Hace diez años, creamos OneLife LA con la esperanza de iniciar un nuevo diálogo y de fomentar una nueva manera de pensar acerca del derecho a la vida y de la causa de la dignidad humana en nuestra ciudad y en nuestra nación.
En ese tiempo, Roe v. Wade era la ley que regía en este país. Cada año se les quitaba la vida en el seno materno a millones de niños no nacidos, como resultado de aquel fallo de 1973 de la Corte Suprema de Estados Unidos, que afirmaba que existía un “derecho” al aborto en la Constitución federal.
Los católicos y otros ciudadanos preocupados por este asunto llevaban ya mucho tiempo reuniéndose cada 22 de enero, aniversario de Roe v. Wade, para marchar pacíficamente, buscando el fin del aborto y para abogar por la creación de políticas públicas que apoyaran a las mujeres, a los niños y a las familias.
En la historia de nuestra nación, el movimiento provida es una de las iniciativas más diversas y significativas que, sin violencia, busca que haya un cambio en la sociedad y en los derechos civiles. Es también una coalición de conciencia, arraigada en las oraciones y sacrificios de incontables estadounidenses de todas las razas y de todos los estilos de vida.
El objetivo que perseguimos en OneLife LA es ayudar a apoyar y a extender este movimiento, creando conciencia acerca de la belleza y dignidad de toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural. Además, queremos volver a comprometernos como católicos, con nuestro deber de fomentar la hermosa visión evangélica de una cultura de la vida y del amor.
Desde el siglo I, la Iglesia siempre ha defendido el derecho a la vida de los no nacidos.
Nosotros seguimos creyendo que el aborto es un mal grave y una injusticia social, porque ataca a la vida misma y está dirigido a los miembros más débiles e indefensos de nuestra comunidad. Y, como enseñan los Papas, creemos también que el derecho a la vida es la base de todos los demás derechos humanos.
Lamentablemente, inclusive más allá del tema del aborto, vemos que en todos los sectores de nuestra sociedad se ha propagado un espíritu antihumano y un desprecio por el carácter sagrado de la vida humana. Vemos que nuestra sociedad de muchos modos se está olvidando del maravilloso plan de Jesús y de la Iglesia.
Jesús le presentó al mundo una idea radicalmente nueva y profunda sobre la persona humana.
Él nos dio a conocer que todos fuimos creados por el Padre con un motivo determinado, y que Él nos conoce, nos ama y tiene un plan y un propósito para nuestras vidas desde antes de la creación del mundo.
Desde el momento de su concepción, toda persona ha sido creada a imagen de Dios, para ser su propio hijo o hija amado.
Jesús nos dijo que somos tan valiosos para Él que tiene contado cada uno de los cabellos de nuestra cabeza, y que Dios le da a cada niño un ángel del cielo, para que lo proteja y lo guíe.
Y para mostrarnos cuánto nos ama, Jesús ofreció su propia vida en la cruz por la redención de todos los hombres y mujeres, y esto, de nuevo, sin excepciones.
Incluso los historiadores seculares reconocen que estas verdades cristianas causaron una “revolución” en el pensamiento humano y moldearon los cimientos de la civilización occidental, cambiando nuestra manera de pensar acerca de las mujeres, de los niños, de la familia, de los pobres y demás.
Estas verdades son la base de la creencia fundamental que hay en nuestro país acerca de que todos los hombres y mujeres son creados iguales, con derechos y libertades otorgados por Dios, y que el propósito del gobierno es salvaguardar estos derechos y estas libertades.
OneLife LA busca proclamar estas verdades y restaurar esta visión sobre la persona humana en nuestra sociedad.
Durante estos últimos 10 años, Estados Unidos ha cambiado. Y, gracias a Dios, la ley Roe v. Wade ha quedado anulada.
Pero el aborto sigue presentándose de manera generalizada y las amenazas a la vida de los no nacidos se han multiplicado, a través de la investigación con embriones, de la maternidad “subrogada” y de una serie de nuevas tecnologías “reproductivas”.
Todavía nos enfrentamos al desafío de construir una sociedad y una economía que apoyen a los matrimonios y a las familias, y en la que toda mujer tenga la ayuda que necesita para traer a su hijo a este mundo con amor.
Más allá de eso, tenemos que seguir promoviendo una sociedad en la que nadie sea un extranjero y en la que no haya ninguna vida que no valga la pena de ser vivida, ninguna vida que pueda ser pospuesta o desechada.
Eso implica el resistir a las crecientes presiones a favor del suicidio asistido e insistir en que los ancianos y los discapacitados sean atendidos con verdadera compasión, como hijos de Dios.
Eso conlleva el prestar servicio a las personas sin hogar y a los enfermos mentales, a los inmigrantes y a los prisioneros. Requiere el enfrentar las injusticias raciales y económicas, y las crisis de las drogas, de la desintegración familiar y de la trata de personas.
A diez años de distancia de su creación, OneLife LA sigue siendo un sueño que vale la pena vivir. Es el sueño de vivir en un mundo que sea tal como Dios lo quiere.
Oren por mí y yo oraré por ustedes.
Y pidámosle a nuestra Santa Madre María, la madre de la vida, que ella nos ayude a edificar un mundo en el que toda vida sea invaluable y sagrada, en el que toda persona sea tratada como un hijo de Dios y en donde amemos a cada persona como Jesús nos ama.