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Era difícil no emocionarse ante la oportunidad de ver "Prophet", la nueva película biográfica sobre el beato cardenal Stefan Wyszyński, el legendario eclesiástico que guió a la Iglesia en Polonia durante lo peor del comunismo soviético.

Para los católicos polacos, el ministerio del cardenal Wyszyński fue un faro de esperanza en tiempos de oscuridad, un hombre que preservó y consolidó la identidad católica de Polonia bajo un brutal régimen dirigido por los soviéticos que pretendía "ateizar" el país. También se le recuerda como el hombre que fue mentor del joven obispo que llegó a convertirse en San Juan Pablo II.

Pero, para mi gran decepción, "Prophet" es un retrato reducido y unidimensional del gran cardenal.

A lo largo de sus 126 minutos, la película no intenta llegar a un público más amplio. "Profeta" es una película escrita para los católicos, quizás especialmente para el público polaco que tiene interés en revivir un capítulo importante de la historia de su país.

El beato cardenal Wyszyński fue, en efecto, un santo, un hombre cuya fe heroica fue puesta a prueba casi hasta el martirio. Pero la película deja en segundo plano la dimensión espiritual de esta gran figura. Las autoridades comunistas encarcelaron al cardenal Wyszyński durante tres años. ¿Qué mejor ocasión para dar un ejemplo de fe heroica frente a la adversidad?

Pero esa parte de su historia, sorprendentemente, no se encuentra en ninguna parte. En una breve secuencia inicial, vemos a otro prelado siendo torturado por los comunistas. Pero cuando se trata del cardenal Wyszyński, la película se centra en su época como arzobispo de Varsovia (un cargo que históricamente iba acompañado del título de "Primado de Polonia") y su lucha contra las autoridades comunistas.

La trama de la película gira en torno al 1.000 aniversario del Bautismo de Polonia, una celebración que el cardenal vio como una oportunidad para fortalecer la fe de su pueblo y enviar un mensaje al régimen comunista y al mundo. Los comunistas intentan disuadirlo, pero fracasan.

No hay una verdadera tensión en la narración, ya que vemos al cardenal ganar fácilmente una batalla tras otra y lograr finalmente su propósito. El cardenal Wyszyński retratado en la película es un personaje bastante unidimensional: es un hombre que siempre sabe lo que tiene que hacer, que nunca tiene una duda o una vacilación. Pero detrás de la máscara de este hábil político, es difícil ver al hombre de fe.

La película se anuncia como un retrato del hombre que allanó el camino al cardenal Wojtyla. Pero la relación con el cardenal Wojtyla no se desarrolla realmente. Vemos al cardenal Wyszyński interactuar con el futuro Papa Juan Pablo II en tres escenas extremadamente breves. La película no nos dice cómo se conocieron, ni qué vio el cardenal Wyszyński en el cardenal Wojtyla.

Tampoco se nos presenta el entorno intelectual y espiritual en el que creció el cardenal Wojtyla, ni cómo contribuyó el cardenal Wyszyński a ese entorno. Cómo le consideraban los prelados más jóvenes, como el cardenal Wojtyla? Lo admiraban como modelo? No se nos dice: La película ni siquiera muestra el papel que desempeñó el cardenal Wyszyński en el cónclave que eligió al cardenal Wojtyla.

El punto brillante de la película es el relato de la constante predicación de la reconciliación del cardenal Wyszyński, que le llevó a publicar su polémica "Carta de reconciliación de los obispos polacos a los obispos alemanes", en la que invitaba a sus compatriotas a perdonar a sus antiguos enemigos de la guerra. Una y otra vez, le oímos insistir en que los cristianos deben resistir la tentación del odio y elegir el camino del amor, que éste es el camino de los Evangelios y el único camino a seguir.

Pero incluso estos grandes mensajes se pronuncian a menudo de forma fría y dogmática. A cada pregunta espiritual, el cardenal responde con una fórmula prefabricada que parece sacada de un texto de catecismo. Nunca se percibe de dónde viene este amor, nunca se insinúa el poder redentor que puede convertir los corazones más duros.

El cristianismo del cardenal Wyszyński, filtrado a través de los diálogos de esta película, parece más bien estoicismo. Y la Iglesia del cardenal Wyszyński, tal como se muestra en la película, se parece a un ejército que recibe órdenes: Los cristianos deben simplemente comprometerse a hacer lo que Jesús ordene -incluyendo amar a nuestros enemigos- sin una pizca de gracia de por medio.

La película tiene un claro mensaje que transmitir: Como país católico, la identidad de Polonia debe volver a sus raíces católicas. Esta es una visión política justa, y no me opongo al deseo del autor de la película de difundirla.

Pero es una visión anacrónica en 2022, que da por sentado el catolicismo en Polonia. Mientras tanto, el catolicismo está en innegable declive en Europa, incluida Polonia. Una encuesta reciente de la agencia estatal de investigación de Polonia analizó los datos sobre creencias y prácticas religiosas entre 1992 y 2021. En ella se mostraba que a principios de la década de 1990 (justo después del fin del comunismo), casi el 70% de los jóvenes polacos practicaban regularmente su religión católica; hoy, menos del 25% lo hace. Estas estadísticas plantean la pregunta: ¿De qué sirve fundar la identidad nacional de un país en la religión católica?