Espero que hayan tenido una hermosa y santa Navidad en compañía de su familia y sus seres queridos.
Al celebrar la Misa de medianoche, estaba reflexionando acerca de que esta es la última Navidad de la década.
Y al continuar mi oración sobre este tema, pensé que, enfocando la mirada hacia el nuevo año y hacia la próxima década, quiero proponer dos sencillos propósitos para todos nosotros.
Al primero lo llamo “Ser más como Jesús".
Tenemos la certeza de que Jesucristo vino a este mundo y de que viene ahora a nosotros en la Eucaristía y en las páginas del Evangelio, para mostrarnos el camino de la salvación. Y Él es ese camino.
Jesús nos dice a cada uno de nosotros: “Sígueme”. Eso implica algo más que simplemente llamarse cristiano o ir a la iglesia los domingos. Seguir a Jesús significa imitar a Jesús; implica caminar con Jesús como amigo y tomarlo como guía y modelo para nuestra vida.
San Pablo fue el primero en hablar de la imitación de Cristo y éste sigue siendo el patrón básico del estilo de vida cristiano. Algunos santos hablan de “convertirse en Jesús” o de ser “otros Cristos”.
Sabemos que los niños aprenden por imitación. Ellos miran a sus padres y hacen lo que ven. Los mejores artistas, actores, atletas y artesanos comienzan su entrenamiento a través de la imitación de los maestros. Lo mismo sucede con nosotros, como cristianos.
Jesús dijo: “Vengan a mí... aprendan de mí”; estos son dos hábitos prácticos que nos pueden ayudar a aprender de nuestro Maestro y a ser más como Él.
El primero, como he sugerido antes, es encontrarnos con Jesús todos los días en la “Vita Christi”, la vida de Cristo, escrita en las páginas de los Evangelios.
No leemos los Evangelios como una biografía o como historia, es decir, como si fueran libros que hablaran de una persona y de acontecimientos del pasado distante.
Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Entonces, tenemos que leer los Evangelios en tiempo presente. ¿Cuál es la palabra personal que Jesús me está dirigiendo ahora, en este momento?
Además de conocerlo en los Evangelios, tenemos que encontrarnos también con Jesús personalmente, en la Eucaristía.
La Eucaristía debería ser nuestro “pan de cada día” para recorrer el viaje de nuestra vida, y la celebración dominical de la Misa tendría que ser el corazón de nuestra vida cristiana.
También es importante apartar tiempo para simplemente “estar” con Jesús, ante su presencia, en el Santísimo Sacramento.
Me gustaría que todos tuvieran la oportunidad de hacer todos los días “una visita” a una capilla o iglesia para pasar tiempo en silencio con el Señor. Incluso el llegar a Misa 10 minutos antes para orar, es una buena manera de empezar.
Cuando estén en su presencia, hablen sencillamente con Él, como se le habla a un amigo, a un hermano. Díganle lo que necesitan, lo que los preocupa, compartan su felicidad con Él. Pídanle valor para hacer su voluntad y para servirlo mejor.
Aprendan a amar el pasar tiempo con el Señor, a estar sencillamente en silencio, en su presencia. Los santos hablan de mirar a Jesús y de dejar que Él “nos mire”, que examine y le hable a nuestro corazón. Se necesita práctica pues tenemos que aprender a guardar silencio en nuestra mente para pensar solo en Él. La mejor manera de aprender a hacerlo es sencillamente empezar a hacerlo.
A mi segundo propósito le he llamado “Misioneros de todos los días”.
Jesús vino a difundir el amor de Dios y a mostrarnos el camino a la salvación. Y Él nos da, a cada uno de nosotros, la misión de ser sus testigos en el mundo.
Amen a Jesús y traten de vivir como Él, mostrándole su amor a las personas que Él pone en la vida de ustedes. Esta es la manera en la cual compartimos a Jesús: por medio de nuestras actitudes y acciones, por la forma en la que tratamos a las personas, por las elecciones que hacemos en las cosas humildes y ordinarias que hacemos todos los días, en el trabajo, en el hogar, con nuestras amistades.
Los Ángeles es una de las ciudades más grandes del país. Imagínense si cada católico de aquí condujera tan solo a una persona a un nuevo encuentro con Jesús. ¿Y qué tal si cada una de esas personas, a su vez, llevara a otra persona a Jesús? Así, de persona en persona, de corazón en corazón, podríamos cambiar el mundo con ayuda de la gracia de Él.
Oren por mí esta semana y yo oraré por ustedes.
Y ahora que entremos a este nuevo año y a esta nueva década, pidámosle a la Virgen María que interceda por nosotros, para que Jesús pueda moldear nuestra vida a su imagen, tal como Él se encarnó en el seno de ella.
Pidámosle a María que nos ayude a reflexionar sobre las palabras de Jesús y sobre las escenas de la vida de Él, como ella lo hizo, y que nos ayude a adorarlo en la Eucaristía, así como ella y San José lo adoraron en el pesebre.
Roguémosle también a María que nos ayude a traer a Jesús a este mundo, tal como ella lo hizo.
¡Les deseo a todos un Año Nuevo santo y bendito!