ROMA - Entre valles y montañas, en una tierra de tardes frescas y veranos abrasadores en la que se entremezclan mil paisajes y una profunda religiosidad, Fray Mamerto Esquiú, quien sellara la unidad constitucional de la Argentina, fue beatificado este sábado.

El domingo, después del rezo del Ángelus, el Papa Francisco se refirió al nuevo beato de su tierra natal definiéndolo como “un celoso anunciador de la Palabra de Dios, para la edificación de la comunidad eclesial y civil”.

“Que su ejemplo nos ayude a unir siempre la oración y el apostolado, y a servir a la paz y a la fraternidad. ¡Un aplauso al nuevo Beato!”, dijo el Papa.

La cita tuvo lugar en Piedra Blanca, en la provincia de Catamarca, donde nació Esquiú en 1826. Vistió por primera vez el tradicional hábito marrón de los franciscanos a la edad de cinco años, cuando, habiendo caído gravemente enfermo, su madre le hizo una pequeña sotana y le prometió a la Virgen que lo vestiría siempre con ella pidiendo a Dios su curación.

Ingresó en la orden fundada por San Francisco de Asís a los 10 años, fue considerado demasiado joven cuando terminó sus estudios de teología para ser ordenado, y tuvo que esperar cinco años, hasta cumplir los 22, para ser sacerdote.

En palabras del cardenal Luis Héctor Villalba, elegido por el papa Francisco para celebrar la beatificación -el paso previo a ser reconocido como santo por la Iglesia católica-, la beatificación de Esquiú es un momento de gran alegría para la Iglesia, para la Argentina y para la orden de los franciscanos.

“El gozo proviene del hecho de que un miembro de la Iglesia, un hombre de nuestra patria, un hermano nuestro, es reconocido beato, honrado e invocado como tal”, dijo durante su homilía el sábado.

“La Iglesia reconoce en él una figura excepcional, un hombre en el que se dieron cita la gracia de Dios y el alma de Esquiú para alumbrar una vida estupenda hasta alcanzar esa grandeza moral y espiritual que llamamos santidad”, explicó.

El arzobispo emérito de Tucumán calificó al fallecido obispo y diputado argentino como un "ejemplo" en un país que hoy está profundamente dividido.

"Tenemos que trabajar por la unidad y acabar con la ruptura y las divisiones y, más allá de lo que algunos piensan, somos una sola Nación y todos tenemos que trabajar por el bien común", dijo días antes de la beatificación.

El domingo, el Cardenal Mario Poli, sucesor del papa Francisco como arzobispo de Buenos Aires, dijo que Esquiú "guardó en su memoria la sabiduría de la Iglesia sin descuidar la riqueza de las humanidades", y añadió: "A su vez auscultando el clamor de su gente y asumiendo la causa de los desprotegidos, no evadió la labor cívica para superar la larga historia de desencuentros entre los argentinos".

Después de que la Argentina se independizara de España en 1810, la división se hizo patente y se produjo una guerra civil. En 1853 se redactó la Constitución Nacional, que fue promulgada por el presidente Justo José de Urquiza, quien pidió a las provincias que formaban la Confederación Argentina que la firmaran. Recién después de un sermón de Esquiú en Catamarca, el 9 de julio, 13 de las 14 provincias aceptaron firmar. La única que faltaba era Buenos Aires, que hasta 1859 intentó ser un país por sí misma.

La homilía, conocida como "El discurso de la Constitución", es lo más parecido que tiene Argentina al discurso de Gettysburg del presidente Abraham Lincoln. Aunque es bastante más largo que las 272 palabras que marcaron para siempre la historia de Estados Unidos, Esquiú también habló de la historia de su país, de una guerra fratricida que causó tanta desunión y males, de la necesidad de respetar y cumplir la ley y del lugar que ocupan la paz y la unidad en el sueño de construir una nación unida.

"Cuando se declaró la Constitución, hubo algunas dificultades para aceptarla por parte de los católicos. Sin embargo él, con aquel sermón en la Catedral de Catamarca, dijo: 'Señores, tenemos que cumplir la ley, sin ley no hay país, sin ley no hay comunidad'", dijo Villalba.

"Esquiú trabajó mucho por la unidad, fue uno de sus temas", dijo. "Por ejemplo, pidió al clero que trabajara en comunión, en fraternidad, que no trabajara aislado sino como una Iglesia que es un cuerpo con el que todos tenemos que colaborar. También trabajó por la unidad del país. No se puede negar que Esquiú fue un gran patriota, un hombre que trabajó mucho por el bien del país".

Los padres de Esquiú, Santiago y María de las Nieves, y sus hermanos Rosa, Odorico, Marcelina, Justa y Josefa, formaban una familia sencilla, trabajadora y humilde: "Éramos seis los afortunados hijos de estos tiernos padres que, sin riqueza y en el humilde estado de campesinos, eran muy felices en la tranquilidad de su virtud y en la dulzura de una vida dedicada a su familia y a Dios".

Como sacerdote, se distinguió en la predicación, ministerio por el que fue apreciado no sólo en los círculos eclesiásticos sino también en los políticos. Fue influencer en una época en la que las noticias viajaban en carretas tiradas por caballos en lugar de por internet, y sus comentarios desde el púlpito, a través de los cuales llegaba al corazón del pueblo de forma sencilla y directa, le convirtieron en el confesor preferido tanto de los ricos como de los humildes. El Congreso, las parroquias y los conventos de clausura de la región querían que los guiara en la oración, sobre todo después de que pronunciara el discurso que selló el acuerdo de la Constitución argentina.

Con espíritu de servicio y evangelización, entre 1855 y 1862, Esquiú también aceptó desempeñar un activo papel político, como diputado y miembro de la Junta de Gobierno de Catamarca. A petición propia, fue enviado como misionero a Bolivia en 1862, y en 1870 el papa intentó nombrarlo obispo de Buenos Aires.

El futuro beato se consideró indigno de servir como obispo, y prácticamente huyó del país en una peregrinación a Tierra Santa, Roma y Asís. Deseaba permanecer en Jerusalén hasta el final de sus días, pero por obediencia regresó a su tierra natal.

"Jerusalén, quise terminar mis días a la triste y solemne sombra de tus ruinas; pero el Señor, tu Rey, no lo quiso y tuve que volver a donde fui honrado sin ningún mérito", escribió en su diario.

En 1879, el Papa volvió a elegirlo para el episcopado, esta vez de Córdoba. Intentó negarse, pero el representante papal en el país no se lo permitió.

Esquiú es descrito como caritativo y generoso con los más necesitados, celoso en su ministerio, manso y humilde en su expresión, pobre al máximo y sacrificado. También se le conoce por haber llevado una intensa actividad pastoral y por proponer la santidad en corazón de la vida sacerdotal y del compromiso cristiano.

Sus restos mortales descansan en la Catedral de Córdoba, donde murió cuatro años después de ser nombrado obispo. Su corazón incorrupto se conservaba en el convento franciscano de Catamarca, pero está desaparecido desde 2008, cuando fue robado.

"Aunque ensombrecido por una sensibilidad secular, puede ser considerado una figura de primer orden en la organización institucional de la Nación Argentina, cuyos cimientos contribuyó a cimentar", dijo el experto en historia de la Iglesia Roberto Bosca en 2020, después de que Francisco aprobara el decreto de beatificación.

"No escribió grandes obras políticas ni ocupó altos cargos: su influencia fue más silenciosa, pero también más profunda porque constituye un pensamiento profundo dentro de las conciencias. Estamos inmersos en el estruendo, pero lo más importante no es lo que hace más ruido", dijo Bosca.

Desde Catamarca, en la víspera de la beatificación, el padre Máximo Jurcinovic, vocero de la Conferencia Episcopal Argentina, dijo que como hombre que "predicó en casi todas las iglesias y capillas de Córdoba, así como en monasterios, hospitales y cárceles", Esquiú encarnó la idea de una "Iglesia en salida", un cambio de paradigma tan pedido por el papa Francisco.

"El lema que acompaña esta beatificación es precisamente 'Fray Mamerto Esquiú peregrino, pastor y testimonio de unidad', algo que tanto necesita nuestra Argentina", dijo. "Desde el seno de su familia cultivó un profundo amor por la unidad, y como hombre con corazón de pastor que fue peregrino, era evidentemente consciente de que, para vivir la unidad, tenemos que estar abiertos a encontrarnos con los demás allí donde están."

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