La semilla de mostaza, el trigo, la cizaña… por nombrar algunas. No creo que mis esfuerzos se acerquen a los de un santo asceta viviendo en una cueva, pero como San Fiacro, sí reconozco cómo hacer el trabajo “sucio” de preparar tanto mi jardín como mi alma puede dar fruto en ambos terrenos.

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Robert Brennan