CIUDAD DEL VATICANO -- Con motivo del 400 aniversario del seminario arquidiocesano de Trujillo, Perú, el Papa León XIV dio gracias a Dios por todos los hombres cuyo ministerio se formó allí.
"También mis huellas forman parte de esa casa, en la que serví como profesor y director de estudios", dijo a los actuales estudiantes del Seminario Mayor Arquidiocesano "San Carlos y San Marcelo" de Trujillo. De 1989 a 1998, enseñó derecho canónico y otras materias en el seminario.
El propósito del seminario ha sido el mismo durante 400 años: ayudar a los hombres a "estar con el Señor, dejar que Él los forme, conocerlo y amarlo, para poder parecerse a Él", escribió el Papa en la carta, que fue publicada por el Vaticano el 5 de noviembre.
En su carta, el Papa León ofreció consejos a los estudiantes.
"La oración no es un ejercicio accesorio, en ella se aprende a reconocer su voz y a dejarse conducir por Él. Quien no ora, no conoce al Maestro", escribió. "Una piedad sin doctrina se vuelve sentimentalismo frágil; una doctrina sin oración se vuelve estéril y fría".
La oración y el estudio, por lo tanto, deben cultivarse "con equilibrio y pasión, sabiendo que sólo así podrán anunciar auténticamente lo que viven y vivir con coherencia lo que anuncian".
Y aunque la vida espiritual e intelectual de un seminarista son indispensables, dijo, como preparación para el ministerio ordenado, "ambas se orientan hacia el altar, lugar donde la identidad sacerdotal se edifica y se revela en plenitud".
En la Misa, dijo, "el sacerdote aprende a ofrecer su vida, como Cristo en la cruz. Al nutrirse de la Eucaristía descubre la unidad entre el ministerio y el sacrificio, y comprende que su vocación consiste en ser hostia junto con Cristo".
"Cuando la cruz se asume como parte inseparable de la vida", escribió el Papa León, "la Eucaristía deja de verse sólo como un rito y se convierte en el verdadero centro de la existencia".
Los seminaristas también se preparan para una vida de paternidad espiritual, dijo el Papa León.
"Un verdadero padre no vive para sí, sino para los suyos: se alegra cuando sus hijos crecen, sufre cuando se pierden, espera cuando se alejan", dijo. "Así también el sacerdote lleva en su corazón al pueblo entero, intercede por él, lo acompaña en sus luchas y lo sostiene en la fe".
La paternidad sacerdotal, dijo, se expresa a través de actos de "entrega: el celibato como amor indiviso a Cristo y a su Iglesia, la obediencia como confianza en la voluntad de Dios, la pobreza evangélica como disponibilidad para todos, y la misericordia y fortaleza que acompañan las heridas y sostienen en el dolor".
