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Son tiempos emocionantes para los amantes del cine bíblico, con varios proyectos cinematográficos sobre la Biblia recién estrenados o próximos a salir, como la película de Netflix “Mary”, que se estrenó en diciembre, y “House of David” de Amazon, lanzada en febrero.

Pero yo no soy uno de ellos, y no esperaba mucho de “La Última Cena” (estrenada en cines el 14 de marzo), escrita y dirigida por el cineasta y artista italiano Mauro Borrelli, y con producción ejecutiva del cantante cristiano Chris Tomlin.

Estaba equivocado. “La Última Cena” realmente vale la pena verla en el cine, especialmente durante la Cuaresma.

Sí, la película puede ayudar al público a meditar sobre la pasión de Jesús. Pero también puede animar a los católicos a comprender y vivir más plenamente la Vigilia Pascual, así como la celebración diaria de la Misa. La intuición de los guionistas es que no podemos comprender completamente lo que ocurre en la Última Cena y en la pasión de Jesús si no es a la luz de la Pascua judía.

Cinematográficamente, no esperes “La Pasión de Cristo” de Mel Gibson. Pero aunque la actuación de Jamie Ward como Jesús no es del todo convincente, las interpretaciones de Judas (Robert Knepper) y Caifás (James Faulkner) sí lo son.

A diferencia de otras películas sobre los últimos momentos de Cristo, esta se concentra casi exclusivamente en la Última Cena, que ocupa más de la mitad del filme.

Los Evangelios son muy claros al decir que la Última Cena de Jesús no fue solo una cena de despedida solemne, sino que tuvo lugar durante la Pascua judía: una gran fiesta celebrada en los hogares, familia por familia, según las prescripciones del libro del Éxodo, como memorial del éxodo de Egipto.

Para el tiempo de Jesús, esta cena litúrgica había evolucionado en una celebración de varias noches con un ceremonial complejo, el Séder de Pascua, en el que los distintos signos (el pan, el vino, las hierbas amargas) hacían visible la intervención de Dios en la vida de su pueblo.

Jesús siguió el ritual de la Pascua judía, pero alteró las oraciones y transformó el significado de sus signos. Para ilustrar este proceso de transformación, la película imagina que Jesús y sus discípulos son hospedados por una familia numerosa.

La familia celebra la Pascua tradicional en una habitación en la planta baja, mientras Jesús y sus discípulos cenan en el aposento alto. La película alterna escenas de una habitación a la otra.

La primera parte de la cena pascual se enfoca en el recuerdo de la esclavitud. En la planta baja, el padre pasa las hierbas amargas y explica que simbolizan la amargura de la esclavitud, junto con el pan sin levadura, símbolo de la salida apresurada de Egipto.

En el aposento alto, Jesús realiza el mismo signo, pero sus palabras son diferentes: Este es mi cuerpo, que será entregado por ustedes. El pan ya no es un signo del éxodo de Egipto, sino su cuerpo ofrecido en la cruz para la salvación de la humanidad.

En la tercera parte del Séder pascual, el celebrante levantaba una copa de vino y bendecía a Dios por todas sus obras, y especialmente por la alianza hecha con el pueblo de Israel. Jesús también distribuye el vino a sus discípulos, pero transforma el significado del signo: la copa que se derrama por ustedes es la nueva alianza en mi sangre.

Jamie Ward interpreta a Cristo en una escena de la película "La última cena". (Pinnacle Peak)

Jamie Ward interpreta a Cristo en una escena de la película "La última cena". (Pinnacle Peak)

La película hace un buen trabajo en vincular la Última Cena con la Resurrección. Contrario a lo que se espera, la pasión de Jesús se aborda de forma sucinta, y solo a través de breves flashbacks.

La escena que concluye la película —que no revelaré— vincula el rito de la Última Cena no solo con la pasión de Jesús, sino también con su resurrección. Esta es otra intuición importante que está en sintonía con el espíritu de la Pascua judía.

En la Pascua judía, el pan simboliza la amargura de Egipto, su rompimiento significa el fin de la esclavitud, y el vino representa la alegría de la libertad en la tierra prometida.

En la Eucaristía, la fracción del pan hace presente la muerte de Jesús, pero también anticipa su resurrección: con su muerte y resurrección, Jesús nos lleva de la muerte a la vida, nos introduce en la Tierra Prometida.

Un aspecto de la Última Cena que podría haberse enfatizado más es que la Pascua judía no es solamente una conmemoración. El objetivo de la celebración no es solo dar gracias y alabar al Señor por cómo salvó a su pueblo en el pasado lejano, sino que es para que el pueblo participe de esa salvación aquí y ahora.

Por eso el Hagadá (el texto clave que organiza el Séder de Pascua) proclama: “En cada generación, cada persona debe considerarse a sí misma como si hubiera salido de Egipto como esclava.” La salvación de Dios alcanza a cada generación.

Esto solo puede beneficiar a los creyentes que se preparan para la celebración de la Pascua este año. La Pascua no es meramente una conmemoración de la muerte y resurrección de Jesús, sino un momento en el que también podemos pasar de la muerte a la vida en un nivel existencial. La resurrección de Jesús es un acontecimiento del presente, no de hace 2,000 años.

Como lo dice san Pablo, estábamos muertos por causa del pecado, y Dios nos devolvió la vida. Estábamos afligidos por la envidia, la lujuria, el resentimiento, el odio; éramos incapaces de perdonar o amar a alguien más que a nosotros mismos.

La Pascua llega para hacernos experimentar nuevamente la victoria de Cristo sobre nuestra muerte: que ahora puedo amar; que puedo perdonar cuando parece imposible perdonar. “La Última Cena” no es una obra maestra, pero ofrece muchas razones para no esperar a la última temporada de “The Chosen” para regresar al cine.

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Stefano Rebeggiani

Stefano Rebeggiani is an assistant professor of Classics at the University of Southern California.