Jesús nos dijo que, si queremos llegar al cielo, tenemos que llegar a ser como niños pequeños.
Y ésa es una idea que nos cuesta aceptar pues nos gusta tener el control de nuestras vidas, tomar nuestras propias decisiones, darle forma a nuestro propio futuro.
Si tuviéramos la opción, es probable que muchos de nosotros no quisiéramos volver a ser nuevamente como niños pequeños.
Pero Jesús insiste en ello cuando nos dice: “Si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos”.
La clave es si no “se hacen como”...
Para llegar a ser como niños pequeños se recorre todo un camino que consiste en una conversión del corazón. Es un aprendizaje que nos llevará toda la vida, por lo cual es necesario volver a empezar una y otra vez.
La maravillosa realidad de nuestras vidas es que somos hijos de Dios. Esa es la verdad que Jesús vino a enseñarnos.
Él, a pesar de ser Hijo de Dios, mostró su humildad y se hizo un niño pequeño, el hijo de María, el Hijo del Hombre.
Y nos dice ahora que si mostramos nuestra humildad, convirtiéndonos en niños, entonces podremos vivir aquí en la tierra como hijos e hijas de Dios, y vivir eternamente con el Padre en el cielo.
Él nos entrega el rosario para ayudarnos en nuestra “transformación”, en nuestra conversión.
El rosario es una oración de niños. Es siendo niños cuando muchos de nosotros lo aprendemos a rezar, y es una oración maravillosa para los niños.
Es una plegaria que apela a los sentidos por medio del contacto con las cuentas, por su ritmo sencillo y por el sonido de las oraciones que nuestros labios repiten una y otra vez. Y en estas repeticiones puede haber con frecuencia una sensación de maravilla.
A medida que avanzamos en edad, nos vamos dando cuenta de que el rosario es la oración del hijo de Dios, la oración de todos y cada uno de nosotros, los que queremos vivir como Jesús.
Esta oración se enfoca en los misterios de la vida de Nuestro Señor porque es en ellos en donde descubrimos el secreto de nuestras propias vidas.
El rosario contiene, en sí, todo el Evangelio. La clave de todo es rezar como niños, mirando la vida de Jesús a través de los ojos de su madre, que es también nuestra madre.
Al ir repitiendo el Ave María, al decir las palabras que el ángel le dirigió a ella, somos introducidos en la historia de la salvación que se desarrolla a través de la vida de ella.
Vamos acompañando al Niño, que nace de su seno, a través de las alegrías de su vida familiar, lo acompañamos también durante el cumplimiento de su misión —cuando Él le comunica al mundo la luz de la vida—, y también cuando padece los dolores de su pasión y de su muerte, hasta llegar a la gloria de su resurrección que lleva consigo su promesa del cielo.
Al contemplar estos misterios día a día, semana a semana y año tras año, nuestras vidas empiezan a tomar un nuevo rumbo y los misterios de su vida se van convirtiendo en los misterios de la nuestra.
Casi sin darnos cuenta, nuestras vidas se van uniendo a la suya, nos vamos volviendo más parecidos a Él, más semejantes a esos niños pequeños que Él nos pide que seamos.
Ésta es la fuerza del rosario, es el poder que impulsa a los santos.
El rosario ha sido la oración diaria de los santos a lo largo de los siglos.
Pero me llama la atención ver cuántos santos de nuestro tiempo fueron santos del rosario: hombres y mujeres santos, tales como el santo Padre Pío, la Santa Madre Teresa, Santa Francisca Cabrini, San Josemaría Escrivá y como las Siervas de Dios, Dorothy Day y Catalina Doherty.
Testigos más jóvenes de esto serían el Beato Pier Giorgio Frassati y la Beata Chiara Badano, que también fueron apóstoles del rosario.
Se dice que cuando el Beato Carlo Acutis era pequeño, había en su casa una niñera joven que profesaba el hinduismo y el Beato Carlo le enseñó a rezar el rosario, lo cual estuvo en el origen de la conversión de ella.
El beato Carlo le llamaba al rosario “la escalera más corta para llegar al cielo”. Eso es verdad. Deberíamos subir unos cuantos peldaños de esa escalera cada día.
El 7 de octubre es la fiesta de Nuestra Señora del Rosario y todo el mes está dedicado al santo rosario.
Aprovechemos este mes para profundizar en nuestra devoción a esta oración de los hijos de Dios.
Si ustedes ya rezan el rosario, traten de profundizar en su contemplación. Busquen hacer una pausa antes de cada misterio y colóquense en la “escena”.
Si no tienen el hábito de rezar el rosario, intenten rezar tan solo uno de los misterios cada día.
Sea cual sea su manera de rezar, elijan durante este mes la preocupación más urgente que tengan y recen el rosario por esa intención. Estén pendientes de lo que suceda, especialmente en el interior de sus corazones.
Oren por mí y yo oraré por ustedes.
Y que Nuestra Señora del Rosario nos ayude para que cada uno de nosotros vaya amando cada vez más a su Hijo y para que lleguemos a ser esos niños pequeños que Dios pretendió que fuéramos cuando nos creó.