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La Sierva de Dios Catherine de Hueck Doherty fue una figura pionera del movimiento católico de justicia social, junto con su amiga Dorothy Day, que lo fue del movimiento Trabajador Católico.

Criada como aristócrata en Rusia, ella y su familia fueron orillados al exilio cuando llegó la revolución comunista de 1917. Al refugiarse en Inglaterra, se convirtió al catolicismo, en 1919, y a partir de entonces su vida tomó un giro profundamente apostólico.

Actuando con base en las palabras que dijo haber recibido de Jesús, se mudó a Canadá y luego a Estados Unidos, en donde, a partir de finales de la década de 1930, fundó hogares para los pobres y las personas sin hogar, administrados por laicos, tanto en Toronto, como en Harlem, Chicago y otros lugares.

Durante el Adviento, Doherty solía dar charlas diarias a sus compañeros de trabajo. En una de estas reflexiones, les dijo:

“El Adviento es una temporada corta, pero cubre una larga distancia. Es el camino del alma que va desde Nazaret hasta Belén... un camino hacia el infinito, hacia la eternidad. Tiene un principio, pero no un fin. El Adviento es el camino de la vida espiritual”.

Esta es una magnífica idea que podemos aprovechar al prepararnos para la temporada santa del Adviento.

El Adviento es una peregrinación del alma, un camino interior del corazón. En estas cuatro semanas viajamos, tanto en nuestra liturgia como espiritualmente, desde la anunciación, ocurrida en Nazaret, hasta el nacimiento de Jesús en Belén.

Realizamos este camino con la Virgen María y, a medida que avanzamos, aprendemos de ella los hábitos del corazón que necesitamos para acoger a Jesús en nuestra vida, para permitir que su vida crezca adentro de nosotros y para compartirla con los demás.

Siempre me ha gustado el hecho de que el Adviento llega al final del año calendario, pero que, a la vez, marca el principio del nuevo año de la Iglesia.

Los primeros cristianos hablaron de la venida de Jesús con gran alegría, describiéndola como una nueva creación, como una estrella brillante de la mañana que se elevaba en sus corazones. “Ahora yo voy a hacer nuevas todas las cosas”, dijo Jesús

Cada Adviento es un tiempo para despertar nuestro corazón del sueño de los hábitos perezosos o de la indiferencia con respecto a nuestra vida espiritual. Es un tiempo de remover barricadas y obstáculos, de enderezar los caminos de nuestro corazón para que nos conduzcan de manera más directa a Dios.

Podemos saber quiénes somos según lo que amamos, de acuerdo a lo que elegimos emprender y las prioridades a las cuales les dedicamos nuestro tiempo. Entonces, debemos de asegurarnos de que nuestros corazones estén puestos en Jesús, en su voluntad, en su plan para nuestras vidas. Debemos estar seguros de que amamos lo que él ama.

El camino que lleva de Nazaret a Belén empieza cuando le decimos que sí a Jesús, como lo hizo María en la anunciación.

María se abandonó en los brazos amorosos de Dios y en el proyecto de vida que él tenía para ella, diciéndole al ángel Gabriel: “Hágase en mí según tu palabra”.

Durante nuestra oración y reflexión de esta temporada, podemos empezar renovando nuestro propio acto de fe, esforzándonos con mayor empeño por dejar de lado nuestras propias prioridades y planes, nuestras propias necesidades y deseos, y tratando de confiarle a Dios todo lo que hay en nuestras vidas. Que no se haga nuestra voluntad, sino la suya.

San Juan Bautista es otra figura importante con la que nos encontramos en la liturgia de Adviento. Él también tomó la decisión de vivir para Jesús y no para sí mismo. La hermosa expresión que utilizó para describirlo es: “Que Él crezca y yo disminuya”.

Durante este Adviento, podemos hacer nuestro ese deseo de Juan, profundizando en nuestros esfuerzos por vivir de acuerdo a las palabras y al ejemplo de Jesús, tratando de abordar las circunstancias de nuestra vida como Jesús lo hizo, con amor y misericordia.

Hay tres maneras prácticas en las que podemos propiciar el crecimiento de Jesús en nuestros corazones durante este Adviento.

En primer lugar, pasando simplemente más tiempo en la oración y reflexión sobre los Evangelios, conociendo a Jesús de una manera más íntima. En segundo lugar, podemos asistir a Misa con más frecuencia durante la semana, pidiendo la gracia de aumentar nuestro anhelo de que Él transforme nuestras vidas. Finalmente, podemos intentar cada día hacer más obras buenas para los demás, viviendo así como Jesús lo hizo, con caridad, misericordia y perdón.

La mamá de Doherty solía decirle: “Los días de Adviento son días de construir una escalera dorada que nos llevará a una estrella, la estrella de Belén. Y esto, a la vez, ¡nos llevará directamente al Niño Jesús!”

Oren por mí y yo oraré por ustedes, al iniciar juntos este camino de Adviento a lo largo del sendero que lleva de Nazaret a Belén.

Pidámosle a nuestra Santísima Madre María que ella nos acompañe en este recorrido; y que en este tiempo santo nos ayude a que el Niño Jesús crezca en nuestros corazones, como creció una vez en el seno de ella.