¡Cuánto ignoraba! En el dolor y sufrimiento que mi refugio es el Sagrado Corazón de Jesús.  ¡Ahora lo sé! 

Y tú, ¿estás pasando por un gran dolor?  El sufrimiento es parte de la vida, nadie se va a escapar de ello por mucho que lo intente. Recuerdo ahora aquella mujer en mi consulta que en voz alta decía como haciendo una oración:  

“Con este dolor Jesús, ha purificado mi corazón.  Le di las gracias porque comprendí que me atraía hacia Él.  Todo lo que pasaba era porque me quiere santa, que me ahorre el purgatorio y para que yo me diera cuenta que Su Gracia me sostiene.  Así que le dije: “Si pura me quieres Jesús, pura seré para Ti”. Ahora mismo no deseo nada más Dios mío.”  

El sufrimiento desde nuestra tradición cristiana obra en nuestra alma como una medicina de purificación.  

Cuando una persona ha decidido seriamente seguir, imitar y ser formado por Cristo, El Señor le mostrará cómo sufrió Él por la raza humana y le convertirá en alguien favorito, de su círculo. Por eso, cuando El Señor te permita vivir un gran dolor, un profundo sufrimiento, agradécele y ofrécele tu dolor para reparar por tantos pecados que se comenten hacia Él, especialmente en el sacramento de la eucaristía.  

Aunque parezca incoherente, es por medio del dolor y el sufrimiento como se conoce más íntimamente al Sagrado Corazón de Jesús.    

Muchas veces, El Señor te pedirá renunciar a algo o a alguien. Sacrificar a un hijo, como fue el caso de Abraham o regalar todo lo que se tiene a los pobres.   

Y,  ¿por qué Dios dará un regalo de tal dimensión a una persona para después pedirlo de regreso?   Simplemente porque Él es Dios. Y como Dios, la forma en la que moldeará o dará forma a cada alma solo la sabe Él.  Por eso, seguir a Cristo y conocerlo de verdad implicará pasar por la gran prueba de sentir el dolor de su Corazón cuando amaba y era despreciado por los hombres a los que amaba. “Se burlaban de mí y desgarraban mis vestiduras”. 

Imagen referencial (Cathopic)

 La persona que con seriedad quiere amar a Jesucristo como Él quiere ser amado deberá estar dispuesta a los pedidos de Jesús que muchas veces, humanamente no harán sentido….   

El camino sobrenatural no se razona. Se acepta. Esa es la fe. 

 De manera que, a mayor presencia del sufrimiento en la vida cristiana, más bendecido, más agradecido, más consciente de ser escogido. Más convencido de saber que el sufrimiento es materia prima para servir al Salvador. Comprender esto, es una gracia para ayudar a madurar la propia fe y comprender con mayor claridad el misterio de la cruz; la locura de ser cristiano…. Amar a Cristo.   

No ha existido un corazón más bueno y más puro que el de Jesucristo mismo. Verdadero Dios y verdadero hombre.   Nadie sufrió más que Él. Por eso para poder comprender la intensidad de su amor por cada uno,   

Jesús permite situaciones que nos van a llevar a sentir mucho dolor en el corazón, incluso hasta el punto de la agonía.  Las lágrimas brotan copiosamente y Dios empieza a purificar ese corazón para que pueda servirle mejor.  Esta purificación es necesaria para seguir adentrándose en la intimidad de Jesús y para conocer su Purísimo y Dulcísimo Sagrado Corazón. 

Cuando no te resistes a la prueba a la que Dios te somete para purificar tu corazón y hacerte santo, lo imitas.   

Cuando, aunque no comprendas el para qué de esa situación, te abandonas en sus brazos y te sometes, lo imitas.  

Cuando sintiendo un inmenso dolor, lo ofreces al Padre, lo imitas. 

Puedes hacer mucho con tu sufrimiento ofrecido por la Iglesia, los sacerdotes, las familias, las benditas almas del purgatorio. Decía san Josemaría Escrivá: “Los que rezan y sufren, dejando acción para otros, no brillarán aquí en la tierra; ¡Pero qué corona radiante llevarán en el reino de la vida! ¡Bendito sea el ‘apostolado del sufrimiento’!”. 

Te  dejo con la siguiente reflexión  para que la lleves a tu propia oración:  

“Concédenos la gracia de encontrar en el divino Corazón de Jesús nuestra morada; y establece en nuestros corazones el lugar de tu reposo, para permanecer así íntimamente unidos: a fin de que un día te podamos alabar, amar y poseer por toda la eternidad en el Cielo, en unión con tu Hijo y con el Espíritu Santo y bajo la Mirada de Santa María. Así sea.”