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No esperaba gran cosa de "Jesus Revolution", aparte de la mala escritura y los argumentos sentimentales típicos de muchas películas cristianas modernas.

El tema tampoco parecía prometedor: Los cristianos hippies de izquierdas seguían estando presentes en los ambientes católicos de Italia cuando yo era niño. Siempre me parecieron simpáticos y patéticos al mismo tiempo, transmitiendo sentimentalismo y tópicos para sentirse bien.

Pero "Jesus Revolution", que se estrena en los cines el 24 de febrero, invita a la reflexión sobre la eterna lucha por conseguir que los jóvenes se acerquen a Jesús. Narra la historia real de un renacimiento del cristianismo que condujo a lo que la revista Time denominó "Una revolución de Jesús" durante una época de profunda crisis y desconfianza en las instituciones en los años setenta, en medio de la revolución hippie.

A pesar de algunos giros previsibles en la trama, la historia que se desarrolla plantea cuestiones oportunas. Siempre me han parecido insoportables los actores que interpretan a Cristo (o a figuras parecidas a Cristo), pero Jonathan Roumie, que interpreta a Jesucristo en la exitosa serie de televisión "The Chosen", resulta sorprendentemente convincente.

Greg Laurie (interpretado por Joel Courtney) es un joven que busca lo correcto en todos los lugares equivocados (sobre todo drogas). Mientras tanto, la iglesia del pastor Chuck Smith está vacía. La hija del pastor se siente atraída por el movimiento hippie. Ella cree que pueden estar en lo cierto, mientras que su padre teme que acabe drogándose.

"Le pido a Dios que me envíe un hippie", le dice, "porque no los entiendo". Dios le envía al hippie predicador callejero Lonnie Frisbee, interpretado por Roumie.

Mi gente, explica Lonnie al pastor Chuck, son como ovejas sin pastor. Son un grupo desesperado, en busca de una respuesta a su deseo de sentido. El movimiento hippie no era sólo un grupo de jóvenes tratando de drogarse y tener tanto sexo como pudieran, sugiere la película. Detrás de las drogas y las protestas había un deseo de verdad y auténtica felicidad.

Es una idea preciosa que es tan cierta entonces como ahora. Era uno de los temas favoritos de san Juan Pablo II, cuyas elocuentes palabras a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Roma en el año 2000 siguen resonando: "Es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis con la felicidad; Él os espera cuando nada de lo que encontráis os satisface; Él es la belleza que tanto os atrae; Él es quien os provoca esa sed de plenitud que no os deja conformaros con el compromiso; Él es quien os impulsa a despojaros de las máscaras de una vida falsa."

La "Revolución de Jesús" parte del supuesto de que los jóvenes buscan realmente a Dios -se den cuenta de ello o no- y que su rebeldía no debe descartarse de plano ni ignorarse. La respuesta, sugiere, es ayudarles a encontrar el camino hacia Él.

La película propone que la clave de este proceso es un cambio de forma. El pastor Chuck se vuelve más acogedor, abandona el juicio y abraza el perdón, introduce la música rock y empieza a hablar el idioma de los jóvenes. En poco tiempo, la iglesia vuelve a llenarse. Curiosamente, ni Lonnie ni Chuck proponen una espiritualidad diferente. Los sermones de Lonnie no difieren de los del pastor Chuck antes de que ambos se conocieran. No se trata tanto de una cuestión de contenido como de establecer un contacto.

Ésta, sugiere la película, es la solución a los problemas de la Iglesia actual: Ser más abiertos, no juzgar y cambiar el lenguaje para reflejar el gusto y los intereses de los jóvenes de hoy.

Y, sin embargo, hay pocas pruebas de que ese enfoque acomodaticio sea siempre eficaz, o eficaz a largo plazo. Prueba de ello es que los hijos y nietos de la generación de los Boomer han abandonado las iglesias católicas, tradicionales y evangélicas.

A pesar de los esfuerzos por actualizar el marketing y la divulgación, incorporar un lenguaje contemporáneo desde el púlpito y ofrecer ministerios definidos por categorías como la edad, la etnia y la orientación sexual, la demografía de las iglesias envejece rápidamente, y las iglesias no están precisamente rebosantes de jóvenes.

Pero "Jesus Revolution" sugiere, quizá sin quererlo, una respuesta más profunda a los problemas de la Iglesia con las generaciones más jóvenes. Lonnie es un hombre cariñoso y compasivo. Los jóvenes se sienten queridos por él, y la película da a entender que no habrían escuchado su predicación si hubiera venido de otra persona.

Es una experiencia con la que me identifico: Habiendo crecido católica, escuché la "buena nueva" muchas veces desde pequeña, pero sólo empecé a creerla de verdad cuando la recibí de alguien que sabía que me amaba paciente e incondicionalmente, cuando yo había sido egoísta y poco de fiar. Me di cuenta de que este tipo de amor no se consigue con formación, esfuerzo o educación, sino por gracia.

Así que quizá el problema de la Iglesia hoy no sea tanto un problema de forma, sino más bien la necesidad de personas dentro de la Iglesia que demuestren que este amor existe realmente. En lugar de buscar nuevas formas de comunicación, una tarea más urgente es ayudar a conducir a la gente hacia una fe más adulta, que nos permita mirar a los demás como lo hace Lonnie, y poner en marcha nuestra propia "revolución de Jesús."