Hay momentos en los que podemos cuestionarnos acerca del estado en el que se encuentra nuestra humanidad.
Las noticias del día están llenas de informes de violencia y de crueldad. En nuestra cultura política y mediática, se ve con frecuencia cómo las personas actúan con enojo y grosería, especialmente hacia aquellos con quienes no están de acuerdo. En la vida diaria parece a veces que nuestra tecnología nos facilita ser indiferentes hacia quienes nos rodean.
Cuando pensamos en estas cosas, podemos sentir la tentación de preguntarnos si algo dentro de nosotros está cambiando, o si nos estamos transformando en personas más burdas, más indiferentes hacia los demás.
Pero yo no lo creo. La decencia puede estar en declive, pero no ha muerto. Dos acontecimientos recientes me dan esperanzas sobre esto.
La primera es la historia de ese hombre joven de Dallas, Brandt Jean. En una sesión pública del tribunal de justicia, él abrazó a Amber Guyger, la mujer que mató a su hermano, y le dijo que la perdonaba.
Fue un momento de gracia y un hermoso testimonio cristiano del poder de la misericordia y del amor. Incluso en su sufrimiento y en su pena, este joven estaba tratando de llevar a Jesús a esta mujer, tanto con sus palabras como con su ejemplo.
Él le dijo: “Te perdono. Y sé que, si vas a Dios y se lo pides, Él te perdonará. ... Ni siquiera quiero que vayas a la cárcel. ...Quiero lo mejor para ti... y lo mejor sería entregarle tu vida a Cristo. ...De nuevo, te lo digo, te amo como persona”.
La segunda historia se refiere a algo más cercano a nosotros, y tuvo lugar en la estación del metro no muy lejos de nuestras oficinas arquidiocesanas, aquí en Koreatown.
Emily Zamourka es una refugiada que llegó a Estados Unidos desde Moldavia cuando se desbarató la Unión Soviética en 1992. Dedicada al canto y a la música, ella estuvo dando clases de música aquí en Los Ángeles hasta que le robaron su violín y cuando su salud comenzó a fallar hace varios años.
Así, se fue atrasando en el pago de sus facturas, y, como tantas otras personas de nuestra ciudad, terminó careciendo de un hogar, viviendo en las calles y cantando para obtener dinero en el metro.
Ella estaba cantando un aria de ópera en la plataforma del metro, cuando su voz conmovió a un oficial del Departamento de Policía de Los Ángeles, quien le pidió permiso para grabarla.
El video que él publicó en la cuenta de Twitter del Departamento de Policía de Los Ángeles se volvió viral y ha sido visto más de un millón de veces.
Ahora la vida de esta mujer de 52 años de edad, ha cambiado, gracias a la amabilidad de los extraños.
Las personas que se conmovieron con el video, organizaron campañas de GoFundMe y casi 2,000 personas prometieron dinero para ayudar a Zamourka a encontrar un lugar donde vivir y para comprar un nuevo violín. Un miembro del Consejo de la Ciudad de Los Ángeles arregló que ella pudiera encontrar un refugio y tocara su primer concierto. Después del concierto, se le ofreció un contrato de grabación.
Es una hermosa historia de compasión, de bondad y también de fe. Emily le dijo a un periodista que durante todos los años que pasó en las calles, nunca perdió la sensación de que Dios estaba con ella.
“Esto tiene que terminar en algún momento dado, de alguna manera, algún día”, se decía a sí misma. “Si es voluntad de Dios que mi vida cambie, lo alabaré y estaré muy agradecida con Él”.
Necesitamos narrar historias como ésta, historias que celebren nuestra capacidad humana para la bondad, para la amabilidad y la empatía.
En base a las historias que contamos, aprendemos a vivir. Me preocupa que las historias que narramos en nuestra cultura —en nuestras noticias, películas, redes sociales—, presenten una imagen distorsionada.
No somos lo que parecemos ser en nuestras “pantallas”. Los seres humanos no están constituidos tan sólo de apetitos y deseos, no viven simplemente en una competencia despiadada por obtener sus propios intereses, no están todos viendo solamente por sí mismos.
No se puede negar que la gente puede hacer cosas desagradables. Pero la gente hace también cosas hermosas todo el tiempo. Solo tenemos que saber dónde mirar y entrenarnos a nosotros mismos para verlo.
La amabilidad cotidiana es algo real. Aunque ocultas a la vista, todo el tiempo están ocurriendo pequeñas obras de redención, pequeños actos de tierna misericordia. La mayoría de nosotros estamos tratando de vivir la Regla de Oro, mostrando hacia los demás la compasión y el amor que queremos para nosotros mismos.
Debemos recordar esto, y debemos contar estas historias, para elevar el ánimo de nuestro mundo, para ayudar a nuestro prójimo a encontrar la esperanza y el amor.
¿Qué es lo que nos hace humanos? Ésa es la pregunta de nuestros tiempos. Pero hay una pregunta que viene antes que eso. ¿Quién es el que nos hace humanos? Esa pregunta cambia todo.
Fuimos creados a partir del amor de Dios y estamos hechos para vivir en su amor. Y tenemos en todo momento a nuestra disposición los dones de la gracia de Dios para vivir como sabemos que debemos hacerlo.
Oren por mí esta semana y tengan en cuenta que yo estoy orando por ustedes.
Y pidámosle a nuestra Santísima Madre María que nos ayude a seguir viviendo lo que creemos, y a convertirnos en aquellas personas que fuimos llamadas a ser.