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A principios de este mes, la cuenta oficial de Twitter de la Academia Pontificia para la Vida sugirió que la enseñanza católica que habla de la imprescindible conexión entre el sexo y la apertura a tener hijos podría ser descartada algún día, del mismo modo en que la Iglesia rechazó en algún momento su antigua creencia de que la tierra era el centro del sistema solar.

“El Sol no gira alrededor de la Tierra”, decía el tuit del 11 de julio, emitido por la academia. “De lo contrario, no habría progreso y todo se detendría. Incluso en el campo de la teología. Piénsenlo."

La idea de que la Iglesia podría anular la encíclica Humanae Vitae (Sobre la vida humana) de 1968, escrita por el Papa Pablo VI ha desencadenado como era de esperarse una tormenta de reacciones en el mundo católico, tanto positivas como negativas: El hecho de que esta sugerencia fuera hecha por un institución fundada para ofrecerle recomendaciones al Papa en cuestiones de derecho y biomedicina, con sus consiguientes implicaciones para la moral y la enseñanza de la Iglesia, fue doblemente inquietante.

Todo esto comenzó con la reciente publicación de un nuevo libro de 528 páginas (disponible sólo en italiano, actualmente), que es aparentemente el resultado de un seminario teológico patrocinado por la academia en el año 2021. Gerard O'Connell, de la revista America, informó que el tema que probablemente llamará más la atención es la reevaluación de la cuestión sobre el uso de anticonceptivos artificiales”, que aparece en el séptimo capítulo del libro.

O'Connell hizo notar el hecho de que, tanto en el seminario como en el libro, se afirmó que una pareja puede hacer una elección sabia recurriendo a la anticoncepción en situaciones en las que las condiciones y circunstancias prácticas harían irresponsable optar por la procreación”.

Esas palabras sugieren que el selecto grupo que está detrás de ese documento quiere revalorar la enseñanza autorizada por San Pablo VI en Humanae Vitae de que la conexión entre el sexo y la apertura a tener hijos era tan esencial que debía ser honrada en cada acto, sin excepción.

Otros miembros de la academia se han opuesto enérgicamente a la publicación del libro. La Dra. Mónica López Barahona, miembro del consejo de la academia y presidenta de la Fundación Jérôme Lejeune, de España, dijo que el libro no representa una declaración oficial de la APV y también que debería haber sido revisado por especialistas en doctrina del Vaticano antes de ser publicado. Reconoció que algunas de las declaraciones del libro parecen contradecir la enseñanza de la Iglesia, especialmente la que sugiere que no hay actos que sean intrínsecamente malos.

Significativamente, el presidente mismo de la academia, el arzobispo Vincenzo Paglia, afirma en la introducción del libro que éste presagia un cambio de paradigma dentro de la teología moral, un cambio que descarta la enseñanza antigua como un manual de fórmulas que no refleja adecuadamente los “aspectos existenciales más relevantes del carácter dramático de la condición humana, abordados desde la perspectiva de una antropología adecuada para la reconciliación cultural de la fe con el mundo de hoy”.

Dado que lo que se está pidiendo aquí es un cambio que afecta a toda la teología moral católica, los que defienden este argumento no necesitarían detenerse en cuestiones como la anticoncepción y la fertilización in vitro, pero también podrían, hipotéticamente, llegar a reformular las enseñanzas de la Iglesia en contra del racismo, de la tortura y de la violencia sexual, temas, todos ellos, en los cuales cada acto que infringe la enseñanza de la Iglesia en estos asuntos está prohibido siempre y sin excepción. Después de todo, hay católicos (especialmente en lo que respecta a la tortura) que descartarán también tales enseñanzas, argumentando que son como la aplicación de un manual de fórmulas simplista en comparación con lo que puede ser una situación moral mucho más compleja.

Esperemos y oremos para que esto sea sólo una vana ilusión de un pequeño grupo de participantes en un seminario, para que la enseñanza de la Iglesia sobre pecados como el racismo, la tortura y la violencia sexual sigan siendo inadmisibles siempre y en todo lugar.

Pero nos damos también cuenta de que éste es, literalmente, el peor momento para desafiar la enseñanza de la “Humanae Vitae”. Es cierto que, como los críticos lo han dicho durante varias generaciones, la mayoría de los católicos han rechazado las enseñanzas de la Iglesia que forman parte de ese documento. Pero la enseñanza de la Iglesia Católica, ya sea que trate de la anticoncepción o de nuestro deber radical de dar nuestra riqueza a los pobres, no está sujeta a ningún concurso de popularidad.

Objetivamente y véase como se vea, la enseñanza de la Iglesia que aparece en Humanae Vitae es más relevante que nunca. Algunas razones de esto son las siguientes:

  • La separación entre el sexo y la disponibilidad a la procreación ha producido una cultura de relación en la que el planteamiento principal sobre el sexo es el de usar intencionalmente el cuerpo de otra persona como un mero objeto y luego desecharlo. El hecho de que esta cultura sexual del descarte cruce con mucha frecuencia el límite que lleva hacia la violencia sexual es una de sus características principales y no un descuido.
  • La pornografía virtual domina ya la vida de la gran mayoría de los jóvenes, pero al separar el sexo del matrimonio abierto a la procreación, ese tipo de comportamiento sexual sin relación con una persona se convertirá en la norma de nuestra cultura. Especialmente con la llegada de los llamados “metaversos” y robots sexuales, movidos por una inteligencia artificial.
  • Felizmente, más y más mujeres están rechazando la expectativa patriarcal de “escogerrellenar sus cuerpos de hormonas peligrosas como precio de admisión no sólo para lograr citas y relaciones, sino para seguir sus sueños educativos y vocacionales. Un número cada vez mayor de mujeres (inclusive de entre aquellas que tienen un enfoque secular) están honrando su feminidad dada y encarnada mediante el uso de la tecnología más reciente, para practicar varias versiones ecológicas y sorprendentemente efectivas del método de concientización sobre la fertilidad.
  • Está claro ya que es prácticamente imposible separar la lógica de la anticoncepción de la lógica del aborto. De hecho, hasta hace muy poco, Estados Unidos se regía por la ley del aborto (Planned Parenthood v. Casey), que insistía en que las mujeres necesitaban del aborto como un respaldo para la anticoncepción. El aborto es un sistema inevitable para quien participa de la cultura sexual creada por la anticoncepción.

Cuando la reproducción es separada del sexo y trasladada a un laboratorio, se sigue una grave discriminación de la gente con discapacidad. De hecho, los niños embrionarios discapacitados se descartan y son implantados aquellos que tienen los rasgos genéticamente preferidos, una práctica que se volverá aún más común. Además, esta cultura de la reproducción refleja los excesos de las prácticas consumistas de nuestro país, produciendo millones de embriones “extra” destinados al destino absurdo de una congelación perpetua.

Este modelo de reproducción desvinculado del sexo ha llevado al rechazo de la idea de que tener hijos es un don de Dios inmerecido. Y promueve, en cambio, la idea del llamado “derecho a tener hijos” que puede (especialmente si uno es mayor y/o es un hombre homosexual o una lesbiana) requerir la cobertura obligatoria de la fertilización in vitro. Uno se pregunta lo que ese cambio implicará para las mujeres vulnerables que ya se han visto estructuralmente obligadas a alquilar sus cuerpos para ponerlos al servicio de la fertilidad de los demás.

La enseñanza de la Iglesia sobre la conexión inherente entre el sexo y la procreación no sólo fue de inspiración divina, sino que nunca ha sido más urgente para el Occidente consumista. En lugar de resucitar un intento trillado de combatir esta enseñanza, los teólogos morales católicos deberían estar trabajando en nuevos y creativos modos de invitar a toda la gente de buena voluntad a percibir su verdad.

Una manera obvia de avanzar hacia este objetivo sería que los católicos de Estados Unidos y Europa analizaran más detenidamente cómo y por qué los católicos de África y de otros lugares del mundo en desarrollo no han capitulado ni asumido nuestra cultura de consumo desechable en las áreas del sexo y la procreación. Ésta es una oportunidad para escuchar a la gente que puede ofrecer un lenguaje y estrategias, basadas en su propia vivencia, para ayudar al mundo a percibir la verdad que San Pablo VI enseñó en “Humanae Vitae”.

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Charlie Camosy es profesor de Humanidades Médicas en la Facultad de Medicina de la Universidad de Creighton. Tiene, además, la Beca Monseñor Curran, de Teología Moral dada por el Seminario St. Joseph, de Nueva York. Su libro más reciente es “Losing Our Dignity: How Secularized Medicine is Undermining Fundamental Human Equality” (New City Press, $22.95).