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"Tu misión, si decides aceptarla".

Estas son las palabras que separan la serie "Misión: Imposible" de cualquier otra franquicia de espías. No son las máscaras, ni el tema musical, ni siquiera la emocionante complicidad de ver a Tom Cruise arriesgar su vida para nuestro entretenimiento. Es que cada entrega comienza no con un encargo, sino con una decisión moral.

Cuando James Bond es llamado a la acción, es sacado de cualquier casino en el que esté malgastando el dinero de los contribuyentes y llevado al despacho de M, donde acosa a la secretaria antes de conseguir su misión. Esa es la diferencia: James Bond se ve obligado a salvar el mundo, mientras que Ethan, de "Mission: Imposible" Ethan Hunt lo desea.

Cruise, protagonista de la recién estrenada superproducción y montaña rusa gramatical "Misión: Impossible - Dead Reckoning Part One", no salta inmediatamente a la mente como un "actor moral" en ninguno de los dos sentidos del término. Aunque es más conocido por su enfoque más galáctico de la espiritualidad, Cruise está bautizado como católico y asistió al seminario durante un año. Se une así al exclusivo club de antiguos seminaristas como Joseph Stalin y Levar Burton.

Uno se pregunta con qué rapidez habría ascendido a la jerarquía si hubiera seguido el curso, ya que el carisma de Cruise podría hacer que incluso el Papa Juan Pablo II pareciera un trapo de cocina húmedo. Dos de las ex mujeres de Tom también han vuelto al catolicismo tras su divorcio. Un alma perdida por dos ganadas sigue siendo un beneficio neto en el libro de cuentas, ¿verdad?

Pero si la Cienciología de Cruise domina su vida personal, esas raíces católicas parecen más difíciles de desarraigar en las películas de "Misión: Imposible".

La franquicia está plagada de referencias cristianas. En la primera película, Hunt encuentra la respuesta al misterio en una Biblia de Gideon (aunque en la solapa interior y no en los Evangelios). En la tercera película, se infiltra en el Vaticano vestido de sacerdote, lo que nos ofrece un breve fragmento visual de ese camino sin recorrer.

Pero a partir de "Protocolo Fantasma", la cuarta entrega de la saga, el personaje de Hunt empieza a evolucionar. Tras los enredos románticos de las tres películas anteriores, ahora está visiblemente soltero. Cada vez que se cruza con una tía buena -algo que no es infrecuente en el mundo del espionaje-, es más bien casto en sus interacciones. La agente del MI6 Ilsa Faust se pasa tres películas batiendo las pestañas sólo para ganarse un abrazo.

Tom Cruise en una escena de la película "Mission: Imposible Dead Reckoning - Part One". (Foto OSV News/Christian Black, Paramount Pictures y Skydance)

Lo poco que vemos de Hunt en su tiempo libre es que vive en un piso franco donde el catre militar es lo menos espartano. Nos recuerda a un tipo monástico, con salvar el mundo como carisma. Esto se refleja en su ética. En "Misión: Imposible - Fallout", Ethan se niega a sacrificar la vida de su amigo para conseguir uranio enriquecido, arriesgándose a una guerra nuclear. Sus superiores le reprenden por no tener una visión de conjunto, porque ¿qué hombre deja solas a cien ovejas para salvar sólo a una?

"Dead Reckoning" da el salto del subtexto al texto, convirtiéndose explícitamente teológico en sus objetivos. El villano principal es una IA renegada llamada la Entidad, que tras hackear con facilidad las instituciones financieras y militares del mundo, centra su atención en proteger su propia existencia. Sólo identifica dos posibles amenazas: una llave cruciforme con su código fuente original incrustado en su interior, y el agente Hunt. Tanto los gobiernos como los criminales temen a la Entidad y buscan la llave para controlarla o servirla. La Entidad señala a Ethan porque es el único que quiere destruirla, o quizá el único que lo cree posible.

La Entidad cuenta con la ayuda humana de Gabriel, una oscura figura del pasado de Hunt. En el primer flashback vemos a Gabriel disparar a una mujer llamada María, que muere en los brazos de Hunt. Es la versión del Anticristo de la Anunciación, en la que en lugar de que el emisario de Dios comparta la buena nueva con María, trae la muerte. Este Gabriel es sincero en su fe a este anti-Dios, pero es el servicio a expensas de los demás, reinando en el infierno en lugar de servir en el cielo.

"Te mataré a ti y a tu dios", gruñe Hunt en un momento dado, sonando como San Bonifacio acercándose al árbol pagano con un hacha en la mano. Esto es algo más que salvar el mundo: es una guerra santa.

La llave cruciforme ha sido secuestrada por una ladrona llamada Grace (Haley Atwell), lo que significa que nuestro héroe y su equipo necesitan la gracia si quieren encontrar la cruz (no hay Oscar para la sutileza). Grace necesita su propia gracia, ya que busca una forma de dejar atrás su pecaminoso pasado. Desea simplemente que se borren sus antecedentes penales, pero Hunt se niega. El perdón sin arrepentimiento no es más que poner una venda sobre la gangrena. En su lugar, le hace una oferta más interesante: unirse al equipo.

Al parecer, la IMF (Impossible Missions Force, Fuerza de Misiones Imposibles) está formada por antiguos delincuentes a los que se les da la oportunidad de ganarse su penitencia misión a misión. No se trata de un batallón penal ni mucho menos, todos están allí por voluntad propia. Al fin y al cabo, sólo es tu misión si decides aceptarla. Un miembro del equipo que se desvió y regresó, el mismo hombre por el que Hunt arriesgó el mundo, lo expresa de forma concisa: "la libertad no siempre es libre". La suya es una comunidad unida por una misión común, ayudándose unos a otros a alcanzar la salvación mediante las buenas obras y la fe en su vocación superior. Suena casi familiar.

Grace, por supuesto, huye de esta oportunidad cada vez que puede, pero ¿quién de nosotros no lo ha hecho? En otro intento frustrado, Hunt promete trabajo duro y un sueldo bajo. Pero hace una última oferta: "Siempre valoraré tu vida por encima de la mía".

"Ni siquiera me conoces", replica Grace.

"¿Por qué debería importar eso?

Tom Cruise podría haber sido Papa en otra vida, pero aquí se convierte en Jesús. ¿Blasfemo? Tal vez, pero creo que el propio Cristo no podía dejar de admirar a un hombre conduciendo una motocicleta por un acantilado.