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Las primeras décadas de lo que llamamos "Hollywood" no fueron inocentes. Cuando el cine se convirtió en una forma popular de entretenimiento de masas, la violencia y la sexualidad de las primeras películas mudas escandalizaron al público medio y dieron a la industria una reputación de antro de hedonismo y lascivia. Grupos cristianos organizados, como la Legión Católica de la Decencia, se movilizaron para frenarla, con cierto éxito.

Teniendo en cuenta el tema, "Babylon" (en los cines el 23 de diciembre) es un título inspirado para la nueva obra del director Damien Chazelle, una épica dramatización posmoderna de la década de transición en Hollywood del cine mudo al sonoro. Toma prestadas muchas ideas y alusiones de la clásica comedia musical de los años 50 "Cantando bajo la lluvia" con la intención de revelar verdades más oscuras que su progenitora. Al igual que su ciudad homónima, es una película sobre un lugar decadente y malvado que propaga el caos y la corrupción... Hollywood.

Las películas de Chazelle - "Grand Piano", "Whiplash" y "La La Land"- son historias sobre soñadores que logran hazañas milagrosas, hombres y mujeres de mentalidad singular con el talento necesario para tocar una canción imposible con la batería o hacer aterrizar una nave espacial en la luna.

"Babylon" podría ser su exploración más ambiciosa e indulgente de estas ideas. Conocemos a un amplio elenco de artistas excéntricos y talentosos en plena era del cine mudo. Mientras tanto, fuera del trabajo, sus vidas se describen en montajes de orgías hedonistas, manías alimentadas por las drogas y apuestas de alto riesgo. Son incapaces de mantener matrimonios, encontrar relaciones auténticas o vivir sin vicios caros y costosos, y la película retrata su condena de forma bastante gráfica.

Este hedonismo es idealizado por los personajes, que lo recuerdan con cariño como un reflejo del apogeo de su creatividad y éxito. En tono triunfalista, la película parece celebrar el hecho de que el sexo y la violencia contra los que los cristianos protestaron en su día sean ahora corrientes dominantes y atractivas.

Pero, al igual que su progenitora "Cantando bajo la lluvia", todo se viene abajo cuando Hollywood adopta la tecnología del sonido, y los actores que eran adorados en los años veinte no pueden adaptarse al nuevo paradigma de los años treinta. Con personajes tan tóxicos, no es sorprendente verlos fundirse y derrumbarse bajo el peso de sus vicios.

Pero como la mayoría de las películas sobre el cine, ésta se esfuerza por reconocer las consecuencias de la cultura de Hollywood. Las escenas más impactantes de "Babylon" son las que contrastan la caótica vida interior de estos hombres y mujeres con el trascendental éxito de su arte, viendo cómo se crean momentos artísticos de incalculable valor y belleza que repercuten en las generaciones futuras.

De hecho, muchas de las mayores obras de arte de la historia, incluso las religiosas, fueron realizadas por personas infelices, inestables e incluso crueles, cuyas vidas se vieron superadas por la grandeza del arte que produjeron.

 

Una edición de "Hoja por Niggle", de J.R.R. Tolkien. (Wikimedia Commons)

El contraste recuerda al relato corto semiautobiográfico de J.R.R. Tolkien "Leaf By Niggle" (Hoja por Niggle), que narra la lucha de un artista obsesivo por pintar un árbol perfecto con total detalle y éxito, pero que nunca lo consigue del todo en su vida. Al final de la historia, ve en el árbol toda la visión que deseaba crear. Su lucha personal por realizar algo bello y verdadero se encontraba en su esfuerzo, no en sus logros mundanos. El espíritu de Niggle estaba dispuesto, pero su carne era débil.

"Siguió mirando al Árbol", escribe Tolkien sobre su protagonista. "Todas las hojas en las que se había afanado alguna vez estaban allí, tal como las había imaginado más que tal como las había hecho; y había otras que sólo habían brotado en su mente, y muchas que podrían haber brotado, si tan sólo hubiera tenido tiempo".

Sin embargo, a diferencia de "Hoja de Niggle", "Babylon" está poblada por personajes indulgentes e irresponsables, sin respuesta al estrés del cambio y al aguijón del fracaso. Niggle se distrae con facilidad, es perezoso y está sobrecargado con los retos de la vida; los personajes de la película se esfuerzan por crear su propio infierno en la tierra. La película no puede trascender esto y acaba subdesarrollada, limitándose a aludir a la esperanza de que el arte como fin en sí mismo merece el dolor y el sufrimiento que conlleva, incluso cuando sus artistas mueren y caen en el olvido. Aun así, estos personajes se ven consumidos por la desesperación y no llegan a ver el fruto de su trabajo, como hace Niggle cuando ve el árbol terminado.

Lo mejor de "Babylon" es que capta la esperanza de la eternidad y la belleza de nuestro sufrimiento en los esfuerzos por mejorar el mundo y alegrar la vida de la gente. Pero en el peor de los casos, es una obra de indulgencia autocomplaciente que idealiza los peores impulsos de la humanidad. Enfadada, hinchada y engreída, pero llena de momentos de belleza, "Babylon" no puede escapar del infierno que reconoce que la rodea.

El Hollywood de Chazelle está lejos de ser el paraíso. Es descrito como un infierno literal de sadomasoquismo y muerte, empapado de luz roja e imágenes de descenso. Como resultado, "Babylon" es poco más que una plegaria para que los males reales de Hollywood merezcan la pena al final.