Ahora que pasamos una página y damos comienzo a un nuevo año de gracia, mi oración por todos ustedes es que lleguen a tener una amistad más profunda y cercana con Jesús.
Quiero invitarlos a que adquieran un nuevo hábito en 2022: Empiecen a leer los Evangelios, de principio a fin, lean una parte todos los días, pero asegúrense de leerlos completos. Empiecen con el Evangelio según San Mateo, capítulo 1 y continúen leyendo todos los días hasta llegar al final del Evangelio de Juan. Luego, empiecen el proceso de nuevo.
Si ustedes leen un capítulo diariamente, les tomará 89 días completar todos los Evangelios. Pero incluso si leen menos que eso cada día, la idea es que pasen tiempo con Jesús todos los días y que vayan conociendo su historia.
El periodista católico Russell Shaw, dentro de su excelente nuevo libro en inglés, “The Life of Jesus Christ” (La vida de Jesucristo - Our Sunday Visitor, $15.95), narra cómo un amigo suyo, católico de toda la vida y profesional bien educado y activo en su parroquia, se sentó a leer un día el Evangelio de San Mateo de principio a fin. Era la primera vez que hacía eso. Estaba emocionado y sorprendido. “¡Ahí se nos narra una historia!” exclamó este hombre.
Estamos acostumbrados a escuchar breves pasajes de los Evangelios que se leen cada semana en la misa dominical. Algunas veces nos es difícil recordar que cada uno de los Evangelios narra una historia, desde el propio punto de vista de quien lo escribe: la historia de la vida de Jesucristo.
Y necesitamos conocer esta historia. Por eso, desde hace muchos años, he tomado como parte de mis prácticas espirituales el dedicar un tiempo diariamente a la lectura de los Evangelios. Y por eso se los recomiendo a ustedes. Porque en la vida de Jesús, descubrimos la vida que él quiere que cada uno de nosotros vivamos.
En los Evangelios leemos cómo Jesús invitó a los discípulos de San Juan Bautista a reflexionar sobre sus palabras y sus obras, sobre lo que ellos habían “visto y oído”.
Él invita a sus discípulos de todas las épocas a hacer lo mismo. Así es como llegamos a conocer a Jesús y a crecer en la amistad con él: abriendo las páginas de los Evangelios para ver y escuchar.
Ustedes pueden confiar en los Evangelios. Éstos fueron escritos por gente que conocía a los apóstoles y que se basaba en el testimonio de ellos sobre lo que Jesús realmente hizo y enseñó.
Lean con espíritu de oración. Pídanle a Jesús, con sencillez, que Él les hable al corazón a través de las palabras que aparecen en cada página. Pidan la gracia de experimentar la emoción de estar cerca de Jesús y, en ocasiones, la sensación de tensión y peligro.
Ustedes pueden estar en la habitación en donde Él está hablando, o seguirlo por las calles, o escucharlo en las llanuras y colinas. Pueden sentarse en la barca con los apóstoles, al lado de
Él.
Los santos siempre están leyendo y releyendo los Evangelios y tratando de aplicarlos a sus propias vidas. Desde que era pequeña, Santa Cecilia tenía la costumbre de esconder un ejemplar de los Evangelios entre sus vestidos, cerca de su corazón.
Ya en nuestros tiempos, San Josemaría Escrivá de Balaguer dijo: “Toma el Evangelio a diario, léelo y vívelo como norma concreta. —Así han procedido los santos”.
Si abrimos nuestro corazón a Jesús todos los días en los Evangelios, con el tiempo Él nos ayudará a llegar a una comprensión más profunda de nosotros mismos. Tenemos que pedirle la humildad de permitir que Él cuestione nuestras suposiciones y motivaciones, que nos ponga retos y nos presente exigencias.
Al leer la vida de Jesús todos los días, llegamos a descubrir nuestra historia en su historia; nos damos cuenta de que estamos viviendo la vida de Jesús. De este modo Él forma nuestro carácter y moldea nuestra alma, según su imagen divina.
Cuanto más tiempo pasen con Jesús, más se irán asemejando a Él: serán más compasivos, más llenos de amor, más pacientes e inclinados a perdonar. Encontrarán más amor en sus relaciones personales, así como una nueva paz en su corazón.
Con los medios de comunicación que hay en nuestra sociedad hay mucha “competencia” por atraer nuestra mente y nuestro corazón, por dominar lo que pensamos y la manera en que ocupamos nuestro tiempo. Este año, tomemos la resolución de llenar nuestro corazón y nuestra mente, no con entretenimientos, juegos o distracciones, sino con la vida de Jesucristo.
Oren por mí y yo oraré por ustedes.
Y pidámosle a nuestra Santísima Madre María que ella nos ayude a conservar todo lo relativo a Jesús —sus palabras, sus acciones, las escenas de su vida— y a meditarlas y reflexionar sobre ellas en nuestro corazón, como lo hizo María.