CIUDAD DEL VATICANO  -- No asistir o no celebrar la Misa no es sólo saltarse una obligación religiosa, es un signo de que el hambre espiritual se está marchitando, advirtió el predicador de la Casa Pontificia a los miembros de la Curia Romana.

La Eucaristía actúa como puente entre el mundo y el cielo, dijo el padre Roberto Pasolini, predicador papal, en su meditación final para el retiro de Cuaresma de la Curia Romana, el 14 de marzo. "Y si empiezas conscientemente a no ir allí, es señal de que el cielo, ese destino, no lo ves y quizá ni siquiera lo deseas ya".

Tal actitud, advirtió, "significa que te estás muriendo. Estás fijando tu mirada en cosas de aquí abajo, que están hoy y no estarán mañana".

La oficina de prensa del Vaticano dijo que el Papa Francisco estaba siguiendo el retiro por una transmisión de video.

El padre Pasolini animó a los cardenales y altos cargos de la Curia a celebrar la Eucaristía con la conciencia de que es "el momento en el que nuestras vidas son absorbidas por Dios a través de Cristo, y así no se pierde nada de lo que hemos vivido en el amor y la comunión".

La liturgia, explicó, no es sólo un recuerdo del pasado, sino una participación en la realidad futura del cielo.

Basándose en la Segunda Carta a los Corintios de San Pablo, el padre Pasolini reflexionó sobre cómo, para todas las personas, "nuestro yo exterior se está consumiendo, nuestro yo interior se renueva día a día", instando a su audiencia a fijar su mirada no en lo que es visible "sino en lo que no se ve; porque lo que se ve es transitorio, pero lo que no se ve es eterno".

"No se trata de tener la cabeza en las nubes", dijo, "sino de discernir entre los procesos en curso el que merece más atención y darle gloria, darle sustancia".

Del mismo modo, dijo, la Eucaristía no pretende ser un "refugio en una especie de nostalgia, en un recuerdo del pasado", sino un encuentro vivo que transforma y renueva a quienes participan en ella.

"No es un intento de recordar la última cena de Jesús", dijo, sino una expresión de la "esperanza verdadera" de convertirse en el cuerpo de Cristo, "que se une a la cabeza y entra gradual y continuamente en la vida eterna".

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Justin McLellan