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Este tiempo ha sido un tiempo de duelo para la familia de Dios aquí en Los Ángeles, ya que hemos perdido a un amigo muy querido, el Obispo Auxiliar David O’Connell.

Lo sepultamos el pasado 3 de marzo, después de una hermosa misa de réquiem celebrada en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. Él fue un santo sacerdote y obispo y un hombre de paz, a quien extrañaremos.

Para el cristiano, la muerte no es el fin, sino un nuevo comienzo. Los santos nos enseñan que al atardecer de nuestra vida seremos juzgados en el amor.

Y el Obispo Dave amó y sirvió a Jesús con todo su corazón y con todas sus fuerzas. Como Jesús, él amó a sus hermanos y hermanas “hasta el extremo”, dedicándoles un amor especial a quienes frecuentemente son olvidados y viven al margen de la sociedad.

Así que confiamos en que él esté con el Señor en el cielo, lugar en el que, por supuesto, todos queremos estar.

Durante estos días hemos sido testigos de una gran efusión de cariño y apoyo, proveniente de todas partes del mundo. El presidente y la primera dama enviaron sus condolencias. El Papa Francisco, que fue quien nombró al Obispo Dave en 2015, envió un hermoso mensaje que me pidió le comunicara a la familia de Dios.

En el mismo día en que el Santo Padre designó al Obispo Dave, él también nombró a otros dos obispos auxiliares más para la Arquidiócesis de Los Ángeles: el Obispo Joseph Brennan, que encabeza ahora la Diócesis de Fresno, y el Obispo Robert Barron, a cuyo cargo está ahora la Diócesis de Rochester-Winona, en Minnesota.

En los años posteriores al nombramiento de ellos para este lugar, cuando yo iba de visita a Roma, el Santo Padre me preguntaba con una sonrisa cómo estaban “los trillizos”. Él les tenía un verdadero afecto pastoral.

El Papa experimentó una profunda tristeza por la muerte del Obispo Dave.

En el mensaje que nos dirigió a nosotros, él elogia los “años de esmerado ministerio sacerdotal y episcopal que el obispo tuvo para con la Iglesia de Los Ángeles, los cuales se caracterizaron, especialmente, por su profunda preocupación por los pobres, los inmigrantes y los necesitados, por su empeño en defender la santidad y la dignidad del don de la vida que Dios nos da, y por su celo en fomentar la solidaridad, la cooperación y la paz dentro de la comunidad local”.

Es un hermoso recuerdo acerca de una vida que fue vivida únicamente para Jesucristo y para su Evangelio.

El Obispo Dave —inmigrante de Irlanda— era un buen amigo de la ciudad de Los Ángeles y durante casi cuatro décadas estuvo al servicio de la gente de esta ciudad, en algunos de nuestros vecindarios más pobres. Él sigue siendo la única persona que he conocido que podía hablar con fluidez el español, con un acento irlandés.

Y aunque estamos viviendo un momento de tristeza y de duelo, fue una bendición el poder ver cómo tantos de nuestros vecinos, entre los cuales muchos no son católicos, asistieron para celebrar la vida de él.

Miles de personas vinieron a orar y a presentar sus respetos durante los tres días de liturgias y durante el velorio público, que tuvo lugar en la catedral, y muchos más vieron estas liturgias por nuestros canales de internet y de las redes sociales. Y la vida de él fue homenajeada por los principales medios de comunicación.

En lo personal, yo extrañaré el sonido de su risa y su sentido del humor. Su lema episcopal era “Jesús, en ti confío”, y el ejemplo de la confianza que él tenía en el Evangelio seguirá siendo una fuente de inspiración para mí.

El Obispo Dave fomentó en todas partes que las familias, parroquias y ministerios practicaran el “proceso de reflexión sobre el Evangelio”. Él decía que la palabra viva de Dios “se vuelve real” cuando nosotros oramos y escuchamos el Evangelio en compañía de otros y compartimos allí nuestras reflexiones.

Él hablaba seguido acerca de cómo nosotros debemos ser “practicantes” de la palabra, recordándonos que Jesús dijo: “Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.

También recordaré y guardaré siempre en mi corazón esa cálida y filial devoción que él le tenía a María, nuestra Santísima Madre, y su dedicación a la plegaria del rosario.

Al recordar su extraordinaria vida, conservémoslo en nuestros corazones y renovemos nuestro compromiso de vivir como él lo hizo: con una entrega total a Jesucristo y a su Evangelio, manteniéndonos cerca de Jesús y compartiendo el amor de Dios con las personas que tenemos en nuestra vida.

Nuestro amigo, el Obispo Dave, ha llegado ya a su destino. Así como él caminó al lado de Jesús y estuvo a su servicio durante su vida. Ahora, después de la muerte, participa ya en la plenitud de su resurrección, en ese amor que no tiene fin.

Así que ahora que seguimos orando por el descanso eterno de su alma, pidamos también su intercesión para poder continuar nuestro propio recorrido con Jesús, de camino al cielo.

¡Le agradecemos a Dios el don de su vida!

Oren por mí y yo oraré por ustedes. Y continuemos también orando por la familia del Obispo Dave; que Dios les conceda la paz y el consuelo.

Y pidámosle a Nuestra Señora de Guadalupe que ella cubra a nuestro amigo con el manto de su amor y que, con los ángeles, lo conduzca al paraíso, para que descanse en paz.