Lo que sigue es una adaptación del discurso que pronunció el arzobispo el 18 de enero en el 11º festival familiar anual OneLife LA, que este año estuvo centrado en apoyar a los afectados por los incendios forestales.
En estos días estamos siendo purificados, estamos siendo probados por el fuego. Nuestra ciudad está siendo probada, al igual que nuestra Iglesia y toda la familia de Dios.
Y, tanto en los buenos tiempos como en los tiempos difíciles, tenemos que volver siempre a la Palabra de Dios.
Así que, estos días he estado dedicando tiempo a la meditación de la Palabra de Dios. He estado tratando de discernir su voluntad y de entender sus propósitos.
Las Escrituras nos dicen que, en los días de antaño, Dios vino a su pueblo en medio del fuego.
Él llamó a Moisés desde la zarza ardiente, visitó a Israel en el monte Horeb, mientras la montaña ardía con un fuego que llegaba hasta el centro mismo del cielo, envuelto en oscuridad, nubes y tinieblas.
Y el Señor Dios le habló a su pueblo desde allí, desde el centro de ese fuego. Él les prometió que los amaría siempre, que nunca les fallaría ni se olvidaría de ellos.
La voz del Señor nos sigue hablando desde el interior de estos incendios. Él sigue prometiendo darnos todo su amor. El reto que se nos presenta es el de escuchar su voz.
Los incendios forestales y las tormentas de viento arrasaron con nuestros seres queridos y con nuestros hogares, con nuestras parroquias, vecindarios y medios de vida. Las posesiones materiales de la gente y sus recuerdos más preciados han quedado reducidos a cenizas, y muchos enfrentan ahora un futuro incierto.
Sé que algunos de ustedes lo perdieron todo; mi corazón se aflige por ustedes, por sus familias y por todos nuestros vecinos.
Pero no pierdan la convicción interna de que cada uno de ustedes tiene un valor inestimable a los ojos del Señor. Dios los ama, a cada uno, con un amor indescriptible.
¡San Pablo dice que nada puede separarnos del amor de Jesucristo! Ni las pruebas ni las tribulaciones, ni el hambre, ni la persecución. Y tampoco el fuego.
Podemos vencer todas estas cosas con la fuerza de Aquel que nos ama hasta el extremo. Es necesario que confiemos en que Dios está utilizando todo esto para bien de todos aquellos que lo aman, y de acuerdo a sus propósitos.
Recordemos aquella historia que nos narra cómo el profeta Elías estaba siendo perseguido por sus enemigos y cómo Dios le pidió que subiera a una montaña, por la que él pasaría y le hablaría.
Elías se sentía solo y abandonado; no podía ver a Dios por ninguna parte.
Vino entonces un viento huracanado que atravesó las montañas, destruyendo todo a su paso. Luego vino un terremoto y después, un incendio.
Pero el Señor no estaba en el fuerte viento, ni en el terremoto, como tampoco en el fuego.
Pero las Escrituras nos dicen que después del fuego se escuchó el murmullo de una brisa suave y apacible, un pequeñísimo susurro.
En medio de estos incendios, hemos de escuchar esa Voz suave y apacible. Dios nos está llamando desde ahí, aun si esto sólo se percibe como un susurro.
En momentos como éste es cuando nos damos cuenta de que la vida es increíblemente valiosa, pero también muy frágil. Podemos perder lo que tenemos en un instante. Así que deberíamos de vivir para Dios, apreciando cada instante y sin dar nunca por seguro nada ni a nadie de nuestras vidas.
Éste es el momento para dar un testimonio cristiano. ¡Tenemos que permanecer unidos en la esperanza! ¡Hemos de apoyarnos mutuamente, hemos de sacrificarnos unos por otros, hemos de cuidar unos de otros!
Éste es el espíritu que hemos buscado fomentar durante estos años a través de OneLifeLA.
OneLife LA no fue pensada nunca para consistir en un evento único, sino para ser el inicio de un movimiento.
OneLife LA es el sueño de una comunidad de amor en la cual toda vida humana es sagrada, y en la que la vida de cada individuo es protegida, desde el momento en que la persona es concebida en el vientre de su madre hasta el momento en que esa vida llega a su fin natural.
Necesitamos un espíritu como éste para poder renovar tanto nuestra ciudad, como nuestra Iglesia.
En estos momentos el Señor nos está llamando a ser buenos amigos y buenos vecinos, a llevar su amor a todos los que están sufriendo.
Sigamos adelante con nuestra fe y nuestra esperanza puestas en Dios: ¡Una vida, un amor, una ciudad de LA!
Pidámosle a Nuestra Santísima Madre que ella nos proteja y nos guíe. Y que, en su tierno amor, nos ayude a escuchar esa pequeña Voz apacible de su Hijo que nos habla en estos días de fuego.
Nuestra Señora, Reina de los Ángeles: ¡Sé una madre para todos nosotros!