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Era una época, hijos míos. Una época en la que una serie de televisión podía tener hasta 25 episodios en una temporada y -lo que es aún más extraño- el intervalo entre esas temporadas se medía en meses, no en años. También era una época en la que una serie de televisión inteligente y entretenida nacía y vivía a ese ritmo, dirigida, no a un nicho algorítmico con la señalización de virtudes para demostrarlo, sino a una amplia audiencia general y tenía un éxito salvaje en ello.

Esa, hijos míos, fue la época de "Perdidos" (Lost).

Este año se cumple el 20 aniversario del inicio de la serie en ABC, con seis temporadas y 121 episodios. Desde entonces, está disponible en DVD y en varias plataformas. Actualmente está en Disney+ y Hulu, y el 1 de julio vuelve también a Netflix.

Yo llegué un poco tarde a "Perdidos", al principio me desanimó un comentario en un avance que decía algo así como: "Así que todo el equipo de voleibol de la UCLA se estrella en una isla y...". Al final me puse al día, quizá durante las reposiciones de verano (sí, eso también existía, niños) y me enganché.

Tú también te engancharías si vieras el primer episodio: sin lugar a dudas, uno de los mejores pilotos jamás rodados, que comienza con un simple abrir de ojos, la conciencia gradual de gritos en el fondo, las desgarradoras y aterradoras secuelas de un accidente aéreo, una colección de supervivientes intrigantemente distintivos y que termina, de alguna manera, con un monstruo en la selva. ¿Qué era esto?

"Esto" era, en efecto, otra cosa. Algo único en la televisión de la época, y desde entonces. Una aventura a caballo entre la ciencia ficción y la fantasía, un drama con elementos cómicos y un misterio absorbente, aunque frustrante. Era incluso una exploración de la fe, en su sentido más amplio.

Pero, sobre todo, "Perdidos" trata de personas. Voy a mantener que el profundo y continuo atractivo de "Perdidos" reside, no en los monstruos o los números o los secretos, sino en su visión profundamente humana, encarnada en la aventura, el conflicto, el heroísmo, el dolor y el elenco ganador y diverso de personajes, extraños pero no, en comunión sin siquiera saberlo.

Sencillamente, "Perdidos" somos nosotros.

L. Scott Caldwell como Rose Nadler y Dominic Monaghan como Charlie Pace rezando en una escena de "Perdidos". (Captura de pantalla vía YouTube)

Una impactante promoción de "Perdidos" emitida en Inglaterra en 2005 mostraba al reparto, artísticamente maquillado y disfrazado, bailando de forma artística, con el avión en llamas detrás de ellos. Las voces en off del reparto repiten: uno de nosotros es un pecador... uno de nosotros es un santo... todos estamos perdidos.

Y eso, en mi mente, es todo. Ese es el atractivo. Esa es la razón por la que, bajo las grabaciones en YouTube de la conmovedora y perfecta banda sonora de Michael Giacchino para el espectáculo, tantos comentarios (por ejemplo, "Oigo los primeros compases y se me saltan las lágrimas...") se refieren al tema.

Porque, ¿quiénes somos sino criaturas arrojadas, sin elección propia, a una isla que flota en el mar del universo? Nos rodea un misterio extraño, indefinible e interminable. Suceden todo tipo de locuras, ¿y quién sabe por qué? Intuimos un propósito tras el caos, aunque encontramos conexión, y en el misterio y el sufrimiento hallamos incluso redención.

Y así, sí, aquí estamos, en este lugar, en este momento, por esta extraña combinación del flujo de la vida, el azar, lo que nos han hecho y nuestras propias elecciones. ¿Qué vamos a hacer al respecto? ¿Cómo vamos a vivir ahora?

Hay una escena en un episodio de la primera temporada ("Whatever the Case May Be"), en la que dos personajes están sentados en la playa (por supuesto). Charlie está abatido por algo que ha hecho. Rose, cuyo marido, racionalmente hablando, no sobrevivió al accidente, pero que no ha perdido la esperanza, le consuela. Charlie empieza a llorar:

Ayúdame.

ROSE: Baby, I'm not the one that can help you.... Padre Celestial, te damos las gracias. Te agradecemos que nos hayas reunido esta noche, y te pedimos que le muestres a Charlie el camino. ...

Qué intercambio tan sorprendente, no sólo porque Rose reza y reconoce el poder de Dios para ayudar, sino también por lo que reza. Piénsalo. No empieza con preguntas o quejas, sino con agradecimiento. Ahí está ella, estrellada en una isla extraña sin señales de rescate, la vida tal como la conocía desaparecida, ¿y qué tiene que decirle a Dios? Gracias por esto.

Todos estamos perdidos... sí, lo estamos. ¿Y qué vamos a hacer al respecto? ¿Qué, en medio de este misterio del bien y el mal, la elección y el azar? Eso es lo que este extraño espectáculo, en el fondo, nos pide que nos preguntemos.

No quiero exagerar. No estamos hablando de Bergman (¿o tal vez eso te convenza?). Además de la diversión desenfrenada, los giros argumentales, los cliffhangers y las escenas iniciales, "Perdidos" tiene su buena dosis de historias confusas, callejones sin salida, filosofías enrevesadas y preguntas sin respuesta. Dicho esto, moriré gustosamente en esta colina defendiendo "Lost" contra la caricatura de "Esa vieja serie en la que todo el mundo odiaba el final, ¿verdad?".

Porque no, no todo el mundo odiaba el final, y cuando se tiende al verdadero misterio de la serie, más allá de los Otros y los números y la escotilla, todas las preguntas importantes son, de hecho, contestadas, como el showrunner Damon Lindelof explicó en una historia oral de la serie:

"Creo que, en última instancia, la cuestión fundamental que más me interesa explorar es si hay un propósito detrás del sufrimiento y, lo que es más importante, ¿hay que sufrir para alcanzar un nivel de gracia?".

Nota del autor: Actualmente se está produciendo un largometraje documental sobre la serie, "Getting Lost", cuyo estreno está previsto para septiembre de 2024: www.instagram.com/gettinglostdoc.