El 8 de agosto, ordenaré ocho nuevos sacerdotes para la familia de Dios de la Arquidiócesis de Los Ángeles.
Todo nuevo sacerdote es un signo del amor de Dios y del cuidado que Él tiene de su pueblo y nuestros nuevos sacerdotes serán enviados a servir en medio de esta persistente pandemia de coronavirus que sigue trastornando nuestras familias, nuestra economía, nuestras escuelas y nuestras parroquias.
Estos meses de pandemia han alterado también la manera en la que nuestros sacerdotes viven su vocación y el modo en el que desempeñan su ministerio hacia las personas.
Ha sido inspirador para mí ver cómo algunos de nuestros sacerdotes se han adaptado a esta situación, con heroísmo silencioso, estableciendo contacto con los feligreses a través de llamadas telefónicas o de correos electrónicos, atendiendo a los enfermos y necesitados, facilitando, incluso, oportunidades para adorar al Santísimo Sacramento.
Es difícil verlo ahora, pero la Iglesia saldrá de este tiempo, así como ha sobrevivido las persecuciones, plagas y pandemias del pasado. Pero no hay duda de que la manera de desempeñar —no solo los sacerdotes, sino todos los que formamos parte de la Iglesia— nuestro ministerio futuro, va a cambiar.
He estado tratando de orar y reflexionar mucho sobre esto en estos días de verano, pensando no solamente en el impacto que tendrá en nuestras instituciones y ministerios, sino también en las necesidades de las personas en nuestras parroquias y en la sociedad.
Tenemos que asegurarnos de que nuestra distancia social no se convierta en una distancia emocional; debemos permanecer conectados entre nosotros, cuidarnos, escuchar, compartir nuestras historias y nuestra esperanza en Cristo.
He estado hablando de esto durante muchos años, pero es algo que se ha vuelto más urgente a la luz de esta pandemia: cada uno de nosotros, los que formamos parte de la Iglesia, debemos sentir la responsabilidad de ser discípulos misioneros.
La Iglesia nunca se ha tratado solo de programas y eventos. Todo se relaciona con una Persona, Jesucristo, que es total y verdaderamente humana y total y verdaderamente divina, y que entra en nuestras vidas y nos llama a seguirlo y a llegar a ser “una nueva creación”.
Conforme vamos avanzando a través de la nueva realidad creada por esta pandemia, debemos tener claros los medios y los fines.
Actualmente, todos estamos muy centrados en los “medios”, lo cual es comprensible porque el mundo ha cambiado. Tan solo el reunirse en persona, cara a cara, es ahora mucho más complicado. ¿Cómo podemos llegar a las personas, cómo podemos reunirlas para enseñarles, para compartir la fe, para forjar compañerismo?
Estas son preguntas importantes. Deberíamos plantearnos estas preguntas teniendo a la vista nuestro objetivo, que es el de llevar a la gente a un encuentro personal con Jesucristo, para ver su rostro, escuchar su voz, conocer y experimentar su presencia amorosa y misericordiosa en sus vidas.
Por eso es que necesitamos reflexionar a fondo en la manera de usar la tecnología digital y las soluciones “virtuales”, que obviamente desempeñarán un papel cada vez más importante en nuestro ministerio posterior a la pandemia.
Ha sido sorprendente lo que hemos podido hacer en este tiempo de emergencia en el que todavía tenemos la restricción de podernos reunir en grandes cantidades y el modo en que tantas parroquias y ministerios han ofrecido liturgias y eventos transmitidos en vivo.
Más adelante tendremos que cerciorarnos de que nuestros sitios web y nuestras plataformas de redes sociales sean mucho más que simples medios para “enviarle” mensajes a nuestro pueblo.
Lo bueno de estas herramientas es que son interactivas. Por lo tanto, tenemos que buscar modos creativos de ayudar a las personas a expresar y compartir su fe en línea. Necesitamos darles los recursos que necesitan para ser testigos vivos y discípulos misioneros desde sus propias plataformas.
Piensen en las posibilidades que tendría el hecho de ayudar a que todo católico de la Arquidiócesis de Los Ángeles compartiera cada día un mensaje de esperanza en sus plataformas personales de redes sociales.
¡Imagínense! ¡Cinco millones diarios de mensajes de amor y de misericordia en Instagram, Twitter y Facebook! Podríamos cambiar el tono de estos canales, que tan frecuentemente es malo y egocéntrico y podríamos ayudar a las personas a pensar en todas las cosas buenas y hermosas que la gente está haciendo en el mundo.
¿Y qué tal que cada parroquia organizara un rosario diario, no desde el interior de la iglesia, sino que la oración partiera de los hogares de los feligreses y fuera compartida en sus propios canales sociales personales? De nuevo, ¡imagínense a cerca de 300 familias, representando a cada una de nuestras parroquias, que inundaran estos canales con oraciones a Nuestra Señora y con reflexiones sobre los misterios de Cristo!
Oren esta semana por nuestros nuevos sacerdotes. Y si nunca han asistido a una ordenación sacerdotal, ¡ésta es su oportunidad! Estaremos transmitiendo en vivo las ordenaciones este 8 de agosto. Es un hermoso sacramento y un momento de experimentar la belleza de la Iglesia y el amor de Dios. Pueden encontrar más información sobre esto en https://lacatholics.org/ordination/.
Oren por mí esta semana y yo oraré por ustedes. Y pidámosle a nuestra Santísima Madre María que interceda por nuestros nuevos sacerdotes, que nos conceda más vocaciones al sacerdocio y que esté cada vez más cerca de todos nosotros en estos días difíciles.