ROSARIO, Argentina — En el Evangelio de Mateo, Jesús dice a sus discípulos que “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos”. Estas palabras han resonado durante siglos como advertencia y desafío — no porque la salvación sea imposible para los ricos, sino porque es exigente.

El 18 de diciembre, el Vaticano confirmó que un laico argentino estuvo a la altura de ese desafío, al anunciar que el papa León XIV aprobó un milagro atribuido a la intercesión del venerable Enrique Ernesto Shaw, despejando así el camino para su beatificación.

Shaw, que murió en 1962 a los 41 años, no fue sacerdote ni religioso. Fue esposo, padre de nueve hijos, oficial de la Marina y empresario que murió siendo económicamente próspero. Sin embargo, su vida — vivida con una coherencia poco común entre la fe y la acción — lo ha convertido en uno de los próximos candidatos argentinos a los altares.

Nacido en 1921 en el Hotel Ritz de París, en el seno de una familia argentina, Shaw creció rodeado de privilegios, pero eligió un camino marcado por la disciplina, el servicio y la oración. Pasó la mayor parte de su infancia en Argentina, aunque vivió un año en Estados Unidos junto a su padre y su hermano, después de que su madre muriera cuando él tenía 4 años. Fue allí donde recibió el sacramento de la confirmación.

Aunque su padre era un católico no practicante, cumplió la promesa hecha a su esposa en el lecho de muerte de criar a sus hijos en la fe.

Shaw sigue siendo el egresado más joven de la Escuela Naval Argentina, a la que ingresó a los 14 años. Al retirarse, a los 24, había alcanzado el grado de teniente.

Viajó varias veces a Estados Unidos, pero un viaje decisivo ocurrió en 1945, cuando la Armada Argentina lo envió a estudiar meteorología. Llegó a Nueva York el 2 de septiembre de 1945 — el día en que terminó la Segunda Guerra Mundial — ya en medio de un cambio interior. Durante ese viaje mantuvo varias conversaciones con monseñor Reynold Hillenbrand, un sacerdote de Chicago conocido por formar líderes católicos a través del compromiso social y la pastoral obrera.

Monseñor Hillenbrand convenció a Shaw de que nunca sería “un trabajador más”, sino que podía marcar la diferencia como empresario.

Bajo su guía, Shaw dejó la Marina y se adentró en el mundo empresarial, convencido de que la vida económica no estaba separada del Evangelio, sino que era uno de sus ámbitos más exigentes. Esa conexión llamó la atención del papa León XIV, también oriundo de Chicago. En un mensaje a la XXXI Conferencia Industrial Argentina, el papa escribió que la vida de Shaw demuestra que es “posible ser empresario y santo a la vez, que la eficiencia económica y la fidelidad al Evangelio no son excluyentes, y que la caridad puede penetrar incluso las estructuras industriales y financieras”.

Shaw fundó la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa de Argentina. Inspirado por la formación que recibió en la Escuela de Negocios de Harvard — donde estudió por invitación, a pesar de no haber postulado — también ayudó a fundar la universidad pontificia de su país.

Al mismo tiempo, se convirtió en director ejecutivo de la empresa familiar de su esposa, Cristalerías Rigolleau; fue padre de nueve hijos; presidió la rama masculina de la Acción Católica Argentina; y ayudó a fundar la filial local de Cáritas. En Rigolleau, Shaw estableció un fondo de pensiones y un sistema de atención médica para los 3.400 trabajadores de la empresa, brindando asistencia sanitaria, apoyo financiero en caso de enfermedad y préstamos para acontecimientos importantes de la vida.

Todo esto ocurrió antes de que Shaw muriera de cáncer a los 41 años, tras una lucha de seis años contra la enfermedad. Unos 260 trabajadores donaron sangre para ayudar al hombre que los conocía por su nombre, preguntaba con frecuencia por sus familias y llevaba una pequeña libreta donde anotaba sus necesidades.

Poco antes de morir, Shaw les agradeció: “Puedo decirles que ahora casi toda la sangre que corre por mis venas es sangre de trabajadores. Estoy así más identificado que nunca con ustedes, a quienes siempre he querido y considerado no solo como ejecutores, sino también como dirigentes”.

Shaw entendía la empresa no como una máquina de ganancias, sino como una comunidad de personas. Convencido de que el trabajo debía servir a la dignidad humana, promovió relaciones laborales basadas en el diálogo, la justicia y el respeto — incluso en medio de los intensos conflictos sociales y políticos de la Argentina de los años 50.

Sus convicciones lo llevaron a decisiones concretas. Shaw fue una figura clave en el impulso del concepto de salario familiar en Argentina, un esfuerzo pionero para garantizar que los sueldos reflejaran no solo la productividad, sino también las necesidades reales de sostener una familia. Para Shaw, los salarios nunca podían ser números abstractos; debían hacer posible una vida digna.

Su fidelidad pública a la fe tuvo un costo. En 1955, durante una severa persecución religiosa tras la quema de iglesias y el enfrentamiento entre el Estado — encabezado por el presidente Juan Domingo Perón — y la Iglesia, Shaw fue arrestado dos veces por su participación en la Acción Católica. Afrontó la oposición con serenidad, sin separar nunca la piedad personal de la responsabilidad pública.

Con el apoyo del papa argentino Francisco, la causa de Shaw avanzó lenta pero firmemente. Sin embargo, lo que finalmente abrió la última puerta fue una curación que la medicina no pudo explicar.

El 21 de junio de 2015, un niño de 5 años sufrió un gravísimo traumatismo craneal tras recibir una patada de un caballo cerca de Suipacha, en las afueras de Buenos Aires. Los médicos advirtieron a la familia que su estado era tan grave que quizá ni siquiera convenía operarlo. Ante un pronóstico desalentador, los padres encomendaron a su hijo a la intercesión de Shaw.

El niño sobrevivió y hoy, ya adolescente, lleva una vida normal sin secuelas. La Iglesia reconoció formalmente la curación como milagrosa y publicó el decreto el 18 de diciembre, con la aprobación del papa León XIV.

Fernán de Elizalde, administrador de la causa, contó a Infobae que en el momento crítico el padre del niño rezó: “Te cambio tu santidad por la salud de mi hijo”.

La aprobación marca un momento significativo no solo para Argentina, sino para una Iglesia universal cada vez más enfocada en la vocación de los laicos. La vida de Shaw ofrece una respuesta concreta a una de las tensiones permanentes del cristianismo: cómo vivir la riqueza, el poder y la responsabilidad sin perder el alma.

Inés San Martín es vicepresidenta de Marketing y Comunicaciones de las Obras Misionales Pontificias de Estados Unidos. Escribe para OSV News desde Rosario, Argentina.

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Inés San Martín
Inés San Martín es periodista argentina y jefa de la oficina de Roma de Crux. Ella es una colaboradora frecuente de Ángelus.