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La semana anterior a Navidad tuve el privilegio poco común de compartir con el mundo una historia asombrosa: la que narra cómo el Señor realizó un milagro en la vida de uno de nuestros nuevos sacerdotes.

Hace apenas dos años que ordené al sacerdocio al Padre Juan Gutiérrez, y ahora él ejerce su ministerio como vicario parroquial de la iglesia de San Juan Bautista, situada en Baldwin Park.

En 2017, siendo él todavía un seminarista en nuestro seminario de San Juan, sufrió una grave lesión en la pierna al jugar al baloncesto con otros seminaristas.

Ante la perspectiva de tener que someterse a una dolorosa cirugía, el Padre Juan le rezó al beato Pier Giorgio Frassati, pidiéndole su intercesión, y a consecuencia de esto, fue sanado.

Su curación fue un milagro. Los médicos que lo atendían no podían explicarlo. Hay imágenes por resonancias magnéticas que documentan el estado en el que estaba su pierna antes de su oración y después de ella.

La palabra “milagro” es, ciertamente, una palabra que se usa muy a menudo en nuestra cultura y que en el fondo no es bien entendida.

Pero las Escrituras nos dicen que Jesús realizó milagros durante su estancia en la tierra. Entre otras cosas, se narra cómo él le dio la vista a un ciego, cómo hizo caminar a un cojo y cómo resucitó a una niña de entre los muertos.

Y creemos que, desde el cielo, Jesús sigue llevando a cabo milagros a través de la intercesión de los santos que están allá con él, en la gloria.

Nosotros no le rezamos a los santos, pero sí les pedimos que oren por nosotros. Estamos convencidos de que Jesús escucha nuestras oraciones, aunque también creemos que escucha las oraciones que los santos hacen por nosotros.

Y creemos esto porque es verdad. El Libro del Apocalipsis nos permite vislumbrar lo que es el cielo y nos muestra cómo las oraciones de los santos arden como incienso en copas de oro, ante el trono de Dios.

El Padre Gutiérrez les dio a conocer a los funcionarios del Vaticano que él había recibido un gran favor a través de las oraciones de intercesión dirigidas a Frassati.

El Vaticano investigó su afirmación, entrevistó a los doctores, estudió las pruebas médicas y concluyó que su curación fue, efectivamente, un milagro.

A causa de este milagro, el Papa Francisco ha decidido ahora que canonizará a Frassati en agosto de 2025, durante el Jubileo de los Jóvenes.

Los exhortos a que lean todos los detalles sobre esto en el presente número de Ángelus y, también, a que vean nuestra conferencia de prensa completa en nuestro sitio web.

Nuestro Dios es un Dios de milagros. Y esta historia nos lo recuerda.

El Señor sigue trabajando en la vida de ustedes y en la mía. Él nos creó, nos ama y nos acompañará a lo largo del recorrido de nuestra vida. Él escucha nuestras oraciones y nos acompaña en la trayectoria de nuestra vida. Y estamos rodeados por una gran nube de testigos, por los santos y por los ángeles del cielo, entre los cuales se encuentran nuestros ángeles guardianes, que velan por nosotros y nos guían.

En nuestra conferencia de prensa, Gutiérrez dijo algo que me pareció conmovedor: “Ser parte de este milagro ha sido como estar en una montaña rusa... Pero, en último término, yo me quedo con un corazón lleno de gratitud y de asombro por lo que Dios hace en nuestras vidas”.

Hemos sido realmente muy bendecidos aquí en Los Ángeles ya que Dios ha suscitado tantos santos para nosotros. Algunos de los más famosos son el Venerable Alfonso Gallegos, sacerdote y obispo y, la Venerable María Luisa Josefa del Santísimo Sacramento, la Beata María Inés Teresa Arias y el gran misionero San Junípero Serra, fundador de la Iglesia de Los Ángeles.

También hemos sido bendecidos con las visitas de muchos santos de toda la Iglesia universal, desde Santa Francisca Javier Cabrini hasta el Santo Papa Juan Pablo II, al igual que las de la Santa Madre Teresa y Santa Dulce Lopes Pontes, conocida como “Irmã Dulce”.

Los Ángeles es verdaderamente una ciudad de ángeles, tanto como una ciudad de santos. Y ahora contamos con un nuevo santo que nos cuida desde el cielo.

Y el Beato Pier Frassati es realmente un santo para nuestros tiempos y un modelo para todos nosotros, pero especialmente para nuestros jóvenes.

Él fue un joven que amó la vida y la disfrutó al máximo. Fue un buen amigo, un buen hijo y hermano. Y fue también un hombre de profunda oración, que nos enseñó cómo encontrarnos con Jesús en la Sagrada Eucaristía y en el rostro de los pobres.

Algunas de sus últimas palabras fueron: “Los esperaré a todos en el cielo”. Y estoy convencido de que, a través de las oraciones de ustedes, Nuestro Señor llevará a muchos a seguirlo hasta allá.

Oren por mí y yo oraré por ustedes.

Y pidámosle a María, nuestra Santísima Madre, que en este nuevo año ella nos ayude a hacer vida en nosotros el Jubileo de la Esperanza, desarrollando una mayor admiración ante todos los dones y bendiciones que recibimos de Dios.