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¡Feliz Navidad!

En Navidad celebramos el Amor de Dios que desciende desde lo más alto del cielo para hacer su morada con nosotros aquí en la tierra.

El Niño, envuelto en pañales y tiernamente acostado en un pesebre por su madre, es el Amor que creó el universo, el Amor que nos creó a cada uno de nosotros, el Amor que sigue encargándose de darle movimiento al sol y a la luna, y que sostiene todo lo que vive y tiene aliento.

Jesús nace en una noche oscura, en la pobreza de un establo, de una madre pobre y de su esposo. Los únicos en enterarse son los sencillos pastores que están en el campo y que escuchan a los ángeles cantar en lo alto de los cielos.

Esto es más que una historia antigua que recordamos una vez al año. Es una historia de la cual ahora formamos parte también ustedes y yo.

¡La Navidad es la fiesta del amor divino! El misterio de Navidad es el misterio del amor de Dios por ustedes, por mí, y por cada persona.

Dios, que es Amor, baja hasta nosotros en total humildad, cambiando su divinidad por una participación en nuestra humanidad.

Jesús llega, tal como el profeta Isaías prometió que lo haría, como “una gran luz” que irrumpiría en esta “tierra de tinieblas”. Él viene a iluminar el camino que recorremos a través de este mundo de oscuridad.

E iluminados por su luz gloriosa podemos apreciar el verdadero valor de nuestra vida. ¡Podemos darnos cuenta de por qué estamos aquí y para quién fuimos creados!

¡Ustedes tienen un gran valor para Dios! Eso es lo que significa este día santo: El amor que baja del cielo para ustedes.

Jesús se vuelve semejante a nosotros para poder acompañarnos de cerca en nuestras esperanzas y en nuestros sueños, en nuestras alegrías y en nuestras tristezas. Él se hace semejante a nosotros para que nosotros podamos llegar a asemejarnos a Él.

Jesús nace como hijo de María, para que nosotros podamos nacer de nuevo, como hijos de Dios.

Esto es lo que la Navidad nos revela: que Dios quiere que ustedes lleguen a ser sus hijos e hijas muy amados. Deberíamos permitir que esa verdad llene nuestras vidas.

Este Dios maravilloso a quien el profeta llamó “Padre sempiterno”, los ama con un amor que va más allá de toda expresión, con un amor que tiene su origen en el propio corazón de Él y que los llama a un amor que nunca tendrá fin en el cielo.

Debemos de interiorizar el espíritu de la Navidad dentro de nuestros corazones y aceptar ese hermoso regalo que es el amor de nuestro Salvador.

Los primeros cristianos solían decir: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en ese amor”.

Nosotros también debemos conocer y creer en el amor que Dios tiene por nosotros. Él ama tanto al mundo, nos ama tanto a ustedes y a mí, que envió a su Hijo único a salvarnos de nuestros pecados y a liberarnos de la muerte.

Jesús hizo un don de toda su vida, una ofrenda de amor que hace por ustedes. Y en el día de Navidad, Él nace para ustedes y es colocado en un pesebre. Pero cuando sea mayor, entregará su vida por ustedes en la cruz.

Él viene a vivir, a morir y a resucitar para que ustedes puedan tener una vida nueva a través de Él. Eso es lo que sus vidas valen para Dios.

Y este maravilloso amor nos pide una respuesta.

En la vida de todos nosotros hay cosas de las que nos arrepentimos, que son los amargos frutos del egoísmo, del pecado y de la debilidad. Dios conoce nuestras limitaciones. Pero el Amor ha descendido a nosotros y ahora la oscuridad ya está quedando atrás, la luz verdadera empieza ya a brillar, mostrándonos el camino a seguir.

“Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”, como dijo el profeta. En ese Niño que nos encontramos en el pesebre, son perdonados nuestros pecados, y somos liberados de toda carga del pasado.

¡Si creemos en su amor, si caminamos tras sus huellas, Él nos concederá poder para llegar a ser hijos de Dios, para vivir y amar con alegría!

¡Mi deseo de Navidad es que conozcan y crean en el amor de Dios por ustedes!

Y, como los pastores, apresurémonos a llegar al pesebre para acoger al Niño con reverencia y con acción de gracias.

Una santa solía saludar la mañana cada día, diciendo: “Bendito sea este nuevo día, que es Navidad para la tierra, porque Jesús quiere volverlo a vivir en mí”.

Jesús quiere nacer en el corazón de ustedes y en el mío, así como nació de María. Y a través de ustedes y de mí, Jesús quiere encontrarse con los hombres de nuestro tiempo, para amarlos, servirlos y salvarlos. El amor baja del cielo, para que ustedes y yo podamos amar y ser amados.

Oren por mí y yo oraré por ustedes.

Y en este tiempo santo, envueltos en la luz del Amor, pidámosle a la Virgen María que ella ayude a su Hijo a nacer una vez más en todos nosotros.