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Un conocido mío, mejor católico que yo, me recomendó ver una nueva película que fue lanzada directamente en Netflix. Este servicio de streaming no suele asociarse con contenido afín a los católicos, y mi amigo me advirtió sobre una escena en particular que podría decepcionar. Pero, basado en sus grandes elogios sobre el contenido general, me senté a ver Nonnas.

Es una película pequeña, del tipo que normalmente solo se ve en festivales o muy abajo en la lista de las más populares de Netflix. No hay persecuciones de autos, ni invasiones alienígenas, ni supervillanos a la vista. El elenco, sin embargo, no es tan pequeño e incluye a Vince Vaughn, Susan Sarandon y Talia Shire.

Desde las pinturas rupestres de Lascaux, Francia, hasta la próxima superproducción de Marvel, las historias humanas giran en torno al conflicto en una u otra forma. Lo que destaca en esta película es la fuente del conflicto personal: no solo del personaje principal interpretado por Vaughn, sino también de todos los personajes secundarios. No se trata de un trauma inducido por violencia, odio o enojo, sino de un dolor profundamente personal y universal: la pérdida.

Conocemos por primera vez al personaje de Vaughn como un niño feliz haciendo un mandado para su mamá y su abuela. Regresa a casa y observa, fascinado, cómo las “nonnas” de su familia vierten su amor en la preparación de la comida dominical de una gran familia italiana.

Luego lo vemos ya adulto, sentado con tristeza en la misma casa durante el velorio de su madre fallecida. Su pérdida es palpable. En películas como esta, suele haber enojo por conflictos no resueltos, pero la angustia que siente este personaje proviene simplemente de haber perdido a alguien a quien amaba profundamente.

A pesar de los muchos momentos melancólicos y dolorosos, la película es un deleite, ya que Vaughn, un mecánico de autobuses, decide usar su herencia para abrir un restaurante en honor no solo a su madre y abuela, sino a todas las “nonnas” que cualquiera haya conocido.

La película se convierte en una carta de amor a la madre fallecida del protagonista, mientras él persevera en construir un restaurante y recluta a cuatro “nonnas” que creían que sus vidas ya habían terminado, solo para convertirse en las chefs del lugar.

A medida que veía la película y me sentía cada vez más involucrado, la advertencia de mi amigo comenzó a preocuparme. Como regla general, desconfío de las películas con mucha imaginería y referencias católicas. Nonnas está llena de ellas. Algunas son trilladas, y otras tienen una belleza simple, como cuando una mujer en una panadería le dice al personaje de Vaughn, siendo niño, que no se olvide de rezar el rosario. Vemos a la misma mujer más adelante, ya mayor y aún en la panadería, instando al personaje —ahora adulto— a no dejar de rezar.

Con la advertencia de mi amigo dando vueltas en mi cabeza, me preguntaba cómo podría llegar al final de una película tan llena de catolicismo sin llevarme una decepción. Me sentía como el coyote en los viejos dibujos del Correcaminos, esperando que me cayera un yunque en cualquier momento. A mitad de la película, cayó.

Es una escena en la que las cuatro chefs nonnas se reúnen en el restaurante aún por inaugurar, y hay dudas sobre si abrirá. Es una escena de hermosa unión entre estas mujeres, donde comparten sus penas y pérdidas, y cómo el restaurante representa una salida a su dolor. Todas habían formado familias, sus esposos habían fallecido y sus hijos estaban dispersos geográfica o emocionalmente.

Todas, menos una... porque descubrimos que la cuarta integrante de este cuarteto es —o fue— monja. Su estatus exacto queda ambiguo. Pero ella también lidia con una pérdida: un amor perdido. Cuando una de las otras nonnas le pregunta su nombre, la exmonja responde: "Isabel". Lo que sigue es una explicación de manual sobre la ética sexual según la cultura pop, donde la Iglesia es reprendida por su supuesta falta de "caridad". Sentí que lo que más necesitaba la película en ese momento era un narrador que le dijera a la audiencia: "Volveremos con el resto de la película ya en curso".

El resto de la cinta es un verdadero gozo. Salvo por esa escena, Nonnas es una película que vale la pena, y su celebración de la familia y la decencia resulta refrescante. Pero prepárate: al terminar, vas a tener hambre de comida italiana.

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Robert Brennan