Miren cuántos frutos del Espíritu Santo hay en Los Ángeles y sus alrededores

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¡Me emociona la llegada del próximo mes de julio!

El mes empieza con nuestra peregrinación arquidiocesana anual a la Ciudad de México para rendirle homenaje a Nuestra Señora de Guadalupe.

Éste es siempre un momento especial para mí cuando estoy con los fieles de Los Ángeles, orando ante la presencia de la sagrada tilma sobre la que se encuentra su milagrosa imagen. Este año esperamos que nos acompañen cerca de 300 personas en esta peregrinación de fe.

Como siempre lo hacemos, llevaremos ante Nuestra Señora nuestras oraciones y peticiones por nuestras familias y seres queridos y se las ofreceremos con la mayor confianza.

Me emociona también que, hacia finales de ese mes, iré a Indianápolis, al Congreso Eucarístico Nacional.

Ya hay miles de personas que están peregrinando hacia allá, procedentes de todos los rincones del país, llevando consigo la Sagrada Eucaristía, orando y cantando y, muchos de ellos, recorriendo miles de millas.

Las imágenes de los peregrinos son muy conmovedoras, pues sus rostros irradian una gran alegría y esperanza, y percibo en la gente una renovada confianza en el poder que Jesucristo tiene para cambiar nuestro mundo y nuestras vidas.

Durante estos últimos tres años del Avivamiento Eucarístico Nacional lanzado por los obispos de Estados Unidos, hemos sido testigos de una gran efusión de gracias del Espíritu.

Es posible notar cómo este avivamiento eucarístico es parte de una más amplia manifestación del Espíritu en nuestros tiempos.

Jesús nos dijo que el Espíritu es como el viento. Aunque no lo podemos ver, él está actuando en el mundo y en la historia, y está llevando a plenitud el plan de salvación de Dios.

Al mirar hacia atrás, podemos ver que la visita de Nuestra Señora de Guadalupe en 1531 señaló la verdadera fundación espiritual del continente americano, desencadenando una gran efusión de santidad y de gracia que perdura hasta nuestros días dentro de la misión de la Iglesia.

Hace varios años tuve el privilegio de celebrar una Misa con el Papa Francisco, en el Pontificio Colegio Norteamericano de Roma.

La ocasión para esto fue un día de reflexión sobre la evangelización del continente americano y el testimonio de San Junípero Serra, que estaba entonces próximo a ser canonizado.

El Santo Padre concluyó su homilía con un ferviente llamado al Espíritu Santo, implorándole que viniera nuevamente a renovar la faz de nuestro continente:

“Que un impetuoso viento de santidad recorra […] todas las Américas”, dijo. “Pedimos a Dios esta particular efusión del Espíritu Santo” […] “Hubo tanta santidad en América, ¡tanta santidad sembrada!”.

Creo que ahora estamos siendo testigos de esta efusión del Espíritu Santo, no solo en nuestro país y en este continente, sino en todo el mundo. La gente está regresando a Dios, está volviendo a la Iglesia.

Este año acogimos en la Iglesia a una cantidad récord de nuevos católicos durante la Semana Santa. A principios de este mes ordené 11 nuevos sacerdotes, es decir, más de los que hemos tenido en varios años. Y esto no está ocurriendo solamente en Los Ángeles. Estamos escuchando historias como éstas, que provienen de todo el país.

Las personas están en busca de un significado, propósito y amor en sus vidas. Se preguntan: ¿Cómo debería yo vivir? ¿Cuál es el camino correcto que debo seguir? ¿Qué me sucederá cuando muera? ¿Mi vida tiene alguna trascendencia?

Esas preguntas estaban presentes en el corazón de la gente cuando Jesús estuvo esta tierra. Y son preguntas que se encuentran todavía en el corazón de las personas.

Y en la Iglesia tenemos las respuestas a esas preguntas que la gente se plantea.

En un artículo que estaba yo leyendo recientemente, un párroco escribía: “El sol también sale para la gente común y la vida de ellos continúa a nivel local, con todas sus alegrías y tristezas. La gente nace, se casa, envejece y muere. Y el Evangelio sigue siendo la respuesta”.

¡Y eso es la verdad! Es la actitud que necesitamos tener en la Iglesia durante este tiempo de avivamiento y renovación espiritual.

Por nuestro bautismo, cada uno de nosotros estamos llamados a vivir nuestra fe en Jesucristo con alegría y con amor. Y cada uno de nosotros está llamado a llevar a otros a encontrarse con Jesús, a conocer su amor y a compartir con ellos su promesa de salvación.

San Pablo solía decir: “Así pues, nosotros somos colaboradores de Dios”. Y nosotros somos justamente eso.

Dios le ha confiado a cada uno de nosotros un papel que tiene que desempeñar dentro su maravilloso plan de amor, ya sea en nuestros hogares, en nuestras parroquias, en el trabajo o en nuestras comunidades.

Éste es un tiempo emocionante para ser creyente y seguidor de Jesús, un tiempo en el que una vez más el Espíritu está sembrando la santidad en Estados Unidos.

Oren por mí y yo oraré por ustedes.

Y pidámosle a Nuestra Señora de Guadalupe que nos ayude a desempeñar nuestro papel en esta gran efusión del Espíritu en nuestros tiempos, colaborando con su gracia para hacer que muchos de quienes nos rodean lleguen a conocer el amor de su Hijo Jesús.

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Arzobispo José H. Gomez

El Reverendo José H. Gomez es el arzobispo de Los Angeles, la comunidad católica más grande del país. También se desempeña como Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos.

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