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La ola de películas y series religiosas o bíblicas tras La Pasión de Cristo ha sido una mezcla de éxitos, fracasos y todo lo intermedio. La cultura popular que "toma prestada" la Sagrada Escritura suele producir contenidos tan piadosos que resultan imposibles de ver, o bien se toma libertades tan extremas al reinterpretar lo que Dios ha inspirado, que sus guionistas podrían ser acusados de sacrilegio.

Los Primeros y Segundos Libros de Samuel se leen como una épica de espadas y sandalias al estilo de Hollywood de los años 50. De hecho, se convirtieron en eso con la película David y Betsabé (1951), protagonizada por Gregory Peck y Susan Hayward. No es una mala película, pero sufre de melodrama agudo y actuaciones exageradas. Por buenas que fueran estas estrellas en otros géneros, cuesta suspender la incredulidad y verlos como nobles israelitas de la antigüedad.

Aun así, David y Betsabé es mejor que la desconcertante aparición de John Wayne como centurión romano en La historia más grande jamás contada de George Stevens. Escuchar al “Duke” decir “Verdaderamente este era el Hijo de Dios” al pie de la cruz, vestido de romano, sigue siendo un momento cultural que intento superar.

The House of David, disponible en Amazon Prime, es diferente. Esta serie de varios capítulos logra ser, al mismo tiempo, un relato fiel de los Libros de Samuel y la historia del rey David, y una muestra de cultura popular con subtramas y personajes ficticios que le dan intriga y profundidad narrativa.

No está claro si la decisión de evitar actores famosos fue artística o económica. De cualquier manera, funciona: el elenco da una sensación de autenticidad. No hay acentos británicos ni estadounidenses, y los personajes verdaderamente parecen pertenecer a la Tierra Santa del siglo X o IX a.C.

Pero no es solo cómo se ven o suenan, sino lo que dicen lo que hace que esta serie sea excepcional. No hay diálogos que delaten agendas posmodernas. No hay “mujeres guerreras” que no necesiten a nadie y luchen mejor que Errol Flynn. Pero sí hay muchas mujeres fuertes, como en toda la Biblia.

La serie presenta a David como un marginado, hijo ilegítimo de Jesé y fuente de vergüenza para su familia. Aunque los estudios bíblicos debaten esa interpretación, lo cierto es que David es un forastero y un rey improbable, lo cual encaja con el espíritu del relato bíblico.

Eso sí, hay elementos donde la serie se toma más libertades. Por ejemplo, Stephen Lang —el único actor “conocido”— interpreta al profeta Samuel con un aire más de Gandalf israelita que de figura profética. Además, los gigantes aliados de los filisteos, en lugar de medir los nueve o diez pies bíblicos (unos tres metros), parecen de 15 a 20 pies (más de seis metros). No sé cuántos codos mide eso, pero ese detalle es lo que más me sacó del contexto bíblico hacia el mundo de fantasía de El Señor de los Anillos.

En contraste, el retrato del rey Saúl es excelente: un hombre atormentado por un espíritu maligno, lo cual es fiel a la Escritura y buen material televisivo. Como leemos en Samuel, solo encuentra alivio con la música de un joven pastor con talento para la lira. Todo esto se entreteje con la figura de una reina que busca mantener el poder de su esposo, junto con príncipes y princesas haciendo lo mismo.

No recomiendo esta serie para niños —hay violencia, como en los Libros de Samuel, y mucho diálogo que los aburriría— pero para adolescentes y adultos, The House of David es una excelente opción para ver en Cuaresma.

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Robert Brennan