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Para los católicos, la Virgen María ha sido durante mucho tiempo, entre otras cosas, la madre de Dios, el máximo modelo de fe y nuestra más poderosa intercesora.

Al mismo tiempo, fue también una mujer sencilla, un ser humano que sufrió como nosotros, tanto física como espiritualmente. Experimentó la pobreza, la precariedad y la pérdida, por lo que no es de extrañar que su vida cotidiana como esposa y madre haya fascinado a los cristianos desde el principio.

La nueva exposición "Visualizando a la Virgen María" en el Museo Getty Center lleva esa fascinación religiosa a un espacio secular, con el objetivo de captar las formas en que los cristianos han imaginado la vida cotidiana de María y su intervención en sus propias vidas.

Se trata de una exposición pequeña, menos impresionante que las anteriores, extraídas de la colección de manuscritos del Getty. El grueso de la exposición está formado por manuscritos iluminados de Europa, que datan de la Edad Media y de principios del Renacimiento.

La exposición se divide en tres partes. La primera parte, "María más allá de la Biblia", examina cómo los artistas imaginaron acontecimientos de la vida de María que no se narran (o si lo hacen, sólo brevemente) en la Biblia. La segunda parte, "María Milagrosa", analiza el culto a María y su papel como sanadora y realizadora de milagros. La última parte, titulada "María en las Américas", explora el legado de la imaginería mariana en las Américas, especialmente la virgen de Guadalupe.

Las religiones antiguas estaban llenas de diosas y semidiosas, mujeres de extraordinaria belleza y sabiduría que eran objeto de culto y se inmiscuían en la vida de los humanos. Eran frías, majestuosas y distantes, incapaces de simpatizar plenamente con los mortales, pues nunca habían sentido dolor, pena o hambre.

La Virgen María es diferente. Es objeto de culto, pero es plenamente humana. Fue la madre de Dios, pero vivió una vida ordinaria.

Esta distinción queda patente en la primera sección de la exposición, "María más allá de la Biblia", que incluye un manuscrito iluminado del siglo XV procedente de París en el que se representa a María leyendo un libro a un niño Jesús mientras éste monta un caballo de juguete.

"Los siete dolores de la Virgen", alrededor de 1525-1530, de Simon Bening. (Museo Getty)

La imagen más llamativa y hermosa de la exposición procede de un manuscrito renacentista de Brujas que retrata a la Virgen María rodeada de siete lanzas que representan los Siete Dolores de la Virgen, que se representan por separado en espacios rectangulares en los márgenes de la página.

La obra transmite cómo la profecía de Simeón del Evangelio de Lucas ("Y una espada atravesará también tu alma") no sólo se refiere a la pasión de Jesús: toda la vida de María está marcada por la cruz. En la esquina inferior izquierda, se dirige a Belén en un burro, preludio del nacimiento de Jesús en la más absoluta pobreza y precariedad. En la parte inferior derecha, María recibe la ominosa profecía de Simeón.

Arriba, a la derecha, la pérdida de Jesús durante tres días en Jerusalén y su recuperación en el Templo entre los médicos. Los tres días que María pasó buscando ansiosamente a su hijo la prepararon para la pérdida de Jesús, durante tres días, en una tumba. Y en los márgenes superior y derecho sigue a Jesús en su pasión, desde el Vía Crucis hasta el sepulcro.

La humanidad de María -vista en su cercanía a los que la invocan- es también crucial para el culto a María como hacedora de milagros. Varias iluminaciones se centran en las intervenciones milagrosas de María: su retrato cobra vida en respuesta a la oración de una mujer en una miniatura manuscrita, o lleva milagrosamente la comunión a la encarcelada Santa Avia en una iluminación francesa del siglo XIV.

Lo que hace a la Virgen María tan única y tan importante es, en otras palabras, el misterio de la encarnación, que a los antiguos escritores paganos les resultaba imposible de entender: que el infinito, Dios, se hiciera finito, tomando nuestra carne, en toda su debilidad, para que la nuestra también pudiera entrar en la eternidad.

En palabras del Papa Francisco, María "es la primera criatura que, con todo su ser, cuerpo y alma, cruza victoriosa la meta del cielo".

Más adelante en la exposición, una miniatura del siglo XVI procedente de un manuscrito armenio la sitúa en la escena de la asunción de Jesús al cielo (un detalle que no se recoge en los Evangelios), de pie en el centro del cuadro rodeada por los apóstoles, mirando a su hijo ya en el cielo. La obra sugiere que ella le seguirá cuando entre en la vida divina.

Otra miniatura representa la escena de la muerte y asunción de María: la Virgen moribunda está en un lecho, rodeada por los apóstoles, y su alma, representada como un pequeño bebé, ya está en manos de su hijo. La madre de Dios es también su hija, que renace a la vida eterna.

También hay un manuscrito alemán del siglo XIII que muestra a María durante la anunciación cuando cree las palabras de los ángeles y el Espíritu Santo, representado como una palomita que sale de la boca de Gabriel, viene a residir en ella. La escena recuerda la famosa exhortación de San Ambrosio sobre el episodio: "También vosotros, pueblo mío, sois dichosos, los que habéis oído y creéis. Toda alma que cree, concibe y da a luz la palabra de Dios y reconoce sus obras".

Esta pequeña colección nos recuerda lo más importante que tenemos en común con la Virgen: Al igual que María recibió este anuncio de un arcángel, nosotros también recibimos una noticia que cambia la vida cada vez que oímos el Evangelio anunciado por otro cristiano.

Como resultado, María creyó y se generó en ella una vida nueva y divina. Del mismo modo, nuestra fe promete que se genera una nueva criatura en quienes reciben la buena noticia y la creen, una con el mismo espíritu de Jesús: una persona capaz de amar, de perdonar y de dar su vida por los demás.

Como han entendido tantos artistas cristianos a lo largo de los siglos, esta nueva vida alcanza su plenitud en el cielo, gracias al camino abierto por Cristo y seguido por su madre.

"Visualizar a la Virgen María" se expuso en el Getty Center Museum el 11 de octubre y estará abierta hasta el 8 de enero de 2023.