ROSARIO, Argentina - Mientras un obispo nicaragüense permanece bajo lo que equivale a un arresto domiciliario, impedido de salir de la curia diocesana por las fuerzas de seguridad que actúan por orden del presidente Daniel Ortega, otros prelados católicos del país manifiestan su apoyo a su colega.

"La Conferencia Episcopal de Nicaragua, ante la situación que está viviendo nuestro hermano en el episcopado, Monseñor Rolando José Álvarez Lagos, queremos expresar nuestra fraternidad, amistad y comunión episcopal con él, ya que esta situación nos toca el corazón como obispos y como miembros de la iglesia nicaragüense: 'Porque si un miembro sufre, todos sufrimos con él'", dice un comunicado leído por todos los obispos del país en las misas de sus diócesis el domingo.

Citando al Papa Benedicto XVI, los prelados dijeron que la iglesia de Nicaragua proclama el Evangelio de la Paz, "y está abierta a la colaboración con todas las autoridades nacionales e internacionales." Citando al Papa San Juan Pablo II, los obispos llamaron a la construcción de una "civilización del amor".

El Papa Francisco, hasta ahora, no se ha pronunciado sobre la detención de Álvarez. Sin embargo, fuentes con conocimiento del asunto han dicho a Crux que el silencio del pontífice puede deberse a los intentos, hasta ahora infructuosos, de defenderlo tras bastidores.

Esos esfuerzos, dicen los observadores, explican por qué Álvarez aún no ha sido llevado a prisión a pesar de llevar más de 48 horas detenido en el edificio de la curia en Matagalpa, en el noreste de Nicaragua.

Aunque el papa Francisco rezó públicamente por Nicaragua en abril de 2018, cuando un levantamiento civil dio lugar a protestas masivas reprimidas violentamente por el gobierno, han pasado años desde que se pronunció por última vez sobre la nación centroamericana.

La última vez que Francisco mencionó a Nicaragua durante sus principales discursos de fin de año y durante la temporada de Pascua fue en 2019.

Nicaragua y la Santa Sede no tienen relaciones diplomáticas oficiales desde principios de este año, cuando Ortega declaró persona non grata al representante papal en el país y lo expulsó. Ortega retiró a su propio embajador de Roma a finales del año pasado.

Varias conferencias episcopales, entre ellas el CELAM, que agrupa a los obispos de América Latina y el Caribe, han expresado su apoyo a Álvarez desde que comenzó el arresto de facto el jueves.

El cardenal Gregorio Rosa Chávez, de El Salvador, dijo el viernes que la "persecución" de la Iglesia nicaragüense por parte de las autoridades gubernamentales es actualmente el "caso más horrendo" de "martirio" en la región.

"El martirio sigue siendo una realidad también en nuestros días", dijo Chávez, sucesor de San Oscar Romero. "En nuestra región, el caso más horrendo es el de la persecución que sufre la iglesia en Nicaragua".

Desde la crisis de 2018, en la que murieron 355 personas a manos de las fuerzas pro-Ortega, la Iglesia católica en Nicaragua ha sufrido más de 250 agresiones por parte del régimen, como palizas a sacerdotes, profanación de templos, ataques armados, quema y asedio de propiedades eclesiásticas y cierre ilegal de medios de comunicación, entre otras. El mes pasado, 15 religiosas de las Misioneras de la Caridad fueron expulsados del país, acusados de financiar el terrorismo.

En ese contexto, Álvarez es considerado una de las voces más críticas de la jerarquía católica nicaragüense. Sus sermones denuncian con frecuencia las violaciones de los derechos humanos, la persecución religiosa y los abusos de poder.

Tanto Ortega como su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, han acusado a la Iglesia católica nicaragüense de apoyar una rebelión ciudadana iniciada en abril de 2018, que calificaron de "intento de golpe de Estado", y mantienen un asedio constante contra algunos sacerdotes y obispos, que incluye la colocación de una guardia policial permanente junto a la puerta de la casa del cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua.

El lunes, el régimen de Ortega ordenó el cierre de todas las emisoras de radio católicas de Matagalpa, y las fuerzas policiales allanaron la capilla Niño Jesús de Praga en la cercana ciudad de Sébaco, con la intención de incautar los equipos de la emisora católica que allí funcionaba.

Como señalaba el domingo el blog italiano "Il Sismografo", seguido de cerca por la Secretaría de Estado del Vaticano, la situación de Álvarez es la más grave en estos momentos, pero no es la única en Nicaragua, ni es aleatoria.

"Sobre todo, parece un déjà vu, triste y trágico para el fiel y santo Pueblo de Dios en Nicaragua, que hace tres años vio partir al exilio involuntario -por expreso deseo del Papa Francisco- al obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio Báez, en abierto conflicto con la dictadura de Ortega por ser un firme e intransigente defensor de los derechos humanos y las libertades civiles", se lee en un post dominical.

En mayo de este año, Álvarez denunció en un vídeo la "persecución" que sufría por parte del régimen sandinista y anunció un ayuno indefinido hasta que cesara el acoso.

Este jueves, a primera hora de la mañana, Álvarez desafió a la policía que intentaba impedirle salir de la curia llevando el Santísimo por la calle junto a las oficinas de la diócesis. En un vídeo grabado por algunos de sus asistentes, se le puede ver colocando la Eucaristía frente a varios agentes y policías, que retroceden incómodos.

"Esta es una batalla entre el bien y el mal", proclamó.

En los años ochenta, Álvarez se negó a realizar el servicio militar obligatorio exigido a los jóvenes por la revolución sandinista, liderada, en parte, por Ortega. Acabó exiliado en Guatemala, habiendo sido encarcelado tres veces antes de huir del país.

Algunos políticos progubernamentales insinuaron el viernes que el obispo podría ser encarcelado bajo cargos de "incitación a la violencia" y "delitos de lesa espiritualidad".