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Como muchos de ustedes, he estado haciendo investigaciones para comprender lo que es la inteligencia artificial (IA) y para reflexionar sobre lo que implicará para las personas individuales, para la sociedad y para la misión de la Iglesia.

Algunas de las organizaciones más grandes del mundo están implementando y desarrollando rápidamente esta tecnología. Y se están invirtiendo enormes cantidades de dinero para acelerar el avance de la IA y para desarrollar la infraestructura energética necesaria para respaldarla.

Nuestro gobierno tiene ya su propio “plan de acción” para fomentar las innovaciones en la IA y para lograr un “dominio global” sobre el tema, lo cual dice considerar necesario para el crecimiento de la economía, para la creación de nuevos empleos y para el avance científico.

Existe también una creciente preocupación por el “lado oscuro” de la IA.

A los educadores les preocupa que la mayoría de los estudiantes, tanto de secundaria como universitarios, utilicen herramientas de IA para escribir trabajos académicos, para realizar exámenes y para hacer tareas. Los “compañeros” activados por IA son la forma más reciente de pornografía. Ha surgido la preocupación de que los militares hagan uso de la IA para producir armas de alta tecnología. Angelus publicó recientemente un importante informe sobre la creciente dependencia que se tiene de los “chatbots” en el hogar.

La IA ha suscitado también cuestionamientos inquietantes en cuanto a asuntos espirituales y religiosos. Destacados líderes tecnológicos han hablado abiertamente acerca de su intención de “construir a Dios” y de abrir las puertas a un futuro “transhumanista”, en el cual lograrían “destacarse”: implantando capacidades de inteligencia artificial en la persona humana.

“La humanidad se encuentra en una encrucijada, ante el inmenso potencial generado por la revolución digital que se ha visto impulsada por la inteligencia artificial”, declaró el Papa León XIV este verano, en un mensaje destinado a una conferencia internacional sobre IA.

León eligió su nombre papal para llamar la atención sobre la revolución de la IA, que él compara con la revolución industrial, que su predecesor, el Papa León XIII, afrontó en el siglo XIX.

Y en estos primeros meses de su pontificado, él ha hablado frecuentemente acerca de los desafíos que la IA presenta para la dignidad humana y para el bien común.

La IA ya está cambiando nuestra manera de trabajar y el funcionamiento de nuestra economía y de nuestra sociedad. En un nivel más profundo, la IA está cambiando lo que pensamos acerca de nosotros mismos y de nuestras relaciones, e incluso la noción que tenemos sobre la identidad humana, sobre el lugar que ocupamos en el mundo y sobre el significado de nuestras vidas.

Las consecuencias de la IA son demasiado grandes como para dejar las decisiones sobre su desarrollo únicamente en manos de ingenieros de Silicon Valley, de organizaciones tecnológicas globales, de políticos y de inversionistas. El Papa considera que la Iglesia debe tomar parte en estas conversaciones.

Él se da cuenta del gran potencial que esta tecnología tiene para áreas como la medicina y la atención médica, y de sus posibilidades para aumentar la interconexión y la comprensión humanas, así como también para la difusión del Evangelio.

Pero la IA es una herramienta, nos recuerda él, y como toda herramienta, puede ser utilizada para bien o para mal, y pues toda tecnología nos “cambia” de alguna manera, a medida que la vamos usando.

“Actualmente interactuamos con las máquinas como si fueran interlocutores, y así nos convertimos casi en una extensión de ellas”, dijo él. “En este sentido, no sólo corremos el riesgo de perder de vista el rostro de las personas que nos rodean, sino también de olvidar cómo reconocer y valorar todo lo que es verdaderamente humano”.

El Papa León piensa que necesitamos normas éticas y amparos legales para proteger a los niños y adolescentes, que son “particularmente vulnerables a la manipulación, a través de los algoritmos de la IA, que pueden influir en sus decisiones y preferencias”.

También le preocupa que esta tecnología pueda ser utilizada para confundir y controlar a la gente, así como también para manipular sus emociones y sus percepciones acerca de lo que es real y verdadero.

Al dirigirse a periodistas de todo el mundo, el Papa puso en guardia contra una cultura de la “posverdad” y expresó su preocupación acerca del cambio en la manera en que son transmitidas las noticias, basándose en los algoritmos activados por la IA. Y cuestionó quiénes son los responsables de controlar estos algoritmos y “con qué fines” lo realizan.

“Tenemos que estar atentos para asegurarnos de que la tecnología no reemplace a los seres humanos y de que la información y los algoritmos que la rigen actualmente no estén únicamente en manos de unos cuantos, afirmó él.

El Papa León rechaza a quienes afirman estar creando a Dios o una autopercepción similar a Dios mediante la IA.

En un mensaje a los líderes de la tecnología, él les recordó que, por muy capaz que sea la IA de imitar el razonamiento humano, nunca tendrá una conciencia o poder de autopercepción (concientización). La IA tampoco podrá tomar decisiones morales guiadas por un sentido de responsabilidad humana ni por relaciones humanas auténticas.

El Papa nos recuerda a todos que el hecho de tener acceso a la información no nos hace inteligentes.

“En último término”, dice él, “la auténtica sabiduría tiene que ver más con el reconocimiento del verdadero sentido de la vida que con la disponibilidad de datos”.

El Papa León nos exhorta a todos a estar más informados sobre estas nuevas tecnologías y a reflexionar más sobre sus implicaciones.

Nuestro objetivo, ha dicho él, debería ser “una IA que reflejara los designios del Creador, es decir, una tecnología inteligente, promotora de relación y guiada por el amor”.

Oren por mí y yo oraré por ustedes.

Y que Santa María, Trono de la Sabiduría, nos guíe a todos en la búsqueda de un futuro digno de la santidad y de la gran dignidad que tiene la persona humana.

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Arzobispo José H. Gomez

El Reverendo José H. Gomez es el arzobispo de Los Angeles, la comunidad católica más grande del país. También se desempeña como Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos.

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