(OSV News/Paramount)
El fallecido comediante Norm Macdonald fue una vez consultado sobre si estaba de acuerdo con que los comediantes de stand-up eran los filósofos modernos.
"Bueno, eso solo me da lástima por los verdaderos filósofos modernos", fue su conclusión. La comedia puede ser inteligente, como lo demostró el propio Norm, pero cuando el más ingenioso comentario queda opacado por un golpe en la entrepierna, conviene tener humildad.
“La pistola desnuda”, una nueva versión del clásico de 1988 que se estrenó en cines el 1 de agosto, es una de las comedias más divertidas de los últimos tiempos porque lo entiende perfectamente. Sus contemporáneas han perdido el rumbo, dejando de lado el humor para hacerte sentir o, Dios no lo quiera, aprender algo. Esas películas pueden sentir hasta Calabasas el escalofrío que me recorre la espalda. “La pistola desnuda” honra a su predecesora al carecer de orgullo, sin permitir que cosas como el ego o la dignidad se interpongan en el objetivo de hacer reír.
La película adopta un enfoque disperso: lanza tantos chistes como sea posible, y aunque algunos fallen, logra dar en el blanco al menos una vez por minuto. Usa chistes, juegos de palabras, viejas bromas del circuito judío neoyorquino e incluso flatulencias si todo lo demás falla. Pero rara vez fallan, así que el noble gas suele incluirse por puro gusto. Y lo mejor es que, benditamente, los chistes son chistes. En los últimos años, muchas comedias han optado por dejar correr la cámara mientras los actores improvisan, montando luego las mejores ocurrencias. El resultado suele ser una comedia sin forma, una sesión de improvisación en la que el chiste final termina siendo sobre vos. Incluso los chistes más tontos aquí están construidos, con papel y lápiz, buscando la forma adecuada de colocar excremento de perro en el tacón.
El casting también tiene su gracia. Liam Neeson toma el relevo del difunto y genial Leslie Nielsen. Neeson interpreta al detective Frank Drebin Jr., hijo de Nielsen y Priscilla Presley de la película original (el filme nunca comenta que Neeson es solo siete años más joven que su supuesta madre, así que hay que asumirlo como otro chiste).
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A diferencia de muchos actores nuevos en la comedia, Neeson tiene la sabiduría de tomárselo completamente en serio, parodiando su imagen de héroe de acción sin cambiarla en absoluto. Recita los juegos de palabras con la misma gravedad con la que alguna vez amenazó a traficantes franceses por secuestrar a su hija. Toda la película descansa en que él no guiñe un solo ojo.
Drebin (Neeson) es detective del Escuadrón Policial, un departamento de élite del LAPD. Como en muchas historias policiales, pronto descubre que dos casos distintos están conectados: uno involucra el robo de una tecnología de alto valor (convenientemente llamada dispositivo P.L.O.T.), y el otro, una muerte en un accidente automovilístico sospechoso. El jefe del fallecido, el magnate tecnológico Richard Cane (Danny Huston), quiere que todo desaparezca en silencio, mientras que la hermana del difunto (Pamela Anderson) quiere respuestas, y quizás también a Drebin, si el guion lo permite.
A pesar de todo lo que dije sobre cómo esta película prioriza el humor sobre el mensaje, hay uno que asoma si se escarba entre las escatologías. Un amigo me hizo notar que este es un elenco sorprendentemente veterano para una película taquillera. En el filme, interpretan personajes que luchan por adaptarse a la modernidad: Drebin se siente perdido con las cámaras corporales y los autos autónomos, mientras que Cane odia el mundo que él mismo ayudó a crear. Su solución es un plan malévolo para resetearlo todo, mientras que Drebin, confundido como siempre, prefiere conquistar corazones a la antigua usanza en lugar de detenerlos en seco.
La edad de los personajes, y nuestra larga historia con los actores, aportan una capa extra a la experiencia. Llevamos casi 20 años bromeando sobre el viejo Neeson haciendo películas de acción, y de pronto nos damos cuenta de que realmente es un hombre mayor. Las arrugas y el brillo en sus ojos suavizan gran parte de lo escandaloso de su diálogo.
Y luego está Pamela Anderson, cuya reputación en los últimos 30 años la dejaría fuera de cualquier revista católica. Pero con el tiempo llega la familiaridad, y en el caso de Anderson, también un saludable nivel de introspección sobre algunas decisiones de su vida. En cualquier caso, me encantó verla actuar. A varias décadas de “Baywatch”, por fin encontró su lugar.
Cada tanto recuerdo que mi público principal en estas páginas incluye a miembros distinguidos del clero y a las devotas madres de todos mis amigos. Pensando en “La pistola desnuda”, me pregunté cómo justificar recomendar una película de tan descarado, incluso gratuito, mal gusto.
Por suerte, los católicos tenemos una salida: llamar al material ofensivo “chauceriano”. El escritor inglés del siglo XIV, Geoffrey Chaucer, fue un buen católico y también un vulgar empedernido, y proporciona la justificación edificante que permite reírse de un buen chiste subido de tono. Así que ya lo saben: “La pistola desnuda” es el equivalente de nuestra generación a “Los cuentos de Canterbury”.