La restauración de arte es una tarea complicada.

El aplicar un pincel, una esponja o un bisturí a una obra maestra requiere tener nervios notablemente sólidos, sin mencionar la experiencia técnica necesaria. A medida que los restauradores reparan los estragos de la negligencia o el daño, se ven asediados por la preocupación de ser fieles al original, por la responsabilidad para con la posteridad y por el temor persistente de que las quejas por parte de los críticos ineducados afirmen que la obra ha sido “irreparablemente dañada” por incompetencia.

En España, una serie de restauraciones desastrosas ha aumentado las exigencias para el atormentado restaurador profesional, ya que los aficionados han creado una forma de arte que parece estar cobrando vida propia.

Conocida como el movimiento del “Chapucismo”, hace alusión a un trabajo mal hecho y negligente. Esto tuvo inicio en 2012 con la restauración de un “Ecce Homo” (“He aquí al Hombre”), en Borja, España, cuando una feligresa anciana, preocupada porque un fresco de 1910, de Elías García Martínez que se estaba arruinando, intentó restaurar la obra ella misma.

El resultado, irreconocible con respecto al original, fue bautizado como “Ecce Mono” (“He aquí el mono”), volviéndose una sensación turística y haciendo que las reproducciones de la versión “restaurada” llegaran a ser más vendidas que las del original.

"Ecce Homo" antes y después del intento de restauración del fresco por Cecilia Giménez 2012.

Otros ejemplos notables de esta tendencia incluyen el repintado de una estatua de madera de “San Jorge y el dragón”, en 2018 y que ahora es conocida como “Tintín” por su parecido con el famoso detective belga de los dibujos animados. O la restauración que en 2020 convirtió a una copia de “La Inmaculada Concepción”, de Bartolomé Esteban Murillo, en lo que ahora parece una pintura de Modigliani, realizada bajo los efectos de sustancias alucinógenas.

La obra más reciente en unirse a esta insolente galería de arte arruinado fue un estuco decorativo, que hay en un edificio bancario de la ciudad española de Palencia, cuya autora es una mujer joven, obra deformada que los entendidos llaman ahora el “Sr. Cara de Papa”.
El término “movimiento chapucista” fue acuñado por el comediante español Dani Mateo. Él ensalzó, con ironía, sus características de “color sin criterio y su inexistente perspectiva… pero llena de emoción, de sentimiento y de Botox (debido a todos los retoques)”. Él interpreta el manifiesto del “Chapucismo” como “¿Quién necesita de un restaurador? Si yo puedo arreglar esto en cinco minutos”.

En tanto que la pericia con respecto al conjunto de obras de los chapucistas se ha convertido en una forma popular de entretenimiento en internet, sobre todo durante la pandemia del coronavirus, hay muchos que no se lo toman a risa.

ACRE, la asociación de restauradores profesionales de España, ha estado trabajando activamente en Twitter señalando la irresponsabilidad de permitir que los aficionados trabajen en piezas invaluables de la herencia española. Después de pasar cinco años en formación, aprendiendo la teoría y la práctica del oficio, les horroriza ver que el buen nombre de los restauradores españoles esté siendo arruinado por unos cuantos aficionados.

La solución, según ACRE, sería que hubiera una mayor regulación para asegurarse de que los proyectos de restauración sólo quedaran a cargo de profesionales capacitados.

Sin embargo, como el buen arte requiere de un gran mecenas, las malas restauraciones son con frecuencia posibles debido a propietarios negligentes. Cada una de estas notorias restauraciones se emprendió con la anuencia de la gente responsable de la obra.
En el caso de los esfuerzos de Cecilia Giménez, respecto al “Ecce Homo”, la octogenaria afirmó que actuó por iniciativa propia, pero abiertamente y a la vista del clero a cargo de la iglesia.

El propietario privado de “La Inmaculada Concepción” estaba aparentemente tratando de ahorrarse dinero cuando contrató a un restaurador de muebles local —en lugar de a un restaurador capacitado— para arreglar la pintura por un supuesto precio de 1,200 euros.

El sacerdote de la ciudad española de Estella, que fue quien contrató a un “grupo de artesanos” para reparar la estatua de San Jorge, pudo haber estado tratando de apoyar a los lugareños, aparte de procurar ahorrar fondos, pero la “desrestauración”, de 34,000 euros, resultó bastante costosa.


Bartolomé Esteban Murillo "La Inmaculada Concepción" y dos versiones "restauradas".

El autor del “Sr. Cara de papa” sigue prófugo y las investigaciones para descubrir cómo se encargó la restauración siguen pendientes. Se podría argumentar que los verdaderos defensores del “chapucismo” son los dueños y no los ejecutantes.

Frecuentemente se considera que el arte es “invaluable”, subrayando la feliz convergencia de genio, habilidad y materiales para producir una obra única. Sin embargo, los administradores a quienes se confía el cuidado de estos objetos, lamentablemente buscan a veces las gangas para la conservación, en detrimento de las preciosas obras a su cargo.

El arte de calidad cuesta dinero, como los constructores de Chartres o los patrocinadores de pinturas atemporales lo atestiguarían fácilmente. Y cuando se trata de obras de arte de calidad, el precio puede ser extraordinariamente alto.

El Papa Juan Pablo II encontró dificultades para encontrar el modo de recaudar los $ 10 millones necesarios para limpiar la Capilla Sixtina en 1980 y sólo pudo echar a andar el proyecto, vendiendo los derechos fotográficos a Nippon Television Company, por $ 4,2 millones.

La atención que atrajo el proyecto propició la creación de los Patrocinadores de las Artes de los Museos Vaticanos, una asociación de benefactores que hacen donativos exclusivamente dedicados a la tarea de restablecer el arte de las colecciones papales.

Como resultado de esto, los Museos Vaticanos son los líderes en el mundo de la restauración de arte debido a sus extensas pruebas de diagnóstico, a sus innovadores enfoques, al cuidado por la ecología y por la integridad de sus conservaciones.

Hasta el momento, el siglo XXI ha mostrado ser poco amable para con el arte. Ha habido un vandalismo desenfrenado de iglesias y monumentos históricos, derribo de estatuas y un rechazo del magnífico desfile de obras maestras del arte occidental, bajo los auspicios de mantener la corrección política.

Tal vez el “Ecce Mono” es lo que resume mejor nuestra época actual, en la que la gente se deleita más en reírse de una imagen dañada de Cristo que en él mismo. De hecho, el “chapucismo” puede ser el movimiento perfecto para representar nuestra época: es una expresión de una negligente administración como también de una fe negligente.

Si es así, el remedio también puede ser el mismo. Una recuperación del aprecio por los tesoros de la fe cristiana bien puede conducir a una reevaluación de la rica historia y legado del arte cristiano.