La aplicación Hallow causó sensación al destacar a san Josemaría Escrivá (1902-1975) durante toda la Cuaresma de este año. Los dos editores de su libro más popular, Camino (Ediciones Rialp / Scepter Pubs, $11.96), se vieron desbordados por pedidos que sumaban decenas de miles.
Yo amo ese libro. Pero afirmo que no podemos comenzar a entender el espíritu de Josemaría sin comprender su modo de leer las Escrituras.
Me atrevería a decir que la Biblia fue siempre su lenguaje de referencia principal. Aunque estaba profundamente formado en las enseñanzas de los Padres y doctores de la Iglesia, aunque dominaba la teología escolástica y seguía las tendencias contemporáneas, era a la Sagrada Escritura a la que acudía constantemente en su predicación y en sus escritos.
Citando con frecuencia tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento —especialmente los Evangelios—, en sus escritos y homilías abundan frases como: “como dice el Evangelio”; “como nos aconseja el Evangelio…”; “dice la Sagrada Escritura…”; “relatan los Evangelios…”; “Recuerda aquel pasaje del Evangelio…”
Hablaba de las Escrituras como la medida misma de su modo de vida, que era “tan antiguo como el Evangelio, pero —como el Evangelio— siempre nuevo”. Al inicio de Camino escribió: “¡Ojalá tu porte y tu conversación fueran tales que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: este lee la vida de Jesucristo!” Por el contrario, al hablar de quienes no viven la caridad cristiana, afirmaba: “parece que no han leído el Evangelio”.
El estudio de la Escritura era, entonces, esencial para su espiritualidad. En una homilía escribió: “En nuestra vida tenemos que reproducir la vida de Cristo. Debemos llegar a conocerlo leyendo y meditando la Sagrada Escritura”.
Practicaba un método particular para la lectura meditativa de la Biblia: “Te aconsejé que leyeras el Nuevo Testamento, metiéndote en cada escena como un personaje más. Los minutos que así emplees cada día te ayudarán a encarnar el Evangelio, a reflejarlo en tu vida y a ayudar a otros a que también lo reflejen”.
La lectura de la Escritura trae consigo la gracia de la transformación, de la conversión. Leer la Biblia no es un acto pasivo, sino una búsqueda activa y un encuentro. El santo dijo una vez: “Si lo hacemos sin reservas, las palabras de Cristo entrarán hasta el fondo del alma y nos transformarán de verdad. Porque ‘la palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que espada de doble filo: penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y los tuétanos, y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón’ (Hebreos 4,12)”.
Queda ya muy poco de Cuaresma. Únete al grupo reunido en Hallow aprendiendo la Sagrada Escritura de este santo, en las páginas de su libro más conocido.