El futuro papa, a la derecha, de niño con su hermano mayor John Prevost. (Vatican Media)
Las primeras palabras del Papa León XIV como papa en el balcón de la Basílica de San Pedro el 8 de mayo de 2025 comenzaron con la misma frase que todo católico escucha en la Misa cada domingo: “¡La paz esté con [todos] ustedes!”
Ordinario. Familiar. Reconocible y cercano para cada hombre y mujer católicos en todo el mundo.
Resulta que lo ordinario, lo familiar y lo cercano son las características del hombre que fue Robert Francis Prevost.
Los observadores del Vaticano habían insistido durante mucho tiempo en que era imposible que un cardenal de Estados Unidos llegara a ser papa. Pero el cónclave que eligió al cardenal Prevost como el 267.º Obispo de Roma no se dejó disuadir por el hecho de que era estadounidense —específicamente, un oriundo de Chicago—. De repente, la atención del mundo se volvió hacia “La Ciudad de los Hombros Anchos”.
Aunque todavía llevamos solo unos meses del pontificado de León, el interés por su trayectoria —del South Side de Chicago al humilde “collar suburb” suroeste de Dolton, de la Universidad de Villanova al trabajo misionero en Perú, de ahí a obispo, cardenal y finalmente Santo Padre— sigue creciendo. ¿Cómo llegó un hombre de una familia católica tan típica y de un barrio de clase trabajadora a ascender tan alto?
Recién tras el éxito de su documental producido rápidamente, “León de Perú”, el Dicasterio para la Comunicación del Vaticano ha lanzado una especie de secuela, “Leo from Chicago”, que busca capturar los años formativos del Santo Padre. Aún queda una historia más amplia por contar sobre León, pero el documental vaticano pretende comprender el tipo de amigos que hizo Robert Prevost y el tipo de amigo que él era para los demás.
El padre Robert Prevost saluda a una amiga de Chicago y a su hija después de su Misa de ordenación en 1982 en Roma. (Vatican Media)
El documental está salpicado de imágenes nostálgicas de Chicago: la icónica Torre Sears (ahora Willis), grandes autos de cuatro puertas deslizándose por Lake Shore Drive, puestos de “Italian beef” y calles de ciudad llenas de actividad. Contiene entrevistas con los hermanos Prevost —Louis Martin (llamado “Marty” en la familia, pues compartía el nombre de su padre) y John (llamado “Jay”)— reflexionando sobre la infancia y niñez de su hermano “Rob”.
Descubrimos que la vida temprana del Santo Padre fue como el anuncio de su elección: simultáneamente extraordinaria y perfectamente ordinaria —incluso predecible—.
Como muchos chicos de escuelas católicas de su época, el Santo Padre y su hermano mayor (aparentemente reclutado) “jugaban a la Misa” con obleas de dulce Necco y la tabla de planchar de su madre. “Él no pensaba que estaba jugando: pensaba que era real”, insiste su hermano John.
Robert fue monaguillo desde joven y podía ayudar en la Misa tanto en latín como en inglés. A menudo acompañaba a su madre a la Misa entre semana a las 6 a.m. en su parroquia, St. Mary of the Assumption. Su padre no siempre podía unirse por motivos de trabajo, pero está claro que compartía la práctica de la fe con su esposa. Los hermanos del futuro papa recuerdan con admiración cómo sus padres rezaban el rosario después de la cena y cómo la fe católica estaba arraigada en cada aspecto de su vida diaria.
Aunque este documental no recorre terrenos completamente nuevos, los espectadores sí tienen la oportunidad de escuchar reflexiones sustanciosas de sus compañeros agustinos, amigos del internado donde estudió, compañeros de pregrado en la Universidad de Villanova (donde el Santo Padre fue miembro fundador del club provida), así como antiguos docentes y colegas de posgrado.
Gran parte del relato sobre la vida del papa es tan poco llamativa que podría reflejar la de cualquier familia católica al azar en Chicago: sus padres tuvieron que poner su cuna en el comedor porque no había un dormitorio adicional. ¡Comían pescado todos los viernes! ¡Enviaba tarjetas de cumpleaños y graduación a sus amigos! Le gusta conducir tanto que su amplio conocimiento automotriz rivaliza con el del personaje Mona Lisa Vito, interpretado por Marisa Tomei, en la película “Mi primo Vinny”.
También escuchamos sobre su amor por los “marshmallow Peeps”, el relleno del Día de Acción de Gracias y los sándwiches de “Italian beef” de Portillo’s (en ese punto culinario, esta autora oriunda de Chicago y el papa deben lamentablemente diferir, ya que ella prefiere Johnnie’s). Asistía a juegos de los Chicago White Sox, salía en moto de nieve, y en una ocasión llevó las mismas patillas que el personaje “Elwood” de Dan Akroyd para el fin de semana de estreno de la película “The Blues Brothers”.
Sin embargo, el carácter extraordinario del Santo Padre también se hace evidente, incluso si no se reconocía del todo en aquel entonces. Una maestra de primaria bromeaba diciendo que sería “el próximo papa”, algo que en ese momento era motivo de vergüenza para el joven Rob. En un recuerdo notable, su hermano cuenta cómo “Rob” era una persona de unidad incluso siendo niño, logrando disuadir él solo a un grupo de abusadores que intentaban robarles las bicicletas. “¡Convirtió a una turba indisciplinada en sus amigos!”, recuerda.
Un joven “Bob” Prevost ayuda a un compañero en matemáticas a principios de la década de 1970 mientras asistía a St. Augustine Seminary High School, un seminario menor en Michigan. (Vatican Media)
El nuevo documental no es un análisis profundo de la vida de León, ni pretende serlo. Para quienes buscan una mirada abreviada, pero auténtica y conmovedora, a las personas y lugares que moldearon a León, “Leo from Chicago” es una ventana bien documentada y a menudo encantadora hacia la persona que el Señor llamó para servirle como Sucesor de Pedro.
Uno de los mayores cumplidos que un habitante de Chicago puede darle a otro es referirse a él o ella como “sólido”. Denota a una persona confiable, estable, recta, capaz de hacer lo correcto sin importar lo que venga. Es apropiado que el documental concluya con ese elogio.
“No se impone a la oficina”, señala el padre agustino John Merkelis. “Pero ‘Bob Prevost’ es un tipo sólido. Y León es un papa sólido.”